Por: Alejandro Ortega Neri
Me asusté mucho cuando en la Feria Internacional de Guadalajara 2014 el escritor sinaloense Élmer Mendoza no asistió debido a haber sufrido un infarto.
La muerte se ensaña con los escritores, he pensado, porque son quienes mediante la ficción la llaman y a veces se ríen de ella. Afortunadamente Élmer regresó al año siguiente y lo hizo de la mano del entrañable Edgar el “Zurdo” Mendieta, su gran personaje.
Besar al detective (Random House 2015) es la nueva entrega de la saga protagonizada por el detective culichi que inició con la magistral Balas de plata.
En esta historia, el “Zurdo” tendrá que recurrir a sus contactos dentro del mundo del narco para esclarecer al asesinato de un adivino, sin embargo, en ese mundo hostil, los favores se pagan con más favores y el “Zurdo” será pieza clave para que Samantha Valdés, la jefa del Cártel del Pacífico, quien ha sido emboscada y detenida, escape.
Pero la prueba más grande para el detective llega cuando le notifican que su hijo, el Jason, ha sido secuestrado en la ciudad de Los Ángeles.
El “Zurdo” quien está siendo buscado por su complicidad en el escape de la capisa, pide ayuda al cártel para ir en busca de su hijo a Estados Unidos donde tendrá que enfrentarse junto con su hermano, su ex esposa, sus cuates y la invaluable ayuda de la agente Gris Toledo, todos personajes ya de la saga, a los siniestros intereses del FBI y a los rencores del pasado.
Con el regreso del “Zurdo” Mendieta, Élmer Mendoza continúa evidenciando que en este país las traiciones, la corrupción, los pactos y la violencia derivada del crimen organizado, son parte de la vida cotidiana.
“Algunos pensaban que la guerra contra el narco había llegado a su fin, pero los muertos seguían apareciendo” escribe en un pasaje de la novela. Pero lo bueno, dice también en el libro, “es que matan a cientos de políticos al año y nadie protesta. Están malditos y no duelen”.
Élmer Mendoza aprovecha el mundo de corrupción que recrea para lanzar la crítica al sistema de impunidad que impera el país. De ese cohecho existente entre el crimen y el gobierno, mismos que se mezclan en una simbiosis inexplicable que nos hace confundir a los unos con los otros.
Igualmente, Mendoza desvela los pactos entre el narcotráfico mexicano con las instituciones de seguridad de Estados Unidos, en esta, su primera salida de Culiacán del “Zurdo” hacia el vecino país del norte. Con esto, el escritor sinaloense, trasciende el género de la novela policiaca.
Mucho se ha hablado, en varias reseñas, del ablandamiento del detective en esta última entrega, lo cual sería una de las reglas a no seguir si se escribe novela policiaca, lo cual desde mi perspectiva no identifico, lo que sí es que se le nota al “Zurdo” la consciencia de su papel de padre protector.
Donde sí se le observa más blando es al lado de Héctor Belascoarán Shayne, el detective chilango de Paco Ignacio Taibo II, en uno de los momentos más entrañables de la novela, su bereve encuentro en el café Miró, y con el que Élmer Mendoza le rinde un homenaje a Taibo II quien se ha negado a traer de vuelta al personaje cojo y tuerto tan querido por los lectores.
Lo que pienso es que si Belascoarán Shayne no regresa en un momento a combatir la delincuencia, no hay que temer, la estafeta ya está en buenas manos, las de Edgar el “Zurdo” Mendieta y de Élmer Mendoza, quien es hoy por hoy, el patriarca de la novela policiaca mexicana.