En medio de la inestabilidad militar y administrativa por la que atravesaba México en la primera mitad del siglo 19, una biblioteca pública dio sentido a una idea de desarrollo y progreso en el entonces Gobierno de Zacatecas.
El objetivo de su creación fue instruir al pueblo, de tal forma que la mayor parte de la población de Zacatecas aprendiera a leer, a escribir y, en consecuencia, que tuviera acceso al conocimiento.
Actualmente, este centro del saber subsiste bajo el nombre Biblioteca de Colecciones Especiales “Elías Amador” y forma parte de la Coordinación Estatal de Bibliotecas del Estado de Zacatecas.
Su valor histórico la coloca como la biblioteca pública más antigua de Zacatecas y la segunda del país; la primera de México fue fundada en 1827, en Oaxaca, y hoy lleva el nombre “Fray Francisco de Burgoa”.
Una breve semblanza
Este 1 de diciembre, la Biblioteca de Colecciones Especiales “Elías Amador” cumple 189 años de fundación.
Desde el punto de vista histórico, es considerada como el antecedente directo de la educación en Zacatecas, por el contexto social y los objetivos bajo los que surgió.
“Este recinto inició actividades en 1832, en el Gobierno de Francisco García Salinas, bajo una administración que tenía visión muy profunda de lo que entonces representaba la educación: crear la biblioteca pública para la instrucción del pueblo”, destacó Juan Carlos Ochoa Valenzuela, director de esta biblioteca.
Su valor puede medirse desde distintos enfoques; por ejemplo, en esta emblemática biblioteca se han formado muchas generaciones y, definitivamente, ha contribuido en el avance científico y académico del estado, del país y del mundo, comentó.
En sus inicios, en el periodo del Gobernador García Salinas, recibió un acervo de 1 mil 500 obras, pero, con las Leyes de Reforma, al darse la expropiación de los bienes eclesiásticos, entre ellos los libros, llegó el gran cuerpo de la biblioteca con alrededor de 16 mil ejemplares, entre obras dominicas, agustinas, juaninas y jesuitas.
Valor patrimonial
No todos los libros que alberga son de carácter religioso, también los hay de astrología, filosofía y matemáticas, y están escritos en latín, castellano, portugués y alemán.
Hoy en día, el recinto conserva más de 22 mil libros, todos debidamente catalogados, que versan sobre historia religiosa, humanismo, filosofía, literatura y ciencia, y se encuentran ahí obras de Carlos María Bustamante y de J. Jesús González Ortega, por mencionar algunos autores.
Sin duda, la obra más consultada que atesora este recinto corresponde al libro Racionale Divinorum Officiorum, un texto en latín editado en Venecia, Italia, que data de 1509 y que gira en torno al ritual católico y a la homilía.
También, destacan la “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, de 1552, y que perteneció a la Propaganda Fide, así como “Malleus Maleficarum” (“El Martillo de las Brujas”), editado en 1614, en Lyon, Francia, un libro que ayudaba a identificar y cazar brujas durante la Santa Inquisición.
La biblioteca cuenta también con un catálogo en línea (http://www.seduzac.gob.mx/eliasamador/busqueda.php?buscar=Malleus), mismo que cumple con todos los campos de investigación y ha permitido que estudiosos de la Historia que radican fuera del estado e incluso del país se acerquen a ella de manera virtual.
Dada la relevancia de la Biblioteca de Colecciones Especiales “Elías Amador”, ha sido objeto de estudio por diversas instituciones, académicos e investigadores de dentro y fuera del país, fundamentalmente, gente cercana a la historia, a la filología, latinistas y traductores.
A lo largo de su historia, la biblioteca ha sido itinerante, pues, inicialmente, arrancó su labor en el denominado “Palacio de la Mala Noche”, y hasta finales de la década de los años 90 se ubicó en el edificio que alberga el Museo Pedro Coronel, donde sigue al día de hoy.
Ochoa Valenzuela señaló que “es por demás necesario preservar este patrimonio que nos regaló la historia, una responsabilidad que compete a la sociedad civil y autoridades, y urge hacerlo”.
La biblioteca cuenta con un proyecto académico que sustenta y enaltece su quehacer, el cual ha permitido que se realicen encuentros, publicaciones académicas y vínculos con otras instituciones de fondo antiguo.