Por Marco A. Flores Zavala

Notas sobre Formas de decir adiós, de Roberto Galaviz. Editorial SNTE, 2018 (2ª edición).

El libro Formas de decir adiós, de Roberto Galaviz (Fresnillo, 1986), es un poemario. Está integrado con medio centenar de textos poéticos. La presentación, hecha por Salvador García y Ortega, director de la Banda Sinfónica de Zacatecas, es una exagerada singularidad, pues es una “pieza (musical) compuesta a propósito de este libro.” El extremo es porque no hay antecedente de que un libro tuviese tal forma de comentario inicial. También es dable aludir que el volumen cierra con un mirlo dibujado, éste es obra de la artista visual y radiofónica Jael Alvarado.

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Parte de los textos Galaviz los publicó en diferentes suplementos culturales. Para quienes le hemos leído, se puede considerar que no existía una premeditación temática. El poeta escribió y quizá en el vuelo del mirlo emergió la unidad poética y ahora tenemos una propuesta de poesía.

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Formas de decir adiós no es, deslindemos desde ahora, ni un tratado tanatológico y menos un documento dramático. Pese al “adiós”, el poemario es un compendio de diferentes formas de amar y concluir una fase del hecho amatorio.

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Galaviz escribió sobre los amores, los afectos, las palabras y los hechos que seducen. “No te prometo quedarme contigo para siempre/ te ofrezco, eso sí, un pacto de memoria,/ un pacto perfecto… no te convenceré que soy el hombre de tu vida/ -aunque sabes que puedo hacerlo-.”

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La urdimbre del libro lo integran actos físicos, impresiones, deseos, promesas en una trama que no claudica en el dolor, sino que converge y emerge de un realismo poético “Podría decirte que el amor existe/ y que es homogéneo como simple agua de mar,/ (que de simple, tiene tan poco)/… el amor ocurre y entonces, somos.”

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Es allí, en la trama, donde el poeta acierta de cómo puede tratarse el infinitesimal tema del amor, y es como un hecho donde converge el ser ( el lugar, el tiempo), los nexos (afectos, amores) y las múltiples formas de concluir y despedir: “entonces nos damos cuenta/ de muchas otras cosas, entre ellas,/ comprendemos que el destino/ sabe cómo moldear nuestro rostro/ para que se parezca a nuestra vida… en el último beso/ ¿quién será el que dirá basta?”

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Es obvio que el realismo poético de Galaviz proviene de la forja de sus haberes culturales: es un humanista con estudios en docencia y literatura, pero también es un individuo que se mueve entre los acordes musicales y visuales de los mass media y el examen denso de lo que vamos construyendo como cánones culturales.

Ha publicado: “Fiestas populares, una música circular”, de la serie Homenaje a la ciudad, festejos del Centenario y Bicentenario, del Centro de la Gráfica; y “Poema a la muerte de un elefante”, en Cartonera La Cecilia.

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Los enunciados precedentes pueden confirmarse en el ritmo que halan las palabras de Formas de decir adiós: proyectan, describen, asientan, detienen y dan acción comunicativa poética: “Prometí que mar tu nombre,/ desaparecer/ toda evidencia nuestra/ y borrar cada huella/ de los lugares donde estuvimos… prometí dejar caer/ como ceniza/ tu risa/ el ruido que hacías/ cuando tu cuerpo y el mío/ no eran cuerpos, sino –un cuerpo-.”

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Esta obra está redactada en el vivir y contemplar; vivir y atrapar lo que es poesía. Hace tiempo, Galaviz escribió: “Sé que mi capacidad para escribir, y en algunos casos, comunicar efectivamente, y hasta con belleza, tiene fecha de caducidad. Ésta, terminará el día que deje de ver poesía a mi alrededor, más aún de vivirla. Me es imposible concebir la literatura cuando es abstracta, críptica, con amontonados juegos barrocos y palabras incomprensibles de botepronto. Espero puedan comprender, el asunto aquí es verdaderamente simple, para mí la poesía debe ser primero vivencial y después, -si hay tiempo- tangible, es decir, escrita. (Crítica, forma y fondo, número 40, octubre 18 de 2015.)”

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Galaviz escribió, ratificamos, sobre el amor y lo que en cada ciclo debe ocurrir: las despedidas de los amores.