EL HOMBRE IDEAL DE FRANCISCO SANTINI

Por Marco A. Flores Zavala
En la década de 1870 circuló en Zacatecas el manual de civilidad: Memorias fáciles sobre moral, virtud y urbanidad para los niños y las niñas de las escuelas primarias. El libro lo escribió el profesor Francisco Santini (murió en agosto de 1880, en la ciudad de Aguascalientes). El volumen fue dedicado al abogado Eduardo G. Pankhrust; Santini lo hizo como “testimonio de amistad”. En la trayectoria del profesor, el impreso no es una obra excepcional, pues siempre intervino en sociabilidades que editaron y circularon periódicos y libros. Por ejemplo, colaboró en la revista literaria El Celaje (1878-1879). Antes dirigió El Inspector (1870-1871), que era el órgano mensual de una asociación de preceptores titulados. Ahí varias mujeres participaron; resaltemos que ellas son las educadoras que antecedieron a quienes egresaron de la Escuela Normal de Señoritas.
El autor presenta las prácticas e ideas que debe poseer un individuo, para que sea definido como un sujeto educado, moral y urbano. El texto de Memorias fáciles está asentado en cincuenta páginas, en hojas de cuarto simple. El contenido está distribuido en cinco capítulos. El primero trata de Dios como fundamento de la moral. El segundo aborda los deberes “para con nuestros superiores (padres, adultos, parientes y amigos)”. El capítulo tercero presenta las virtudes sociales y los vicios. El apartado cuatro refiere el matrimonio. El quinto inquiere la urbanidad en general.
El libro Memorias fáciles está integrado con párrafos numerados que contienen, cada uno, la explicación-respuesta sobre un tema. En el margen inferior de cada página están las preguntas que constituye el interrogatorio de un examen escolar. En el acto deben intervenir, según la primera nota: un sinodal, un inspector escolar y el maestro.
Para imaginar el contenido, que es donde Francisco Santini proyectó el ideal de individuo urbano, se trascribe el primer párrafo, del capítulo uno: “1. Moral es la ciencia que dirije [sic] la acción del hombre en sus relaciones para con Dios y para con la sociedad”. A pie de página, la pregunta correspondiente es: “1. Qué cosa es moral”. Va otra trascripción. Ésta corresponde al primer párrafo del capítulo cinco. “96. Se llama urbanidad al trato fino y decente de toda persona bien educada. Tiene por base la moralidad y la virtud: aquel principio de eterna justicia: no hagas a otro lo que no quieras para ti. Es su objeto procurar adquirir la estimación de nuestros semejantes en nuestra persona y acciones”. La pregunta es: “96. Qué se entiende por urbanidad”.
La lógica del impreso permite inquirir que el adulto pregunta y el infante responde. Ambas intervenciones son en forma oral. En este tenor, la obra del profesor Santini está situada en el tránsito que va del catecismo religioso a los manuales de civilidad. Del primero trae el programa de lectura que contribuye a la memorización y repetición de los mensajes. La colocación de la pregunta y respuesta implica que no se admiten otras interpelaciones, dudas o críticas.
Incluso, la autoridad que postula Memorias fáciles está vinculada al orden establecido. Las reglas enuncian obediencia a las prescripciones que emite un superior que no puede enjuiciarse. El parágrafo 28, el cual inicia el capítulo tres, dice: “El hombre en la sociedad ocupa distintas posiciones, pero tanto el rico como el pobre, el abogado como el artesano, el hombre de poder como el simple ciudadano, deben portarse de manera que concurran con sus esfuerzos mutuos al bien general, y que en nada perturben el buen orden que siempre debe reinar entre los distintos miembros de la sociedad. Todos deben ser afables sin hipocresía, caritativos sin orgullo ni vanidad, tolerantes con las debilidades y defectos de los otros hombres, y obedientes a las leyes del país en que viven”.
Es perceptible que de los manuales de civilidad considera la posibilidad de trascender la instrucción oído-palabra que impone el catecismo. Con el manual sabe que los deberes de los individuos son para la comunidad donde se desenvuelven, por lo tanto las sugerencias son en torno a que sea la mirada (a la que se expone y lo que se ve) la vía de conocimiento del mundo. Frente a la imposición del catecismo, combina la inducción-deducción del ojo social.
Patricia Cardona explica en La nación de papel: de la autoridad divina a la racionalidad política, que los manuales de civilidad, como textos escolares, tratan la materialidad del mundo: lo observable. El objetivo es el aprendizaje de los conocimientos básicos para reflexionar la “interiorización de la norma que permita la sujeción racional [para procurar] el sentido de la felicidad social, basado en la utilidad individual, en el cumplimiento de la ley, en la enseñanza de las premisas científicas y en el reconocimiento del Estado como rector de la vida política”.
Santini expresa “cuáles son los deberes de los amos y los sirvientes [y responde]: puesto que el auxilio mutuo de los hombres es una ley de nuestra naturaleza, y grata como todas las que tienen tan santo origen, procuremos no abusar de ella haciendo del poder una tiranía y una esclavitud de la dependencia. Ésta sólo es una desgracia porque la han querido hacer, abusando los sirvientes de la confianza de sus amos, y estos de la pobreza de aquellos.”
Interroguemos cómo sería el transcurrir de un hombre urbano, educado y moral. Pensemos en un individuo que concurrirá a una reunión donde se servirá un banquete. Al andar por la calle, “debe guardar las posturas más decentes, huyendo del abandono, dejadez y contorsiones bruscas o ridículas”. En el espacio puede encontrarse con una persona mayor, que va al mismo lugar. Santini recomienda entregar el lugar de preferencia. Como van por la calle, debe ceder “el lado derecho” al ir por la acera. Siendo inevitable el encuentro de algún conocido, debe saludarle. La conversación será breve, y a la persona más caracterizada le toca cortar y despedirse. “Cuando se va en coche, y tenemos la necesidad de hablar a uno que va a pié, debemos hacerle subir”.
Al arribar al lugar, el profesor nos informa que siendo un espacio íntimo al que se acude, “antes de penetrar a las piezas interiores [de la casa], debe esperarse que los criados anuncien la visita al amo, y éste dé permiso para entrar”. Al expresar los parabienes de bienvenida, “el cumplimiento debe ser penetrante, corto, abundante más bien que escaso y proporcionado al mérito de la persona. El que los recibe debe cortar con modestia el discurso del que los hace, pero no de modo que lo excite a replicar”.
El profesor es más elocuente en los datos acerca del comportamiento en la mesa. Describe: “no se ha de coger con los dedos cosa alguna que sea húmeda o grasa, y nada se ha de tomar con la punta del cuchillo, para llevarlo a la boca, sino valerse de la cuchara para las cosas líquidas y del tenedor para las otras. Las cosas secas son las que se pueden tomar con los dedos”. Detalla: “es cosa indecente lamerse los dedos, el limpiarlos con el pan y después comerlo, o el fregar con él los platos de la salsa que en ella ha quedado […] Aun es peor el tomar con nuestra cuchara o tenedor, cualquier cosa de la fuente para ponerla en la boca, debiendo primeramente traerla a nuestro plato con una cuchara o tenedor limpios”. Comprendemos que estas minucias son las que forjan la civilidad decimonónica y exhiben la conciencia de clase.