Por: Sergio Bustamante.
Cierto es, como ya se ha mencionado bastante, que la premisa de Bodies Bodies Bodies (penosamente traducida, para no variar, como “Muerte, Muerte, Muerte”) es una adaptación moderna del whodunnit. Es decir, un grupo de personajes acuden a una reunión y tras el asesinato de uno o varios de ellos, el resto permanecerán encerrados (de preferencia en una mansión) hasta que se desentrañe el misterio de quién fue él o la culpable del crimen. Una fórmula por demás socorrida en cine y teatro a la que siempre se le podrán agregar nuevos tratamientos.
Bodies bodies bodies no es la excepción. Sin embargo, dicho tratamiento o, en este caso, re interpretación moderna, está más interesada en un retrato/parodia de la generación Z estadounidense que en plantear un misterio a la Agatha Christie.
La historia nos presenta a un grupo de jóvenes de clase alta que, ante la inminente llegada de un huracán (no se menciona pero asumimos que se ubica en alguna parte exclusiva de Florida), deciden recluirse en la mansión de uno de ellos para pasarla de fiesta toda la noche de la tormenta.
Ahí conocemos a David (Pete Davidson), el pesado “dueño” de la casa y su novia Emma (Chase Sui Wonders; Alice (Rachel Sennott) y su novio Greg (Lee Pace), un hombre de edad mayor que desentona del grupo; Jordan (Myha’la Herrold); y Sophie (Amanda Stenberg), una chica a la que el resto llevaba meses sin ver por problemas de drogas y la cual llega acompañada por su nueva pareja Bee (Maria Bakalova), una chica tímida de descendencia rusa.
Como es de esperarse en una reunión de juniors que lo tienen todo, no tardan en aburrirse y entregarse a consumos desmedidos de alcohol, drogas y conversaciones sin sentido. En dicha convivencia es que alguien propone jugar el juego del título, el cual no es más que una insulsa adivinanza tipo “quién es el asesino”, pero la situación se tuerce macabramente cuando durante un apagón uno de ellos aparece muerto.
Dirigida por Halina Reijn con guión Sarah DeLappe, la cinta ciertamente tiene un muy buen enfoque femenino, sin embargo su mejor acierto está en la mordaz forma de satirizar a la generación instagram. Específicamente los niños ricos, lo cual no es una tarea menor pues muchos filmes actuales caen en la condescendencia o la cursilería a la hora de intentar señalamientos similares.
Sin romantizar sus malos hábitos ni haciendo juicios morales (eso le corresponde a los protagonistas), Bodies se enfoca primero en pintar la dependencia a la tecnología que tienen estos chicos. Están juntos en una mansión con todas las amenidades y opciones para pasar el rato, pero sus intereses reales pertenecen a la pantalla de sus celulares y el chisme que proviene de las redes sociales.
La trama emplea de forma precisa ese contexto para ir creando un ambiente tóxico. Estos chicos, vamos notando, en realidad no tienen ningún lazo afectivo y detrás de los abrazos efusivos, brindis y sonrisas, hay un montón de rencores, celos y envidias que se han ido guardando en aras de “aparentar”.
La muerte de uno de ellos en circunstancias misteriosas es el gatillo que dispara toda esa mala vibra que reprimían, lo cual sumado al frenesí de muchas líneas de cocaína y otros estimulantes, provoca que las enemistades afloren y convierte el slasher en una comedia de enredos casi en su totalidad.
Si bien la fórmula del whodunnit siempre está presente, finalmente hay un muerto y más allá del odio mutuo que se tengan también hay un interés real por descubrir quién fue, en realidad Bodies se ancla en el subgénero (si se quiere verlo así) del cabin fever, en el cual los personajes comienzan a desvariar y cometer actos de terror debido a la psicosis del encierro y, en este caso, las drogas y las sospechas.
Aquí la comicidad nace a partir de situaciones absurdas y el estupendo delivery de Bakalova y Rachel Sennott, quienes entienden perfecto a sus personajes, pero para su fortuna el aspecto del horror no se desvanece del todo gracias a que reitera factores como la desconfianza y alucinar situaciones y enemigos.
Con gran mano para ir escalando la tensión, las dosis de sangre, y el misterio de un posible asesino, Halina Reijn entrega un divertimento cuyos apuntes sobre la modernidad son un plus tanto para la audiencia como al arco de la trama.
Siendo estos chicos gente que ha vivido siempre en una burbuja de privilegios, no saben cómo reaccionar ante una situación como la que se les presenta ni actúan con lógica, y eso va desembocando eficazmente en una sátira que muestra un nivel de torpeza muy gracioso y que les quita la máscara de falso progresismo tan vanagloriado por esta generación.
Y no es que la cinta desee englobar a la juventud bajo este matiz, finalmente en los whodunnit es una regla quitarle la fachada de bondad o maldad a los personajes y mostrarlos tal cual son hacia el final. Pero en este contexto de frivolidad y dependencia a la tecnología, encuentra nuevas vetas que explotar y entrega un comentario social que aunque carece de profundidad, sí es notable.
Bodies Bodies Bodies podrá no ser la Scream de este siglo (y ni desea reinventar nada) pero se hace de un buen lugar en el horror juvenil actual.