EL DUELO, MÁS ALLÁ DE UN SENTIMIENTO

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elisaDra. Elisa Robles Díaz

Es complicado dejar ir a quien te dio la vida, a quien te dio la luz, quien te dio momentos de paz o de alegría, que en un momento cualquiera se ensombrecen con la partida sorpresiva o anticipada mediante la enfermedad,  pero… que dejan sin duda el corazón hecho pedazos, el alma con un vacío,… si un vacío que en ocasiones ni Dios consuela.

“Si aceptamos de Dios los bienes aceptaremos también los males….” El duelo por la muerte de un ser querido es algo que va más allá de un sentimiento, es la vivencia cruda de perder algo valioso que se sitúa en el corazón,… en el centro espiritual de nuestro ser. Pero el intenso dolor por la pérdida de la persona amada, o  inclusive una mascota,  nos puede marcar el inicio de  una nueva forma de vida, es la invitación a una manera de vivir con dos variables: 1.- vivir con la pena eterna y lacerarme de por vida o 2.- hacer a una catarsis, para que se dé la purificación, la renovación del ser. Esa renovación del amor, se da en el dolor del duelo, de la preocupación o el egoísmo del porque te vas y me dejas, o del remordimiento del que no dije, o que no hice.

La beata Teresa de Calcuta alguna vez expreso:“ en mi propia alma, siento un dolor terrible por esta pérdida. Siento que Dios no me quiere, que Dios no es Dios, y que él verdaderamente no existe…”. Sin duda estaba en crisis, pues había perdido la fe  en el amor y la resurrección en su tan terrible circunstancia, es lógico una persona como ella defensora del amor a toda costa tuvo un momento de fragilidad,…ufff descansa pues que se espera de uno…En ese momento ella fue tan humana que ese sufrir la orillaba de forma comprensible a expresar su frustración, misma que tod@s vivos en momentos similares, con la diferencia que Madre Teresa salió de aquella fosa de una manera sabía: entregándose a los más necesitados de entre los hombres. Transformo su dolor en amor,  la pregunta es ¿de qué somos capaces?, ¿cómo podemos transformar nuestro dolor en amor?

Muchas veces lo difícil es soltar ese cuerpo mortal, dejarlo morir pues es un envase, que enmarca a quien amamos tanto, pero… ¿ya no lo veré? O quizás lo que nos perturba es; lo que aun debo decir, sentir…perdonar….madre mía…. como cuesta ese perdón mutuo que casi siempre nunca llega a tiempo, si fuera posible comprender que lo trascendente de un ser es su espíritu mismo que al fallecer perdura como un legado del amor de Dios, de la convivencia en la vida eterna, ese es el amor pleno,  ese…el que no amarra, ese que perdura a través del tiempo, de la distancia pues es… lo que vive en ti y en mí, lo cual nos lleva a renacer con la fuerza que hace a los quehaceres llenos de espíritu de Dios.

Pero…¿Cómo hacer para salir de ese dolor?, ¿Cómo superar esas razones que te alejan de la fe y del amor que Dios te da; aun en el dolor o dificultad. Una  de las primeras tareas del duelo, como lo postula J. W. Worden es la de aceptar la realidad de la pérdida. Se sugiere como un sutil escapismo de esta realidad dolorosa, el procurarse por varios mecanismos de “búsqueda” del ser querido, uno de ello es quizás el Abrazo que en brazos de terceros, sienta bien. Busca ese alguien terreno que te conforta y da paz, siempre hay alguien en la familia, en los amigos, que presta un hombro en el silencio, para escuchar tu llanto agudo que te libere, de tal represión, solo date permiso a sentirte en esa fragilidad. Santa  Teresita del niño Jesús menciono: “cuando soy débil… entonces soy fuerte” pero tú puedes ir trabajando en ello, abre tu corazón al sentimiento, a ser frágil en alguna ocasión, para reencontrarte antes del dolor.

Te recuerdo que tú puedes no esperar ese último momento, para sentirte pleno,  hacer de tu día así como de los que te rodean.. un tiempo especial, habla, baila, sonríe,  da a quien lo requiere, date la oportunidad de sentirte para poder sentir el dolor ajeno, nadie da lo que no tiene, por eso todos los días ama,  siéntete amado, da gracias por lo dones recibidos, recuerda ir en busca de tu felicidad, trata de conquistarla alcanzar la paz interior, el llanto que ves o expresas es un camino de liberación,  que deja tanto al doliente como a quien lo conforta la experiencia armónica del amor, la armonía, la tranquilidad y la serenidad que el alma requiere, o por el deber cumplido.

El no vivir de cara la muerte conduce a la indiferencia o al miedo ante ella, porque lamentablemente para muchos, es lo único seguro que tenemos en esta vida, por ello no es justo satanizarla o ridiculizarla, mejor preparémonos para su llegada  comentando con quienes amamos de nuestros deseos, decisiones finales, testamentos etc. eso dará paz a quienes amamos y nos aman. Da a tu vida una forma diferente de vivir el hoy.  Séneca de modo especial desarrolla la idea de que una actitud sana ante la muerte conduce a valorar la vida. “Paratus exisse sum et ideo fruar vita”: “estoy preparado para marcharme y por eso disfrutaré de la vida”. (Ep. LXI). “Caram te, vita, beneficio mortis habeo”. “Te quiero entrañablemente, oh vida, por el beneficio de la muerte” (Ad Marciam, XX).

 

La reflexión religiosa, reitera que la vida es un préstamo, que lo nuestro es el usufructo, cuya duración no está a nuestro arbitrio. Una justa estimación de lo que es la vida nos conduciría al sereno desprendimiento de ella, y a no apegarnos a lo que  tenemos prestado. De ese modo no existiría ni el tedio de la vida, ni el miedo a la muerte: “nec vita taedio erit nec mors timoris” (Séneca, Ep. LXXVIII).

 

Existe incluso en algunas fábulas una visión naïf de la muerte. Ella se representa como un personaje bondadoso y venerable que lleno de amor apaga con un beso la antorcha de la vida. Lessing nos ofrece un interesante comentario al respecto. Esclarecer que todo en la vida son bienes prestados, incluida nuestra propia vida, es una base sólida para comenzar a elaborar el duelo. Tarde o temprano todo lo tenemos que dejar, de todo nos tenemos que desprender. Quizás por ello  lo que más va a dolerme será la perdida de mi propio ser. Pero por eso el cultivar mi alma como a una flor así como e aprender a comunicarme con quienes amo y convivo harán de lo que soy, el mejor enfoque a lo que debo ser, lo cual en su momento ayudara al confort del alma general.

 

Para superar el duelo hay que mirar hacia delante. “La mirada hacia atrás” sólo debe servir para aprender de las experiencias, para curar las heridas y para agradecer los bienes que recibimos en préstamo, por los que alabamos y bendecimos a Dios.

 

 

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