Hace muchos años, yo relacionaba el mes de mayo con las flores. Y no se piense que la mía era una reflexión ecológica, en lo absoluto. Mayo era el “Mes de la Virgen”. Mi abuela Esther me contaba que en su niñez, para esas fechas, las niñas se vestían de blanco e iba a ofrendar flores a la Virgen. Yo no podía evitar imaginar a las niñas en su alba indumentaria, hacinadas, cargadas de flores, postradas frente al altar. Me parecía una imagen muy linda y muy tierna. Sobre todo si la comparamos con el nada infrecuente espectáculo de hoy en día, donde las jovencitas van por ahí forradas en ropa que no deja nada a la imaginación; sacudiéndose al ritmo de canciones que, más que música, parecen berridos infernales; con las orejas toponeadas por auriculares; e idiotizadas por Facebook e Instragram (obvio que de los varones puede decirse otro tanto). El mes de mayo me parecía, con su día 10 incluido, un mes bonito, casi beatífico.
Pues terminó el mes de mayo, se acerca inminente el 7 de junio y viene el Secretario de Educación con su ocurrencia. Escribí no hace tanto -y me sostengo en mi dicho-, que no pensaba volver a hablar mal de mis maestros en público; así que estas líneas no están dirigidas a los maestros (me imagino que ya podrán dormir en paz). Creo sinceramente que no existe actividad más noble y de miras más altas, que la del magisterio; creo también, que los maestros deberían ser los profesionistas mejor remunerados de México; y que la docencia no solo fuera ocasión de satisfacción personal, sino también, de prestigio y solvencia económica; pero no vamos a llegar a ese punto si los propios maestros no demuestran, con hechos contundentes, su propia e indiscutible valía; su compromiso con México; y su, más allá de toda duda, capacidad incuestionable. Y no lo van a hacer, no lo pueden hacer, desde la arenga callejera ni, mucho menos, desde el chantaje.
Escribí la semana pasada que la lectura de la novela “El Chino”,1 me había dejado como regalo algo que yo llamé -orondo en el lugar común- “perlas de sabiduría”; leí entre otras cosas: “Había llegado al punto en que dos palabras dominarían su discurso: ‘Amenaza’ y ‘necesidad’”.2
Pues en ese punto estamos: Amenazados y necesitados a más no poder. México es una nación postrada por la pobreza de millones de compatriotas, por su endeudamiento exorbitante, por su sometimiento a los designios de los Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial (BM), etc.; pero, sobre todo, por su incultura, por su falta de educación. Eso nos hace un país débil y cada vez más pobre pues, cada día que pasa, perdemos recursos de valor incalculable (petróleo, oro, plata, bosques, etc.) sin que sus habitantes adquieran las capacidades necesarias para enfrentar los retos del nuevo Milenio.
El incremento de la deuda interna ha pasado del 49.4% del total de la deuda nacional, en el año 2000, al 77.6%, en 2008;3 y su servicio le cuesta al Erario más que el gasto en educación y en salud juntos.4 De hecho, en materia de inversión respecto del PIB, México es la segunda inversión más baja de los países de la OCDE;5 y por cada 100 alumnos que ingresan al primer grado de educación primaria en el país, solo el 68% completará los nueve años de educación básica, solo un 35% se graduará en el nivel de educación media superior y la deserción escolar entre los que ingresan a la universidad rebasa el 75%.6 Estos resultados se han obtenido a un precio muy alto; en los últimos años BM ha realizado una serie de préstamos al gobierno mexicano para ese fin, cerca de 300 millones de dólares en cada ocasión.7 En resumen, en materia educativa, las últimas administraciones “gastaron poco y gastaron mal”;8 de suerte tal que “la baja calidad educativa dejó a México sin capacidad de competir”.9 Diversos indicadores así lo demuestran: Mientras que el promedio de la OCDE fue de 19.2%. Sólo 3% de los estudiantes mexicanos alcanzó los niveles más altos (5 y 6), que significa contar con la capacidad de identificar, explicar y aplicar conocimientos científicos de manera consistente en una variedad de situaciones complejas de la vida cotidiana.
La amenaza y la necesidad están aquí. Presentes, como acabamos de ver a ojo de pájaro. No es eludiendo la responsabilidad propia como vamos a sacar al país adelante; no es impulsando reformas ni empeñando la palabra, que luego no somos capaces de cumplir, como vamos a recobrar la confianza ciudadana; el futuro de México no puede transitar solamente por la senda de la verborrea y los discursos vacíos carentes de contenido y desnutridos de acciones; el acto de gobernar no puede ser como la danza de los cangrejos: Un pasito p’a delante y dos pasitos para atrás.
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1 MANKELL, Henning. El Chino. Colección Andanzas. TusQuets editores. México. 2008.
2 Op. cit. Pág. 339.
3 VÁZQUEZ COTERA, Daniel. “Evaluación de la Estructura de la Deuda Pública de México, 1980-2008” en revista Análisis Económico, número 58, vol. XXV, primer cuatrimestre de 2010. México. Pp. 77-98. Pág. 79.
4 CONTRERAS DÁVILA, Talina. Op. cit. Nota al pie número _. Ibidem.
5 OCDE. Perspectivas OCDE: México Políticas Clave para un Desarrollo Sostenible. OCDE. México. 2010. Pág. 36.
6 SANTIBAÑEZ, Lucrecia, VERNEZ, Georges y RAZQUIN, Paula. Education in Mexico. Challenges and Opportunities. Research and Development (RAND). USA. 2005. Pág. 17.
7 SANTIBAÑEZ, Lucrecia, VERNEZ, Georges y RAZQUIN, Paula. Education in Mexico. Challenges and Opportunities. Research and Development (RAND). USA. 2005. Pág. 26.
8 Ibid. Pág. 137.
9 Ibid. Pág. 139.