Por: Sergio Bustamante.
La primera pista de que esta nueva saga de Spider-Man se sabía débil después de su primera y fallida entrega, vino con el cambio de escritores. El mexicano Roberto Orci y Alex Kurtzman tomaron las riendas del guión en un intento de golpe de timón o al menos corregir el rumbo. Acercar Spider Man, por poner un ejemplo reciente, al éxito que tuvieron con la gran secuela de Star Trek (Into Darkness, 2013). El problema es que lo logrado de aquel filme también se debió al talento del director. Y Marc Webb, con todo y su buen oficio, no está ni cerca de ser un J.J. Abrams.
¿Es Marc Webb, entonces, un mal director? Tampoco. (500) Days of Summer del 2009 —su mejor obra a la fecha— es un filme que podemos catalogar, desde ya, como clásico contemporáneo. Pero una cosa es dirigir cine independiente y otra una franquicia con cientos de millones de dólares en juego.
Las presiones de adaptarse a nichos comerciales vuelven a ser evidentes en esta secuela y Marc Webb, con una mejor historia y más rica en matices, se percibe absolutamente indeciso en la dirección de su héroe. Es decir, tenemos dos venas fílmicas que chocan ante un superhéroe que requiere personalidad definida.
Porque aparte de identidad, Spider-Man posee cualidades que conectan mejor con ese nicho al que precisamente se enfocan los productores: El adolescente. Específicamente el débil, el marginado por ser inteligente, estudioso, etc. Eso sí, con mucho sentido del humor y no menos ajeno a la problemática de cualquier escuela preparatoria. Peter Parker no es el millonario con deseo de venganza por la muerte de sus padres, ni el bebé semi-dios que fue enviado a este planeta para su protección. Pero sí es a la vez todo eso, aunque encarnado en el chico común norteamericano que vive con sus tíos. El Hombre Araña cumple el arquetipo socorrido del superhéroe, como los aludidos Batman y Superman, pero tiene mucho más que vivir y aprender. Independientemente de sus atributos, Peter Parker es el geek que accidentalmente se perdió la adolescencia.
Orci y Kurtzman juegan esta carta. La del crecimiento, que hace a un lado a Spider-Man para enfocarse en la madurez de Peter Parker y la transición hacía ese hombre emparentado con el superhéroe serio. Por otro lado, Marc Webb comprende esa dualidad, sin embargo, continua ubicando a Spider-Man en medio de luchas sin sentido por muy bien que se vean y estén filmadas. Porque vamos, visualmente este Spider-Man las lleva todas consigo. Y no lejos de ahí está el reparto, ahora sí bien compenetrado con los papeles que deben (no que les toca) desempeñar.
La introducción de Spider-Man es una secuencia de acción (imposible no notar los paralelismos con Star Trek e incluso James Bond) que nos recuerda quién es y cómo se desenvuelve Peter Parker. Y de paso abre un círculo narrativo que al final será trascendente cerrar o dejar a la mitad. Lo interesante, sin embargo, viene antes.
Otra introducción que es a la vez un guiño para quienes no están familiarizados con la historia. Un flashback al padre de Peter Parker explicando de nueva cuenta, pero más ampliamente, los sucesos que lo llevaron a alejarse de su familia y que (ya sabíamos) están relacionados con su hijo y lo que será su futuro. Finalmente como producto cinematográfico adolescente que es, las explicaciones pueden estar a la orden del día sin más reproche.
Hasta aquí la primera impresión cumple. Es buena. Incluso como para que mucho de este material hubiera sido explotado en la primera película y así evitar las incongruencias descriptivas de este nuevo Spider-Man.
Después conocemos a Peter Parker en presente y el estatus de su vida. Su relación con Gwen Stacy, con su tía May, con su educación escolar, etc. El plot point obvio sería la introducción del villano y su leitmotiv. Y es interesante que esto ocurra de forma muy casual mientras Spider-Man combate el crimen, gana, combate más crimen y vuelve a ganar para regresar a su vida normal. En esa consecución Spider-Man tiene un pequeño diálogo con Max Dillon (Jammie Fox) quien se convertirá en Electro. Y contra el desarrollo natural narrativo, la acción central es de nueva cuenta la vida de Peter Parker. En particular con su novia Gwen Stacy (Emma Stone). The Amazing Spider-Man 2, vamos viendo,es sobre el crecimiento y consolidación de Peter Parker y, en segundo término, El Hombre Araña.
La lucha del bien contra el mal es también la de él contra su futuro y las decisiones que debe tomar. Un núcleo dramático que hace poderoso a Spider-Man en nuevos terrenos. Sin embargo, Electro no es el único villano. La historia alarga el espectro para introducir al amigo de la infancia de Peter, Harry Osborn (Dane DeHaan) como el nuevo Green Goblin y de paso sembrar una serie de intrigas de poder alrededor de la corporación Oscorp, de la cual Harry es el único heredero. Lo que a su vez tiene relación con la búsqueda de Peter sobre qué sucedió con sus padres y con su futuro y el otro villano…¡uff! Si esto se lee apresurado es porque así se ve.
El argumento de Orci y Kurtzman decrece ante la rápida resolución y el poco fondo de Electro y The Green Goblin. Y si bien no estropea al filme, tampoco olvidemos que en este género un superhéroe es tal a partir de su némesis. Las consecuencias de ello deben ser manejadas por el director, que de nueva cuenta no logra la apropiación del personaje. De qué le sirve a Webb dominar el lenguaje y sacarse un dutch angle de la manga (sin justificación) en una de las escenas trascendentes, si Spider-Man finalmente es todo vuelo y cámara phantom. Si su vena cómica no permite, digamos, la seriedad de un Oficial Spock.
O por qué crear un villano como Electro, con una dualidad interesante que al igual que Spider-Man, no buscó serlo, pero que abraza feliz (o diabólicamente) su destino, si los valores narrativos no recaerán en él.
A pesar de esos grandes contratiempos, The Amazing Spider-Man 2 es una película efectiva porque apela a emociones primigenias. El problema es la forma en qué lo hace: siempre a la mitad de todo. No es el drama de lleno ni —afortunadamente— la acción pueril de la primera entrega. Y la hipótesis se comprueba cuando todo lo que ha de suceder más adelante no provoca, por ejemplo, sentimientos tan fuertes como los que supone un giro de tuerca.
A Peter Parker se le plantean interrogantes que deberían desembocar en un gran clímax. El argumento trabaja a partir de sus decisiones y hacia futuro ¿Está dispuesto a saber más de su pasado, por muy doloroso que sea? ¿A dejar ir al que él supone el amor de su vida? ¿A ayudar a Harry Osborn, su viejo amigo, aunque eso desemboque en consecuencias fatales? Las respuestas deberían entregar un filme diferente a este. Un filme mejor.
The Amazing Spider-Man 2, por mucho que sí lo sea, no deja de ser puro entretenimiento que no se permite durar más de dos horas y media. O dar explicaciones sin diálogos escritos para niños.