El mito de la Reconciliación Nacional.
Por Gabriel Contreras Velázquez
El escenario en Zacatecas era previsible. Andrés Manuel López Obrador ha pulido, encerado y aceitado una robusta maquinaria discursiva desde hace 12 años. La lucha entre buenos y malos, pueblo bueno y corruptos se instaló de manera efectiva en el imaginario social. La polarización pervive como un anticuerpo social del presidente.
Quienes están del lado de la Regeneración Nacional, la celebran. La oposición es apenas tolerada, en espera de descalificaciones. El presidente fue muy claro: “estamos limpiando el gobierno de corrupción”. No se refiere a procesos administrativos concretos para sacudir las instituciones de sus anomalías. No, Andrés Manuel limpiará al país cuando Morena gobierne en todos y cada uno de los municipios y estados de México, con las riendas del poder en sus manos.
La depuración la plantea paulatina. Mientras pide no ver “a los ciudadanos que militan en otros partidos como enemigos, ni siquiera como adversarios”, el discurso no abandona el filo entre dos mundos: el actuar ético, el comportamiento moral, el político honesto, el pueblo bueno, el pueblo sabio contra los viejos hábitos que combate la Cuarta Transformación.
El ejercicio del poder lo construye desde el lenguaje, al cual le da un lugar preponderante en su universo político. “Hay viejos agravios”, sin embargo, hay que respetar a las autoridades locales. “Nada de división ni dentro ni fuera del Movimiento”, pero la pelea entre los grupos políticos en Morena cimienta la vida diaria del partido.
De manera simplona y algo populachera, el mandatario guerrerense Héctor Antonio Astudillo Flores trató de explicar las nuevas condiciones del “consenso” político entre niveles de gobierno. Dijo, agraviado por el rechazo popular que López Obrador sembró, que no asistiría más a los torneos de abucheos e insultos si es que esa sería la tónica de los eventos con el Gobierno Federal.
Explicó así el nivel de ritualismo y catarsis que han alcanzado los mítines de López Obrador. Ahí, cualquier símbolo ajeno al rito de purga colectiva, especialmente aquellos que han sido identificados como corruptores, será linchado en la plaza pública.
No importa el partido del que se trate, ni del gobernador o presidente municipal sea el caso, mientras no pertenezcan a la Cuarta Transformación son una otredad para combatir. ¿Por qué sería distinto? Evocar una “Regeneración Nacional” lleva implícito el sentido de lucha contra el pasado.
Los discursos de corte nacionalista pulularon en el siglo 19. Su época de esplendor se conoció durante las primera y segunda guerras mundiales. El otro, el enemigo, el que es ajeno, el que representa una amenaza, debe de ser liquidado, desconocido y exterminado. Es la política llevada a los extremos.
La radicalización en el ambiente la conocimos desde la campaña. Aquellas figuras políticas que antes pertenecían a las filas del “viejo régimen”, llegaron vía la “purificación” a Morena. Expiaron sus pecados y se unieron al pueblo pobre, honesto y justo. No escatimaban en lenguaje.
En el transcurso no había intermedios. O se está del lado de la Cuarta Transformación o se ponen en duda las intenciones para con la patria. La prensa, la iniciativa privada, las autoridades ajenas a Morena, la sociedad civil organizada, si no comulgan con los planteamientos presidenciales pasan al bando de los enemigos.
Estamos en los prolegómenos de una sociedad en confrontación, incluso a punto de la violencia física en ocasiones. La Reconciliación Nacional no llegará con pedirle al pueblo sabio que se porte bien y que respete. Que no divida entre los buenos y los “prianistas”.
Años de exclusión y corrupción, de simulación, generaron las condiciones propicias para una presidencia al estilo de Andrés Manuel López Obrador. No obstante, los “viejos agravios” tendrían que destensarse desde las instituciones, no renunciar a ellas para pasar a una política de una sola vía, de una sola alternativa, de un solo discurso y de un solo comportamiento.
Quienes están al amparo de la Cuarta Transformación no dudan que ese sea el camino. Y será así hasta que la maquinaria de López Obrador arrolle sus circunstancias y su propia viabilidad política. Hasta que se encuentren del otro lado, donde al enemigo hay que envilecerlo. Sólo así entenderán que el núcleo del discurso no es la reconciliación nacional sino la venganza histórica.
No iba a ser distinta la primera visita de López Obrador a Zacatecas como presidente de una nación dividida. Alejandro Tello Cristerna vivió en carne propia la polarización y el circo romano. Su partido incluso ayudó a llenar el evento.
En su estilo de hacer política de extremos, Andrés Manuel evita lugares donde sabe que el pueblo sabio también lo abucheará. Así canceló su gira en Aguascalientes este fin de semana por el desabasto de combustibles. Lo mismo que su presencia en Puebla para las exequias de la familia Moreno-Alonso. Así canceló también su asistencia a los Foros de Pacificación. El monarca sólo tolera aplausos del pueblo al que se debe.
#Casualidades: De tejana blanca (ad hoc a su nueva identidad), en silencio y sonriente ante la rechifla, David Monreal Ávila escuchó el discurso de López Obrador. Ni una mención mereció el fresnillense en las palabras del presidente.
Y es que, sin vela en el entierro y a diferencia de sus hermanos, David aprovecha cualquier oportunidad para placearse con Andrés Manuel. Su “equipo” armó la logística de la visita, lanzando a los servidores de la nación a cuidar los accesos, antes que terminar el Censo de Bienestar.
La pifia le valió un segundo llamado de atención en menos de un mes a Verónica del Carmen Díaz Robles. “¡Que se apuren!” exigió el presidente a la delegada, que a la fecha no se atreve a dar una cifra concreta de avance del Censo.
De paso le llenó el costal de responsabilidades. Las nuevas tarjetas de “tandas del Bienestar” también deberá entregarlas la asistente de David. Aunque en su gobierno ya no habrá corrupción, es mejor dar créditos que invertir en infraestructura, por si las dudas.
Estuvieron ahí también los ejidatarios afectados por el proyecto Milpillas, respaldados por las diputadas Gabriela Pinedo Morales y Alma Gloria Dávila Luévano. Esperaban un rotundo NO al proyecto hídrico, pero el presidente rescató el llamado a consulta popular que hiciera Alejandro Tello desde el pasado 15 de noviembre.
Entre el abucheo y la catarsis pasó por alto el recorte al presupuesto de becas a universitarios, adultos mayores y estudiantes. Al menos mil o dos mil millones menos de lo que prometió en su “gira de agradecimiento” en octubre del 2018. En la Cuarta ni chistaron.
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