Por: Sergio Bustamante.
En semanas recientes se hizo viral una tendencia en redes sociales en la cual los usuarios romantizaban su trabajo, rutina y demás situaciones ordinarias como si fueran una película de Wes Anderson. Esto es, videos de cortes rápidos donde predominan los encuadres simétricos, colores pastel adornados por algún filtro, y melodía vintage, entre otras características. La relativa facilidad con la que cualquier persona puede crear estos videos se debe, por supuesto, a las herramientas que ofrecen las aplicaciones, pero principalmente a que el estilo de Wes Anderson está tan definido que ya es una marca.
Estilo que también la ha ganado detractores, acusándolo de repetitivo o señalando un desgaste artístico. Y si a esto sumamos la tibia recepción que tuvo The French Dispatch (2021), el temor era que Asteroid City, su nuevo obra, corriera con una suerte aún peor pues a primera vista es un trabajo donde sus elementos distintivos están hiper elaborados, comenzando por la paleta de colores.
La cinta, sin embargo, da cuenta de un director que ha regresado a su mejor forma y que demuestra que esas horribles tendencias de redes están, afortunadamente, muy lejos de su cine.
Replicando de forma tenue la estructura de matrioshka que tenía The Grand Budapest Hotel (2014), esa en la que la historia se cuenta en tres niveles o tiempos, Asteroid City se nos presenta como una obra de teatro que a su vez deviene en programa de televisión y en un drama meta que ocurre detrás de esos bastidores.
Dicha ambición es manejada con mano firme por el director diseccionando de forma clara, al menos de inicio, la realidad de la ficción.
El filme comienza en radio de 4:3 en blanco y negro (como un programa de TV en la década de los cincuenta) con Bryan Cranston, nuestro narrador, informándonos que lo que estamos a punto de ver es una dramaturgia de la mente del escritor Conrad Earp (Edward Norton). Cranston nos explica puntualmente los personajes, los actos, el escenario y la trama. La transición es hacia un formato amplio lleno de colores en el cual conocemos el pueblo que da título a la cinta.
Asteroid City es un típico pueblo en medio de la nada, o de la Norteamérica profunda, en el cual se conjugarán una serie de visitantes con motivo de una ceremonia de premios de ciencia que distinguen al talento adolescente. Ahí conocemos primero al hilo conductor, Augie Steenbeck (Jason Schwartman) junto con sus tres pequeñas hijas, y Woodrow (Jake Ryan), su hijo varón y uno de los concursantes del afamado premio. Augie, fotógrafo de conflictos bélicos, tiene aparte la misión de llevar a las trillizas a visitar al abuelo (Tom Hanks) y confesarles que su madre murió hace semanas, pero aún no logra reunir el valor para ello.
El cuadro lo completan la estrella de cine Midge Campbell (impecable Scarlett Johansson), su hija Dinah (Grace Edwards); un grupo de niños de primaria liderados por su inocente maestra June (Maya Hawke); una banda de músicos cuyo autobús los deja varados ahí; el gerente del hotel interpretado por Steve Carrell, la Doctora Dr. Hickenlooper (Tilda Swinton), quien es la jefa del observatorio espacial; el general Gibson (Jeffrey Wright) a cargo de representar al gobierno en el concurso; y el resto de las familias de los otros adolescentes concursantes, entre los cuales contamos a un hiperactivo, un “cerebrito” de descendencia oriental, y una chica en apariencia ordinaria.
El hecho de que este vario pinto grupo se encuentre ahí más involuntariamente que de ganas, abre paso a las dinámicas típicas de Anderson, esto es desencuentros de ideas y perspectivas de vida expresados a través de pláticas de tono funesto o pasivo-agresivo. Siempre, eso sí, con humor.
Sin embargo, antes de la primera mitad ocurre un evento que obliga a todo este grupo a permanecer en cuarentena dentro del pueblo, lo cual desemboca en una profundidad dramática y un tono surrealista que es casi inédito en la filmografía del cineasta.
Este cambio de tono favorece enormemente al otro nivel narrativo de la cinta, ese en el que los actores rompen con el personaje para cuestionarle a Earp los motivos, sus propias actuaciones, el arco que deben tomar, e incluso al mismo dramaturgo divagando sobre la finalidad de esto, pues al inicio nos hace saber que en realidad no tiene claro hacia dónde va su idea.
El resultado de este intercambio es una película que precisamente no pareciera tener un objetivo pero que a la vez no lo necesita, pues sus viñetas van a divagar y a tratar de darle un sentido elevado a cada uno de los cuestionamientos que se hacen sus personajes. Es, para ejemplificarlo más simple con la misma filmografía de Anderson, como si The Royal Tenenbaums (2001) en realidad fuera esa obra que escribe el personaje de Margot (Gwyneth Paltrow) para desahogar sus traumas familiares, y de cuando en cuando el reparto rompiera constantemente el personaje para cuestionarle tras bambalinas (o en el mismo set de la película) sus decisiones dramáticas. Asteroid City funciona de esa forma y va incluso más lejos.
No es únicamente una historia sobre el duelo familiar, la carrera atómica, o el lugar que ocupamos en el infinito del universo. También tiene cantidad de referencias a las influencias del director y refleja en temas como lo complejo y desgastante que es la creación artística. ¿Es Anderson permitiéndonos una mirada íntima a parte de sus procesos como cineasta? Pareciera que hay pistas de ello e incluso unos minutos extra de duración le hubieran caído bien a la trama porque hay mucho aquí a explorar.
Y es una maravilla que uno desee más de este cine no por el portento visual, sino por los temas que explora. Es pues un Anderson maduro, en absoluto dominio y arriesgado como pocas veces lo ha sido. Lo que propone Asteroid City ninguna inteligencia artificial ni aplicación podrá lograrlo, ni de cerca, jamás. Por el bien de todos.