Marco Antonio Flores Zavala
La noche del Coecillo, de Alejandro García, me va como una novela que atrae al lector para conversar. El lector debe escuchar y junto al narrador reconstruir cómo fue una noche, la noche de las inflexiones, donde cada uno, la de los personajes y la del lector que ha escuchado al narrador.
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Está circulando la tercera edición de la novela La noche del Coecillo. La primera distribución es de 1993. La segunda la circuló Tlacuilo ediciones, quince años después de la anterior; entonces agregaron un muy buen ensayo introductorio de Héctor Gómez Vargas. Ahora el libro es una emisión de filigrana y con un postfacio -42 opiniones breves de lectores, estudiantes y colegas del autor- presentado antes en Facebook y la revista Redoma, justo para conmemorar 30 años de la novela-.
Aliento, ¿nocturno?
El aliento de Pantagruel (1998) la pienso como el inicio de una forma académica de hacer historia literaria y de la literatura, no centrada exclusivamente en autores o textos, o estos como pretextos, sino avocada en los escritores, sus escenarios, la obra y los medios de difusión como objetos de estudio en una región y una localidad.
Antes de su circulación, fue presentada como tesis de Historia en Sinaloa. El autor, Alejandro García Ortega, en el ensayo estudió en forma académica los imaginarios, las mentalidades, el lenguaje y las escrituras de quienes hicieron poesía, narración y ensayos poéticos.
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Siempre he creído que Alejandro García escribió La noche del Coecillo al mismo tiempo que El aliento de Pantagruel. U ocurrió una tras otra. Pero lo hizo inmediatamente. En ambos textos ejerció como escritor que atrapó realidad y lenguaje, configuró microhistoria y las intromisiones de la literatura en la historiografía y las excursiones literarias en las historias de las mentalidades y la cultura.
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Considero que La noche del Coecillo no es un relato barrial o de marginales. Es la narración donde un personaje llega a una ciudad y provoca que el pasado hable. El narrador es un geógrafo citadino -de la calle tal a tal-; registra voces y discursos diferentes a los protagonistas -hasta el eco del mítico mitin de León se escucha-. El relato no es nostálgico, es la escrituración de una vida vivida, donde se mira y escucha el entorno y los sanedrines familiares.
El autor
Como lector de Alejandro García (León, Gto., 1959), aprecio La noche del Coecillo como el texto base de una trayectoria que ha congregado su quehacer lectoral en novelas, ensayos, not fiction, periódicos y trabajos escolares; también su ojeo y ejercicio escritural de reseñas de libros, conferencias, y una permanente observación participativa -nótese Dodecamerón, cuentos (a caballo) para pasar todo el año, un trabajo que es más de antropólogo, que de narrador literario-.
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Posteriores a La noche, están las novelas La fiesta del atún (2000); Cris Cris, Cri Cri (2004, Premio José Rubén Romero 2002); y, Six de veinte (2016) integrado por cuentos procedentes de A Usted le estoy hablando (1980); (Perdóneseme la ausencia) (1983); y, Salsipuedes (2007). En lo citado, sin romanticismo o apuesta por el tema como pretexto, le distingue el cómo maneja la estructura narrativa y los juegos con el lenguaje -es un lingüista, no un simple narrador con tema-.
Otros libros
En lo que toca a ensayo, cito Narciso y el estanque (1998); El nido del Cuco. Escondrijos y vuelos de algunas obras literarias del siglo XX (2006); Encuentro y desencuentros (acercamientos al campo literario en Zacatecas) (2008). Admito que faltan referencias en esta colaboración, pero no los tengo a la vista.
Posdata
Compré La noche del Coecillo la tarde del 17 de diciembre de 1993, en la mítica librería La Piedra Angular.