Por: Alejandro Ortega Neri
Cuando cursaba la licenciatura en historia y comenzaba a embelesarme aún más con la literatura, llegó a mis manos, por recomendación de un amigo, un libro titulado “La eternidad por fin comienza un lunes”, una novela hermosa con las características del realismo mágico escrita por el cubano Eliseo Alberto. A partir ese momento quise leer todo lo que de su pluma viniera.
Un par de años después de ese primer encuentro, tras buscar en las librerías zacatecanas sin éxito alguna más de sus obras, un fortuito hallazgo de su nuevo libro sucedió en la tienda Sanborns y como la fecha coincidía con mi cumpleaños, mi madre me regaló El retablo del conde Eros del cual solo había un ejemplar que escondí hasta atrás de uno de los estantes que nada tenía que ver con literatura.
Luego vinieron lecturas esporádicas: crónicas, reportajes, poemas, etcétera. El 2011 la muerte llegó por Eliseo Alberto mejor conocido como Lichi y una de las velas que alumbraban la literatura latinoamericana se apagó. Y como suele suceder cuando un escritor muere, las editoriales aprovecharon para reeditar sus libros y en esas nuevas ediciones pude encontrar la novela que lo catapultó a la fama en 1998, cuando obtuvo junto con el nicaragüense Sergio Ramírez, el primer premio Alfaguara de novela con su libro Caracol Beach.
Caracol Beach (Alfaguara 2011) estuvo conmigo, esperándome ahí en el librero hasta hace unos días en que souvenirs cubanos llegaron a mi casa para adornarla, y con las ganas de visitar la isla y ante la carencia de recursos y tiempo para hacerlo, quise viajar de la forma más barata que conozco, leyendo.
La historia que cuenta Caracol Beach nació de los talleres que Eliseo Alberto tomó con Gabriel García Márquez en Cuba, y narra la historia de un soldado cubano combatiente en la guerra de Angola en 1975 donde tuvo eventos traumáticos que desencadenaron su locura.
Beto Milanés es su nombre. Cubano de nacimiento. Hijo de Catalina la Grande, una prostituta cubana que daba placer a las tropas rusas. Es fanático de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Lleva en su brazo tatuados los nombres de sus muertos. La locura se le manifiesta en forma de tigre de bengala “su único gesto de cordura en los últimos diez años era haberse defendido de la nostalgia como gato boca arriba” escribe Lichi, y espera que un sábado del mes de junio, en que sucede toda la novela, alguien lo mate.
Ese mismo sábado un comisario cubano ha decidido pedirle perdón a su único hijo, Nelson, un travesti que ahora se hace llamar Mandy, mientras que tres jóvenes deciden salir a comprar cerveza para festejar su graduación al mismo tiempo que dos de sus maestros pasan la noche juntos, una prostituta mexicana sale a buscar clientes, un farmacéutico viejo pasea a su perro y un gigante texano es golpeado en un bar y le queman su coche. Todas estas historias confluyen en una, dirigida por la locura de Beto Milanés que busca de todas las maneras que alguien le quite la vida.
Caracol Beach es una novela de un ritmo trepidante. Un sinfín de historias de locura, miedo, muerte y perdón que desembocan en una misma madrugada sabatina en el caribe.
Son historias mágicas, inverosímiles, pero que debido a la maravillosa pluma de Eliseo Alberto todas parecen reales hasta el escalofrío, ese escalofrío que quizá los lectores no nos damos cuenta que es el que nos produce la cola del tigre de bengala que nos ronronea por la espalda.
¡¡Cuánta grandeza Lichi!!