Por: Sergio Bustamante.
Ya como parte de un involuntario pero exitoso y hoy oficial Universo Cinematográfico, el llamado “Universo Conjuro”, la muñeca Annabelle deja su condición detonadora o periférica (ver Annabelle 1) para volverse protagonista. ¿De cuántas entregas? Supondríamos que ya sería la final pero es imposible predecir en este punto. De entrada, esta segunda parte que cronológicamente es la primera, funciona mejor que su antecesora y sería pues una digna conclusión.
Si El Conjuro (2013) de James Wan ofrecía contarnos un poco de sus características y Annabelle (John Leonetti, 2014) iba sobre una fallida extensión de su maldad, Creation, como buena precuela, ahonda en los orígenes de la muñeca y eso de entrada la hace mucho más interesante. Al menos narrativamente.
Sumado a ello, esta precuela tuvo el buen tino de continuar el trabajo de Gary Dauberman en el guión, quien con la experiencia prueba/error de la primera, logra un concepto amalgamado que veremos extendido próximamente en The Nun, es decir, las producciones de Wan ahora sí ya comienzan a percibirse como ese Universo engendrado en buena parte también por la saga Insidious. Y por otro lado, está la mano directorial de David F. Sandberg, quien, clichés aparte, comprende que un juego de sombras e incertidumbre trabajan mejor que el trazado efectista de Leonetti en la primera parte. Lo hizo en buena medida con Lights Out (2016) y repite la fórmula con resultados algo disparejos pero al menos superiores a lo esperado.
Samuel (Anthony LaPaglia) y Esther Mullins (Miranda Otto) son un matrimonio en luto tras la trágica muerte de su pequeña hija, por lo que deciden que un buen paso para conllevar esa pérdida es convertir su vieja y amplia casona en un orfanato para niñas. Hasta ahí llega un variopinto grupo encabezado por la Hermana Charlotte (la mexicana Stephanie Sigman), sin embargo, no tardarán en descubrir que la casa oculta un secreto de fuerzas malignas.
Sandberg no se complica y con su puesta en escena recurre directamente al sub-género de casas embrujadas antes que concentrarse en desarrollar la procedencia de la posesión. Y, adecuadamente, tiene un nutrido grupo de pequeñas protagonistas para crear un lazo sentimental directo con Samuel, quien antes de la muerte de su hija se dedicaba a elaborar muñecas, entre ellas claro Annabelle, así como para establecer un juego de inocencia que ya con el juguete a cuadro concede buena parte del suspenso en su primera mitad.
Existen, lamentablemente, varias inconsistencias en su segunda parte. Sandberg devela sin ningún dejo de misterio o sorpresa el planteamiento principal: las razones de la posesión de Annabelle. Y si bien no es mandato un giro inesperado (aunque con el público menos avezado seguramente sí funciona como tal), sí desilusiona en cierta medida que la cinta transforme su narración y se vincule (con claros fines comerciales) con los demonios y la estructura que Insidious ha explotado muy bien particularmente en su última edición, esto es, la persecución no tan justificada entre lo humano y lo sobrenatural.
Puede que esto se deba a que Creation sea la instalación final de la muñeca (recordemos después de todo en dónde reside actualmente) y que el antagonismo demoniaco sea llevado a otros terrenos (las pistas a lo largo de la trama y escena post créditos así lo confirman), sin embargo, queda volando el muy buen empleo inicial de las convenciones de casas embrujadas; y vaya si el fotógrafo Maxime Alexandre, con su extensa escuela en el horror, sabe hacer su trabajo, pues hasta aquellas escenas con luz de día se sienten muy bien esbozadas, y Creation en definitiva pudo beneficiarse más de la explotación de ello así como del excelente diseño de producción y el peligro que propone, en lugar de invocar repetitivamente la idiosincrasia del Universo Conjuro. Al menos aquel que no es firmado por Wan. ¿Es posible compaginar dos ejes —la casa y la muñeca— de malicia sin perder el hilo conductor? Vaya que sí, y aquí hay que saludar directamente al recién fallecido Tobe Hooper y su Poltergeist (1982), con todo y la mano (jamás despreciada) de Steven Spielberg. Aunque, se adivina y nota, James Wan apuesta por una línea de horror de confección menos compleja con todo y que sus monstruos tienen características clásicas. Esa es, se le reconoce, una buena apuesta. Y eso sí, hay una muy sólida línea narrativa y de producción que hasta el momento no ha sido quebrada ni por la más mala de sus películas.
En ese sentido, Annabelle Creation hace que el Universo Conjuro sea más atractivo, al menos comercialmente, y recupera parte de la gracia perdida. Se le concede ese acierto de aquí a que esperamos que por fin alguna de sus películas cumpla la promesa inicial.