ALBINO SAUCEDO

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Marco A. Flores Zavala.

Un día de diciembre de 1914. Vetusta ciudad de Zacatecas. El clima es frío. Es el típico frío seco zacatecano. La temperatura arrecia, tanto que hizo explotar la tubería de los hidrantes públicos.

            Ya sabemos: los tubos son un indicio para comprender la modernización de la ciudad. Ese es un fenómeno cultural y político en marcha.

Los tubos son los objetos que conducen a los nuevos espacios de sociabilidad y son parte de los medios que anuncian higienización.

            La instancia de la jefatura política dedicada a la reparación de obras materiales, diciembre lo dedicó primordialmente a reponer la infraestructura de los servicios de agua.

            El lunes 7 fue reparado parte del techo del depósito de agua de Los Arcos. Nueve días después taparon una rotura de los tubos del hidrante situado en el mercado del Laberinto.

            En otras jornadas repararon los despachadores públicos de agua del callejón Lancaster y de la calle Juan Alonso (actual avenida Ramón López Velarde).

            El permanente servicio de los hidrantes situados en calles y callejones de la ciudad, colabora para imaginar cómo era el sonido de la caída del agua en los botes de barro y fierro.

El descuido, por dejar al garete la caída del líquido, producía cauces efímeras. La dejadez pudo ser por el cotilleo entre las muchachas del servicio y el flirteo entre cargadores, mozos y mujeres de las calles adyacentes.

            La reparación de la tubería y de otras obras, como la limpieza del caño adjunto al hidrante de la calle de Tres Cruces y la Plaza de Armas, fue hecha por trabajadores que cobraban por obra.

            Los jornaleros, tuvieron a Albino Saucedo como maestro de obra.

            Albino Saucedo era un ciudadano casado. También era empleado del ayuntamiento desde antes de la batalla.

Entre julio y diciembre le correspondió dirigir a los alarifes que no dejaron caer las construcciones públicas de la vetusta ciudad de Zacatecas.

Albino Saucedo dirigió la reposición de vigas, limpieza de caños, blanqueamiento de las paredes de edificios públicos y reconstrucción de puertas del Teatro Calderón.

Una observación importante: él no levantó las piedras y tierra del edificio federal que sucumbió el 23 de junio de 1914.

Permanente en su empleo, como burócrata de cincel, regla y martillo, Albino debió percibir en 1915 un peso con ochenta centavos diarios, como salario anual más de 650 pesos.

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