Cantar a los narcos: el barómetro de una sociedad en crisis

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neriPor: Alejandro Ortega Neri

Cuando el Estado rompe el pacto social que tiene con el pueblo, cuando deja de hacer su trabajo, de brindar empleo y seguridad, se encumbra entonces la figura del narcotraficante, quien adquiere poder y aceptación de la gente que ve en él, a un delincuente que lucha por el bien del pueblo, a un ladrón que se burla de la ley y que busca lo mismo que los políticos, poder y dinero pero sin máscaras ni discursos moralinos. Es durante este momento cuando surgen también los cantos hacia el narcotraficante, los llamados “narcocorridos” que pueden considerarse como el barómetro para medir el pulso de una sociedad en crisis.

Esta es la hipótesis del investigador de la Universidad Estatal de San Diego, California, Juan Carlos Ramírez-Pimienta que expone en su libro Cantar a los narcos. Voces y versos del narcocorrido (Planeta 2011). Una investigación académica exhaustiva que viene a engrosar la bibliografía sobre el corrido con interesantes aportaciones.

Quizá la principal contribución de Ramírez- Pimienta, allende a la interesante hipótesis planteada arriba, es que hace una diferenciación entre “corrido sobre narcotráfico” y “narcocorrido”. Para el académico, el primero, son cantos que narran conflictos entre el delincuente y la ley, anécdotas del traspaso de material hacia Estados Unidos, pueden incluir moralejas e incluso algunos son condenatorios. Mientras que los “narcocorridos” son aquellos que exaltan la figura del narcotraficante, hacen alarde de su riqueza y poder, de las drogas que consumen y las armas que portan. Son cantados usualmente en primera persona y muchos de ellos no muestran algún arrepentimiento de lo que hacen, sino todo lo contrario.

Pero para llegar a este punto, Ramírez – Pimienta parte primero de una investigación histórica en la que rastrea el inicio de los corridos con la temática del contrabando, por lo que en un primer apartado retrocede al siglo XIX y principios del XX, en los que encuentra cantos que hablan de tráfico de tela y otras especias, además de esos que versaban sobre las cargas de alcohol durante la Ley Seca que se implementó en Estados Unidos en la década de los 30, los corridos de los llamados “Tequileros”

En un segundo apartado el investigador se trata de acercar ya a los corridos con el tema del narcotráfico, y es aquí cuando identifica en el canto “Por morfina y cocaína” escrito por Manuel Cuellar Valdez en 1934, como el primer corrido con temática de drogas. Destacan, en la primera mitad del siglo XX, cantos sobre narcotraficantes pero meramente anecdotarios, lo que llamara Pimienta como los “corridos sobre narcotráfico”.

El capítulo tercero se concentra en Los Tigres del Norte, con quienes considera el autor, resurgió el género en la década de los 60, para ir evolucionando en los años 70, cuando finaliza en México el milagro económico y se desata otra crisis de seguridad y económica con Luis Echeverría, que es cuando toma fuerza la figura de Rafael Caro Quintero en el imaginario social y el corrido comienza a virar hacia la exaltación del narcotraficate, como lo explica el autor en el capítulo cuarto.

Los dos últimos capítulos son también historias de caso. El quinto apartado versa sobre la vida y obra de Chalino Sánchez, a quienes unos etiquetan como el iniciador del narcorrido y que Ramírez Pimienta pone como el cantante que llevó este género a un tipo de público más joven y sobre todo a mexicanos del otro lado de la frontera. Y el capítulo sexto narra un caso inusual, la creación de narcocorridos en la sierra de Oaxaca. Es inusual porque se considera al norte y la frontera como la cuna por antonomasia de este género, sin embargo las investigaciones de Pimienta nos dicen que en otras latitudes se crea también dicho género.

Cantar a los narcos no alcanza a abordar el análisis del llamado “movimiento alterado” lo cual hubiera sido interesante también, ya que ese nuevo subgénero se caracteriza por la violencia y la exaltación del narcotraficante a una dimensión inverosímil. Sin embargo la investigación no deja de ser sumamente valiosa para aquellos interesados en la historia del corrido en México y para quienes también se han dejado seducir por la llamada «narcocultura” que ahora priva en muchas investigaciones académicas.

La distinción que hace el autor entre “corrido sobre narcotráfico” y “narcorrido” sin duda me parece sumamente pertinente ya que nos ayuda a identificar y entender la evolución del género y ligarlo con el contexto sociohistórico en el que surgen.

Cantar a los narcos es en mi opinión una investigación completísima que sin embargo se ve manchada por la mala edición de Planeta, primero porque su caja tipográfica es muy pesada, con poco espacio entre los renglones para el descanso de la vista, y segundo, y quizá lo más grave en un ensayo académico, es que las notas a pie de página no están donde deberían y son recogidas hasta el final de la obra dificultando al lector prescindir en ocasiones de esa información complementaria y necesaria que se incluye en esas notas.  De ahí en más, vale la pena su lectura.

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