¿Le gustaría encontrar en un misma historia, querido lector, a un hombre anciano que se dedica a escribir las últimas palabras para las personas, la poesía de Vallejo y Pessoa, la música de Joaquín Sabina mezclada con los acordes sombríos y románticos de Lacrimosa y The Cure y además narrada con las características del realismo mágico?
Pues puede encontrarla en El escritor de epitafios (Alfaguara 2011) del chileno Hernán Rivera Letelier, una novela breve o bien, si se quiere, un poema en prosa cargado de una belleza y ternura inefable.
Rivera Letelier, narra, como lo hizo en La reina Isabel cantaba rancheras (Alfaguara 1994) y El fantasista (Alfaguara 2006) desde el territorio del realismo mágico o lo real maravilloso, como le llaman algunos. Sin embargo a diferencia de sus libros anteriores, la historia no se centra ya en las oficinas salitreras de la Pampa chilena, ni se asoma ya el fantasma oscuro de la dictadura pinochetista, más bien ahora la historia transcurre en una ciudad cualquiera de Chile en la que el amor de un viejo escritor de epitafios hacia una niña gótica es el principal protagonista.
El escritor de epitafios comparte todos los días su café en la mesa con un grupo de personajes sui géneris: un actor de teatro infantil, una poetisa erótica, un escultor de locomotoras y un fotógrafo de cerros, tuerto, por cierto. Ellos, cada uno desde su disciplina, observan el mundo y el tiempo transcurrir, pero se dedican a escuchar con parsimonia al escritor de epitafios, que del grupo es quien ha recorrido más mundo.
Él considera que los ángeles pueblan la tierra, sin embargo no se les distingue fácilmente porque no traen alas porque son pesadas, por lo que necesitarían una musculatura colosal para poder con ellas. Es por eso que el viejo cree que los ángeles son seres humanos transfigurados que se reconocen por su irresponsabilidad, su lucidez y porque son capaces de cazar los crepúsculos; de ahí que sus amigos sean para él ángeles, al igual que los escritores y los poetas como Pessoa y Vallejo y los músicos como Joaquín Sabina. Los únicos que no son considerados por el escritor de epitafio como seres divinos y alados, que por el contrario ellos conviven con el diablo, son los críticos de arte.
La vida del escritor de epitafios transcurre entre poetas hasta que un día, a la luz de un atardecer, una silueta negra irrumpe y crea un momento memorable. Es una niña gótica, un ángel oscuro y sombrío que despliega soledad y desolación. El escritor de epitafios queda embelesado ante ella y por seguirla, el destino puede volverse del mismo color que la vestimenta de esa niña misteriosa.
Hernán Rivera Letelier construye una novela breve o poema en prosa, repito, a través de bellas imágenes y canciones que utiliza para ir creando una historia que hable sobre todo del amor y del poder que éste tiene para cambiar destinos, gustos y colores.
Si las novelas se escriben escuchando un soundtrack, el playlist del Escritor de epitafios sería el siguiente:
Joaquín Sabina “La canción más hermosa del mundo”
https://www.youtube.com/watch?v=P5GB2JTJrEg
Silentium “Revangelis”
https://www.youtube.com/watch?v=Np0t_wR5Cuw
Lacrimosa “Alleine zu zweit”
https://www.youtube.com/watch?v=MuGFENZFprY
The Cure “Prayers for the rain”
https://www.youtube.com/watch?v=DtQOlErK2bI
Así es que, querido lector, escuche esta lista mientras lee la novela de Hernán Rivera Letelier y quizá así podamos entender el amor del escritor de epitafios por esa misteriosa niña llamada Lilith y darle la razón cuando se cree que “se sufre más con los pensamientos que con los sentimientos”.