Alejandro Ortega Neri
Enorme gustó me dio cuando el 7 de septiembre pasado la Feria Internacional de Guadalajara anunció que este año el premio FIL de Literatura en Lenguas Romances sería para el escritor catalán Enrique Vila-Matas. Pero más gusto me dio cuando en días pasados pude adquirir una de sus más recientes novelas a un precio de 99 pesos, algo raro porque su precio inicial casi llegaba a los 400.
Hay veces en que le pienso mucho leer a Vila-Matas. Le guardo cierto respeto. Mi primer acercamiento a su obra no fue muy sencillo, quería entender todo lo que escribe y ese esfuerzo me causó varios dolores de cabeza. Mi segundo encuentro con él fue mucho más agradable, maravilloso diría yo. Vila-Matas se aparece continuamente y siempre que veo un libro de él me dan unas ganas tremendas de leerlo aunque a veces lo pospongo demasiado. Pero ahora con su reciente premio y con la posibilidad de verlo y escucharlo en vivo el mes siguiente, quise, y aprovechando el precio, volver a sumergirme en su literatura.
La novela que costó una ganga es Aire de Dylan (Seix Barral 2012), de la que los críticos según han dicho es un homenaje al teatro y una crítica al posmodernismo. Aire de Dylan cuenta la historia de Vilnius Lancastre, un cineasta fracasado con un parecido extraordinario a Bod Dylan en su juventud, hijo del prolífico escritor catalán fallecido Juan Lancastre quien fundó una sociedad literaria que veneraba la interrupción.
Vilnius, quien es conocido como el pequeño Dylan, está convencido que su padre se mete en su cabeza y le traspasa sus memorias, mismas que narra a través de una puesta escénica en un congreso de escritores fracasados. Además se dedica a completar lo que él llama el Archivo General del Fracaso para hacer un filme, pero mientras lo logra busca que un escritor, mediocre también, escriba las memorias de su padre y le ayude a desenmascarar a los asesinos del mismo. Para tal empresa funda la sociedad “Aire de Dylan” que consta tan sólo de tres miembros que se verán envueltos en varias peripecias para lograr el cometido.
Cuando uno lee las reseñas de las cuarta de forros de los libros de Vila-Matas y luego dirige la mirada hacia la etiqueta con el precio se desiste inmediatamente de adquirirlo. Sus historias parecen aburridas o sumamente intelectuales, pero cuando se abre el libro y se comienza a sumergir en las páginas, la escritura y las historias que narra el “vampiro catalán” resultan una delicia.
Los personajes de Vila-Matas, cargados de tanta decadencia, pueden parecernos entrañables. Enrique Tenorio de Lejos de Veracruz, Samuel Riba de Dublinesca y Vilnius Lancastre de Aire de Dylan se pasean por el fracaso. Aun así no dejan de sorprendernos cuando nos hacen ver que hasta en ese estado existe la belleza y la poesía, porque Vila-Matas así lo hace ver.
Aire de Dylan al igual que casi toda su producción es también un inmenso diálogo con otras obras de la literatura y con un sinfín de escritores: eso que los estudiosos llaman “metaliteratura”. Y esta novela podría leerse como una relectura o un guiño que hace el catalán a la novela rusa Oblomov de Iván Goncharov publicada en 1859 sobre un hombre incapaz de hacer nada con su vida; y en Aire de Dylan Vila-Matas da esas características a su personaje. Pero también aparecen diálogos con Francis Scott Fitzgerald a quien el autor le achaca una frase que se desconoce si es de él en su etapa de guionista de Hollywood. También aparece entre las páginas el escritor eximio de origen irlandés John Banville a quien el catalán recurre en otra novela. Igualmente hay muchas referencias obviamente a Bob Dylan y al mundo del cine.
Cuando se termina de leer a Vila-Matas y se enfrenta a otro libro de un autor diferente hay un inminente choque. El catalán es elegancia, es sapiencia, es literatura de la literatura, además de que sus libros son una ventana al conocimiento y a la introspección, enormes. El mes que entra los estantes de las librerías se llenarán con sus libros. Guadalajara será la ciudad anfitrión donde el catalán seguramente dará un discurso interesante y firmará libros que, también seguramente, no costarán 100 pesos. Pero hay que estar ahí, habrá que seguir leyéndolo.