¡A las pruebas nos remitimos!

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wpid-logo-direcciones-195x110.jpgPor Francisco González Romo.

Era el año de 1983 y el investigador Giles Brindley impartía una conferencia sobre disfunción eréctil. Para ese entonces “(…) ya había publicado varios estudios sugiriendo que la inyección directa de sustancias vasodilatadoras en el pene podía estimular la irrigación sanguínea y generar en segundos una rígida y duradera erección, pero su trabajo había recibido muchas críticas, y se escuchaban rumores de que las fotos (…) en sus artículos podían estar amañadas.”

En mitad de su charla, el profesor se separó del estrado, “recordó a los presentes que impartir una conferencia no era una actividad sexualmente estimulante y se bajó los pantalones. Sus anchos calzoncillos dibujaban una inconfundible erección. Brindley explicó que minutos antes de la conferencia se había inyectado papaverina (…) y que esta era la prueba de que dicha sustancia vasodilatadora funcionaba perfectamente contra la disfunción eréctil. No contento con ello (…) se bajó también los calzoncillos y avanzó hacia la primera fila ofreciendo comprobar la dureza de la erección a quien quisiera.” (Pere Estupinyà, La Ciencia del Sexo, Debate, 2013).

Al leer esta anécdota me pregunto cuántas veces el profesor Brindley fue ignorado, cuántas fue herido por las risas de sus compañer@s, cuántas agredido por publicar sus artículos, al grado de tener que llegar a hacer lo que hizo en esa conferencia en Las Vegas. Porque así mismo veo a compañer@s ignorad@s, herid@s, burlad@s y agredid@s, tachad@s de pobres cretin@s, de infantes, por decir que un mundo distinto está a la vuelta de la esquina, por criticar las inequidades y las injusticias sistémicas, por atacar la religión moderna llamada democracia, por rechazar el crecimiento económico desmedido, por alentar a vivir en autonomía, por exigir un alto a la destrucción del medio ambiente. Debo decir que muchas veces me he contado entre ell@s.

Ante la actitud de los incrédulos, como el doctor Brindley; ¡a las pruebas nos remitimos!:

Ahora que el proceso electoral está por concluir, me he dado a la tarea de preguntar, de escuchar por todos lados, cuál es la percepción que la gente tiene del mismo. Es evidente que han comenzado a brotar una serie de cuestionamientos sobre la manera en que funcionan las cosas en la sociedad. Las candidaturas independientes son apenas la infortunada cabeza del iceberg.

Creo que, por el momento, muchos de esos cuestionamientos no pasan de ser meros presentimientos, pero puedo observar en muchas personas una lucha interna entre la corazonada y la razón que, en la mayoría de los casos, culmina en el rechazo a todo sistema de opresión, llámese Estado, Escuela, Matrimonio, Trabajo, etc. Pero existe gente que no quiere ver, que no quiere oír, que se niega a aceptar que está pasando algo, que es inminente una explosión de coraje, de iniciativa, de invención, de actividad constructiva, no en un solo campo, sino en muchos a la vez, y sigue llamando a la cordura. Lo peor es que este llamado al realismo proviene de los institutos políticos oficiales, los cuales nos dejan boquiabiertos ante su incapacidad de comprender eso que sucede y que no pueden medir ni comprar.

Puedo decir, estoy casi seguro de que la mayoría de las personas que participamos de éste sentir y pensar no buscamos la abolición de toda estructura organizativa, sino que pretendemos crear otras más cálidas, más cercanas, alejadas de abstracciones que provocan miedo, frustración o desencanto. Para el Estado, aunque sea en pura corazonada, buscamos un límite en la intromisión violenta e implacable que tiene en las esferas particulares.

Un ejemplo demasiado claro de éste sentir, lo encontramos en el movimiento Nuit debout (noche de pie) francés; ¿por qué cientos de personas se reúnen a charlar en medio de una plaza durante toda la noche?

Me atrevo a responder que estas personas buscan vivir el territorio que reclaman como suyo y a la hora que les venga en gana, atacando la militarización que promueve el Estado. Me atrevo a asegurar que están tan aburridas y tan enfadadas de los medios masivos de comunicación, porque sólo infunden miedo y apatía hacia la vida, que buscan encontrar diversión en ese reto a la autoridad. Sé que están tan asqueadas de las materias, de la academia, de la decapitación del espíritu que promueve la estricta fábrica de ladrillos de carne y hueso que es la escuela, que buscan encontrar con quién  aprender cosas que les sirvan para vivir felices la vida. Sé que están tan hartas de trabajar años y años monótonos, degradantes, humillantes y fríos en espera de una cada vez menos visible jubilación, que pretenden encontrar en la solidaridad las formas, las maneras, las prácticas y las teorías que les lleven a subsistir al margen del capital.

En Zacatecas veo algo parecido en potencia. Si las personas que ocupan un cómodo puesto en la maquinaria estatal no comprenden esto, y siguen en su ceguera de aceptar los parámetros de felicidad, riqueza o nivel de vida, impuestos con su tremenda maquinaría ideológica desde no sé dónde, el descontento general seguirá creciendo.

¿Les parece increíble? Como al doctor Brindley; ¡a las pruebas nos remitimos!

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