Hace unos días, leí su artículo que titula: “Olga Ponce: Cada vez somos más los que creemos menos”; me parece legítimo su punto de vista; por supuesto, en su derecho está de escribir lo que piensa, con ese estilo franco e inteligente tan suyo y que es muy de agradecer en este Chihuahua constipado de ideas que, para desgracia de todos, algunos parecen ignorar en pos de un Estado idílico, mítico, que solo existe en la cabeza afiebrada de los progobiernistas. Antes de proseguir debo aclarar que estas líneas no se enderezan en contra de la decisión de la doctora Olga Ponce a quien no tuve el gusto de conocer cabalmente pero de quien muchos reconocen su valía profesional y su militancia sin sombra.
No obstante, me parece indispensable realizar algunas precisiones. Escribe usted: “Aunque la nomenklatura panista no contó con ella para la primera fila, sin duda se trata de una pérdida grave para un partido”. La doctora Ponce, con casi 10 años de militancia, como ella misma reconoce, en todo momento contó con el aval y el apoyo de lo que Usted llama “nomenklatura” y yo llamo “dirigencia” -por expresar de forma más exacta lo que ocurre hacia el interior del PAN en estos momentos-. La doctora Ponce, al momento de su retiro, era: Consejera nacional, integrante de la Comisión de Vigilancia Nacional y miembro del Comité Directivo Municipal en Chihuahua; es decir, por derecho propio y en virtud a sus méritos, no era una militante más; era parte de eso mismo que yo nombro “dirigencia” y usted llama “nomenklatura”.
Si ese fuera el único desliz de su escrito, quizá no sería digno de mención; el problema, es que Usted alude, de manera textual, a “la densidad que alcanza lo más oscuro de la vida partidaria -no sólo del PAN-“ y que en sus palabras “hace insoportable la militancia porque oprime las individualidades”. Perdóneme pero, casualmente, el pasado miércoles 3 de los corrientes, el ICHITAIP, le otorgó al PAN estatal el reconocimiento del 100% en materia de transparencia. Eso, en medio de un litigio sin tregua en contra del PRI en todos aquellos aspectos en que es necesario oponerse: Vivebús, Aeroshow, incrementos fiscales, casetas de peaje, peculado de la CNC, suplantación de firmas, el préstamo de 3 mil millones de pesos que está próximo a aprobar, etc.
Coincido con Usted plenamente en el sentido de que los partidos tienen fortaleza en la medida que son vehículo para que muchos y muchas tengan un sentido de pertenencia tan amplio que ahí donde se esté se pueda impulsar un proyecto político; lo que no se vale es inferir, a partir de esa premisa válida, una conclusión errónea, a saber, que la salida de uno (o de varios) constituya, per se, una demostración de facto de lo que usted también llama “el altísimo costo” que es “sinónimo de políticos profesionales y a sueldo, para los cuales la organización es un instrumento al que sobreponen sus propios fines mezquinos”. La salida de las filas del PAN de la doctora Ponce, lamentable en sí misma, lo es porque el PAN pierde a una valiosa colaboradora nada menos, pero tampoco nada más. Permítame, licenciado, dos citas, una proveniente de la conseja popular y otra de la historia del Partido: “Una golondrina no hace verano”; y como dijo nuestro fundador: El PAN no es tarea de un día “sino brega de eternidad”. Unos se van, muchos se quedan; no los (nos) hace mejores ni peores esa decisión, simplemente distintos.
Me preocupa en cambio, licenciado, que rescate Usted un párrafo escrito por la doctora y lo parafrasee: “Cuando da a conocer su tristeza [la doctora], ve que atrás se va quedando un México sin esperanza, sin aliento y, como médica, advierte que un ciclo se ha cerrado y que la vida sigue aunque haya luto, luto humano; quisiera decir, yo, del que en otras circunstancias y para una temática diferente, analizó José Revueltas”. Y me preocupa porque la conclusión de la doctora la descontextualiza Usted. Ella refiere, literalmente, la tristeza que le da “este México sin esperanza, sin un futuro alentador” y con ello, da fe de su claudicación, nada más. Acción legítima, por supuesto, pues la militancia en la filas de un Partido -o el compartir un credo o una convicción-, por ninguna razón se debe entender como una condena. Usted, persona íntegra y brillante, debería saberlo: La derrota de uno, de ninguna forma puede constituirse en el pilar de la derrota de todos. Fíjese qué extraño, licenciado, que cite Usted a Revueltas, porque es precisamente ese Revueltas el que alguna vez, desde Lecumberri, le escribió a Octavio Paz:
“Un día cualquiera de este mes de julio, Martín cumplió 24 años y realmente ésa es la cosa: está preso por tener 24 años, como los demás, todos los demás, ninguno de los cuales llega todavía a los treinta y por ello están presos, por ser jóvenes, del mismo modo en que tú y yo lo estamos también, con nuestros cincuenta y cinco años cada uno, también por tener esa juventud del espíritu, tú, Octavio Paz, gran prisionero en libertad, en libertad bajo poesía. Porque si leen a Octavio Paz es por algo. No son los jóvenes ya obesos y solemnes de allá afuera, los secretarios particulares, los campeones de oratoria, los ganadores de flores naturales, los futuros caciques gordos de Cempoala, el sapo inmortal. Son el otro rostro de México, del México verdadero, y ve tú, Octavio Paz, míralos prisioneros, mira a nuestro país encarcelado con ellos. Martín Dozal lee a Octavio Paz en prisión. Hay que darse cuenta de todo lo que esto significa, cuán grande cosa es, qué profunda esperanza tiene este hecho sencillo. Hubo pues de venir este tiempo, estos libros, esta enseñanza que nos despierta”.
Ya ve, pues, que solo existe la renuncia de unos pocos y que siempre existe la esperanza renovada en hechos tan sencillos como abrir un libro y afianzarse en la convicción indómita de que, a cada rato, se dejan ver enseñanzas que nos despiertan.
Empero donde sí se equivoca de medio a medio, licenciado, es al afirmar rotundo que esa sola renuncia “es un signo del mal tiempo que vive el PAN”; como hombre instruido y culto que es, Usted sabe que no es posible inferir de un solo caso particular, una conclusión general. De hecho, en su escrito, la doctora reconoce la existencia de “valiosas personas” que conoció en Acción Nacional y a quienes agradece “su cariño, confianza y atenciones”, en la espera de que la vida los vuelva a reunir “en otras circunstancias y espacios”. Ya ve, las descalificaciones que Usted formula son gratuitas y provienen de su prejuicio particular pues, como Usted mismo admite, la doctora no le puso “nombres y apellidos ni a unos ni a otros”.
Recuerdo con Usted, a Cortázar, que en el mismo poema, párrafos después de la cita que Usted reproduce, escribió: “Sin que eso signifique (ese descreimiento) que cuando hay un momento de respiro no leamos a Rilke, a Verlaine o a Platón, […]”. Ya ve, de nuevo, cómo un libro -y, yo agrego, una idea luminosa, una convicción, una esperanza-, pueden dejarnos ver una enseñanza que nos despierte.
Desde estas líneas, le envío una felicitación con el llamado a que se preserve como un activo para cambiar, y para bien, a nuestro país. Y lo digo consciente de que alentamos proyectos divergentes.
Luis Villegas Montes.
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