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Por la víspera se saca el día. Tan lejos de la elección y, quizás cerca de los pinos como en dos ocasiones anteriores, a Andrés Manuel López Obrador le esperan 30 meses bastante aciagos. Los enemigos y detractores del tabasqueño, que no adversarios, van a empedrarle la ruta por la presidencia de la república desde ya y hasta el 2018.
A diferencia de las candidaturas del 2006 y 2012, AMLO pudiera contar con un escenario geopolítico más favorable entre la población que todavía tiene esperanza de resetear el modelo de gobierno implementado por Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. No digo que sea un hecho que en la tercera incursión López Obrador se haga de la presidencia, lo que percibo es que ante el evidente fracaso de la alternancia y el brutal retroceso con Peña Nieto, las equiparaciones entre dos formas similares de gobernar, aunque de aparentes doctrinas disímbolas, el dirigente de MORENA tiene fuertes argumentos para reclamar la patente de su razón.
El panorama en la segunda parte del gobierno de Peña Nieto es bastante adverso, donde el común denominador es que a los ciudadanos les vale madres la política porque todos los políticos y los partidos son iguales de mañosos y corruptos. Bajo esta premisa, la elección del 2018 podría tornarse con una rispidez sin precedentes, ya que las condiciones económicas y sociales actuales pudiesen favorecer la confrontación entre la clase política y grupos poblaciones dispuestos a llevar las cosas más lejos; muy diferente a la transición aterciopelada con Vicente Fox. La siguiente elección está de pronósticos reservados.
No se trata de ser lapidario, fatalista o ave de mal agüero, simplemente es una advertencia ante el escenario de encono que se está generando en torno a la figura del López Obrador, que quiérase o no, abraza, por lo menos en el discurso, el sentir de millones de mexicanos que están hasta la madre de la transa grande y de la impunidad despiadada en la que vive un puñado de patrioteros enquistados en las cúpulas de los poderes fácticos.
Sé que hay voces discordantes con los postulados de AMLO, muchas, lo cual me parece legítimo y válido, hasta yo disiento de algunas de sus posturas, pero de pensar diferente a satanizarlo y exponerlo como el peor bicho de la tierra, creo que se pierde la objetividad y se bordea en la misma intolerancia que le endilgan.
Ciertamente es peligroso llevar al poder a tiranos como Nicolás Maduro o Rafael Correa, sin embargo, también hay líderes como Evo Morales, que pese a ser tachado de populista, ha sabido mantener un buen ritmo de crecimiento en su natal Bolivia. Tampoco hay que cegarse, Andrés Manuel dista mucho de ser un Lech Walesa o Luiz Inacio Lula Da Silva; subrayando que el exlíder obrero de Polonia sí encaminó su nación hacia la prosperidad, a diferencia del expresidente brasileño que, hasta el cuarto intento logró ganar las presidenciales y reelegirse, dejó a Brasil sumido en un agujero negro de corrupción e impunidad, como en México, sólo que allá sí procesan a los gobernantes ratas.
Se preguntarán, este Narváez quiere introducirnos subliminalmente que su coterráneo el Peje es un peligro para México, no, la verdad es que no. Me preocupa, sí, la amenaza de que otroguapito de finos rasgos y dóciles modales, disfrazado de maestro integro con chicote de estricto, sea la extensión del que despacha hoy desde los pinos. O bien, que la docena trágica se duplique con la llegada de otro lacayo de las transnacionales.
En lo personal, no me asusta que eventualmente a AMLO se le cumpla la máxima de que la tercera es la vencida. Lo que me aterroriza es que en el afán de cerrarle el paso, a huevo, se cuele, per se, o por alianza convenenciera, otro adalid de la oligarquía mexicana. En todo caso, lo deseable sería llevar a la presidencia a quien no tenga ligas con la partidocracia, pero dadas las condiciones de cerrarles el paso a las candidaturas independientes, lo que queda es treparse con el/la menos pior.
Y cuando digo acompañar a el/la menos pior, me refiero a quien realmente abraza el sentir de la sociedad y es consecuente con ella. Esto sale a colación porque al analizar el actuar de López Obrador como dirigente de Morena y, de sus diputados federales, asambleístas del D.F. y jefes delegacionales en la Ciudad de México, no he encontrado una diferencia tangible con respecto al resto de los demás partidos.
A 30 meses de la elección presidencial, para un enorme porcentaje de la población a la sucesión le falta una eternidad; para unos cuantos, quedan 30 meses más de exprimir el peculio nacional. Por su parte, a Andrés Manuel sólo le quede tejer una alfombra sobre ese camino empedrado que le espera; una alfombra tejida a base de plasmar en iniciativas de Ley, a través de su bancada en San Lázaro, ese México que tanto pregona. Que le hace que se las bateen o se las manden a la congeladora, lo importante es que desde ya, muestre y demuestre que es fiable y congruente; es momento que soporte con argumentos sólidos que él es la esperanza.
Igualmente está a prueba la forma en que gobernaría el país, para eso tiene 5 delegaciones políticas en el Distrito Federal, que serán su carta de presentación ante las presidenciales del 2018.
AMLO puede ser un factor real de cambio, siempre y cuando tenga la madurez para encaminar el descontento social, sin arrastrarlo a la confrontación. Si lo canaliza cual torero diestro, la tercera puede ser la vencida y, dejar tendidos en el terreno a una dama que le pisa los talones y a un equino que sabe cabalgar.
P.D. Margarita, te conozco y sé que puedes darle estatura a la contienda, sin descartar la sorpresa. Lo que no acabo de comprender es por qué permitas te arrojen guajes para nadar, cuando sabes perfectamente que la mar está llena de estiércol y de tiburones. Llegar a la Ítaca mexicana exige no atragantarse ni ser devorado.