ADIÓS, INGENIERO HERRERA

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Luis Villegas Montes

Como ha ocurrido tantas veces en el pasado, escritos ya los párrafos que debía enviar esta semana, debo dejarlos reposar y marchitarse en el cajón virtual del ordenador.

 

Falleció el Ingeniero Luis Herrera González; referirlo, debería bastar para intentar decirlo todo, tanto pierde el PAN, tanto pierde Chihuahua, tanto pierde México; pero no, creo que no basta. Y no basta porque para las generaciones actuales de panistas, la presencia y la figura del Ingeniero Luis Herrera podrían parecer desdibujadas por el correr de los años y su precario estado de salud de los últimos tiempos. De ahí la necesidad de escribir estas líneas en calidad de testimonio, de recordación. La vida partidista del Ingeniero en las filas de Acción Nacional empezó pronto, en 1960. Al momento de su fallecimiento, el Ingeniero era Consejero Nacional Vitalicio; desde 1992 hasta 2007, fue Consejero local y miembro del Comité Directivo Estatal; fue Presidente de este último en dos ocasiones, en 1962 y en 1975; e igualmente, fue candidato a Diputado Federal dos veces, en 1982 y en 1988. En el servicio público, fue Director General de Servicios Públicos Municipales del Ayuntamiento de Chihuahua en la administración 1983-1986, durante el gobierno de don Luis H. Álvarez. Igualmente, fue Director General de Comunicaciones y Obras Públicas del Gobierno del Estado con Francisco Barrio Terrazas; y en el periodo de Vicente Fox, fungió como Delegado Federal de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Su desempeño público le valió el rechazo de unos cuantos, los menos, los envidiosos, los mezquinos, pero el afecto y la admiración de muchos, de los más, dentro y fuera del PAN.

 

El párrafo anterior da cuenta de lo obvio: El Ingeniero Luis Herrera estuvo en el PAN desde siempre, en las “duras” y en las “maduras”; o, lo que es lo mismo, en las buenas y en las malas. Sin embargo, para los panistas de hogaño, esos pocos rasgos biográficos quizá no basten para comprender a cabalidad quién fue y cuánto le debemos al Ingeniero Herrera (que era como a él le gustaba que le llamaran).

 

Ser panista en 1960 parecía una locura; pero continuar siéndolo durante los siguientes 54 años, constituye una hazaña difícil de entender para quienes cuentan con menos de treinta años de edad. Tuve en mis manos para copiar, y después regresé a su propietario, un folleto de 1978 relativo a la reforma política impulsada por el inefable José López Portillo, que reza en parte:

 

“La situación política en el país indica, muy a las claras, que lo que el gobierno pretende es inyectar vitaminas de emergencia al moribundo espíritu político de los mexicanos. La verdad, monda y desnuda, es que el desplome del interés de los mexicanos respecto a elecciones, candidatos, tarea de los diputados, senadores, gobernadores y en general por toda la cosa pública, ha llegado a un límite alarmante. La existencia de un partido oficial, sostenido con los fondos públicos y una estructura, legal y práctica, […] aunado todo esto a un sistema de verdadera esclavitud política que ata al PRI a empleados del Gobierno, sindicalizados y campesinos y los obliga a participar en sus filas, han dado por resultado que la mayoría de los mexicanos, con claro conocimiento de la realidad, rehúse participar con su voto en lo que sabe perfectamente solo es farsa y simulación. […]

 

Muchas de los graves problemas que aquejan a México (corrupción, en tantos órdenes de la vida nacional, despilfarro, demagogia en el campo, desnaturalización de la vida sindical, falta de representatividad en la Integración del poder público, etc.), se derivan de procesos electorales amañados y fraudulentos, que indiscutiblemente continuarán rigiendo la vida política de México, con una ‘reforma’ como la que comentamos».

 

Y al final del texto se lee: “Comité Directivo Regional. Luis Herrera González. Presidente”. De eso, precisamente, estamos hablando; hoy en día, podemos contar con instituciones electorales confiables, y aunque seguimos siendo testigos de un PRI ramplón, cuya apuesta más elevada del quehacer político es alentar el abstencionismo, el “acarreo” y el poder de la nómina -un PRI que teme dar la cara y da el tradicional “Grito de Independencia” perdido en el fragor de los cohetes por temor al repudio ciudadano-, no es el PRI de hace 30, 40 o 50 años. Ese PRI, el PRI que le tocó vivir al Ingeniero Herrera y a los miles de panistas que, como él, se jugaban la honra y la vida por sus convicciones políticas, era un PRI distinto al de ahora (niñato melifluo y podrido); un PRI con “dientes” que mordía sin piedad a sus adversarios; un PRI de perros amaestrados que acechaban a los manifestantes de oposición durante sus mítines; un PRI de soldados que impertérritos custodiaban el fraude electoral; un PRI que cortaba la energía eléctrica y las líneas telefónicas de los comités del PAN para frenarlos en su labor; un PRI que disolvía a balazos las asambleas y reuniones de ciudadanos que intentaban hacer algo por la Patria rota y saqueada; un PRI que no dudaba en robar urnas o “embarazarlas”, en “rasurar” padrones o en comprar votos, lucrando con la miseria y el hambre de millones de mexicanos, un PRI que “desaparecía” adversarios políticos. A ese PRI no había modo de enfrentarlo, y a ese PAN no había modo de entenderlo, sin la talla de hombres y mujeres como el Ingeniero Luis Herrera González, quien vivió su vida con reciedumbre de carácter, con voluntad inquebrantable, con claridad de pensamiento, con valentía infatigable y con una honradez a toda prueba. Descanse en paz, Ingeniero.

 

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