Por: Manuel Narváez Narváez
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Parece que los pronósticos apuntan a que la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, Hillary Rodham Clinton, se quedará en el intento de ser la sucesora de Barak Obama.
La neumonía que padece desde hace unos días y que exhibió la condición médica de la aspirante presidencial, en el marco de la conmemoración de los ataques del 11 de septiembre a la ciudad de Nueva York, la colocan contra las cuerdas frente a su rival Donald Trump.
Pero no sólo es la salud de Hillary lo que preocupa en gran medida a la cúpula del partido demócrata y al mismo presidente Obama, pues las alertas ya se habían disparado desde hace días cuando algunos sondeos, incluidos aquellos de medios masivos de comunicación afines a la candidatura de la señora Clinton, no por su persona o propuesta, sino por la aversión hacia el magnate de los bienes raíces; colocaron a Trump a la cabeza de las intenciones de voto en las elecciones del cercano 8 de noviembre.
Los problemas de la familia Clinton, del mismo presidente y de los demócratas ya no se circunscriben a detener el avance de Donald. La presión ha ido aumentando en la medida que pasan las semanas y Hillary no despega; ya no crece desde el máximo que obtuvo cuando los dos principales partidos presentaron a sus candidatos oficialmente y, pese a que la esposa del expresidente Bill Clinton ha enderezado encarnizadamente los ataques frontales hacia el candidato republicano.
Los demócratas no pueden quejarse que han recibido mucha ayuda de las principales cadenas de noticias norteamericanas y de las editoriales más influyentes de los diarios informativos de los Estados Unidos, al igual que de otros países. Las avalanchas de críticas y los calificativos lapidarios de xenófobo, racista y demás linduras con las que retratan a Trump, parecen ya no surtir tanto efecto en el ánimo de los electores estadounidenses que reflejan a través de los sondeos, no inmutarse ante los ataques al multimillonario.
El aparente desmayo y la neumonía llegaron en el peor momento. En el 15vo. Aniversario del ataque a las torres gemelas que abrazan un fuerte significado para el sentir de esa nación. Los estadounidenses adoran ver en su presidente a un superhéroe e invencible, como en las películas; está en sus genes y en su cultura mirarse en ese espejo de súper poderoso e imbatible.
Las campañas electorales en los Estados Unidos suelen ser muy largas y agresivas. Los adversarios se atacan sin piedad y resaltan sin compasión todas las debilidades del contrario. Esta oportunidad de oro le cae como anillo al dedo a Donald Trump porque va a aprovechar para exponer la debilidad de Hillary, ya no en su condición de mujer y los fantasmas de desconfianza que arrastra desde que fue secretaria de Estado, sino por la vulnerabilidad de su salud, lo que en términos llanos se entiende como la incapacidad para ocupar el cargo de presidente del país más desarrollado del planeta.
Dadas las circunstancias particulares que encierran esta inédita contienda electoral en los Estados Unidos y los guiones predecibles de los confeccionadores más importantes del marketing político, es muy probable que en estos días, Donald Trump resalte su imagen como hombre poderoso e invencible, que aparezca en algunos eventos practicando cualquier actividad física con el mensaje implícito de que él sí las puede, en comparación con la endeble salud de Hillary Clinton. Estos golpes, a menudo resultan demoledores.
Ahora bien, si la candidata demócrata llegase a recuperar la salud y el aliento, su equipo de asesores tendría que innovar y desplegar en el corto plazo una campaña de resucitación que conmueva al elector; algo así como renacer de entre las cenizas y erigirse como la súper heroína que venció la enfermedad y al peligroso Trump. Definitivamente tendrán que ingeniárselas para convencer a la mayoría, de que ella, como Nueva York, supo levantarse de entre los escombros.
A Hillary, al presidente Obama y a los demócratas les quedan muy pocas cartas para jugar. Si los momios se empatan en esta semana, o de plano, el magnate se consolida a la alza, no les quedará más remedio que cambiar de candidato, que bien podría ser Bernie Sanders, para rescatar a los potenciales votantes jóvenes y enviar un guiño a los republicanos rejegos de apoyar a Trump; de otra forma, el resultado quedaría sentenciado en favor de Donald.
Quedan pocos menos de dos meses de campaña presidencial en los Estados Unidos, sin embargo, la radiografía difícilmente va a modificarse de manera radical, es decir, que alguno de los punteros, vaya a aumentar sustancialmente la intención de los votos, pero sí es muy probable que cambie el orden que guarda actualmente. No olvidemos que hay un candidato independiente que ronda el 9% de las preferencias electorales, aunque dudo mucho que repunte.
P.D. Hillary y los demócratas tiemblan. El mundo y Peña Nieto también. Pero como me dijera alguna vez un compañero de un curso de seguridad nacional que tomé alguna vez en Washington; “mira Manuel, en esta vida sucede todo y suceda nada”. Espero que así sea.