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Chihuahua es doblemente victimizado y sale perdiendo de todas, todas. Con el pretexto de poner tras las rejas a César Duarte, el gobierno del estado está totalmente distraído de los asuntos domésticos mientras que el crimen organizado manda en un amplio territorio estatal y la alta burocracia se engancha en pleitos dogmáticos y partidistas, que encienden las alertas de incompetencia institucional.
Entre bromas negras y urgencia de necesidad, cada vez es más frecuente el llamado a Duarte Jáquez para que se entregue, aunque sea a la justicia federal, que presuntamente le sería afín, con tal de que el gobernador del estado y su gabinete ya no tengan excusas para contener la espiral de inseguridad y la crisis institucional que ya agobia a los chihuahuenses.
Si por la víspera se saca el día, es altamente posible que el exgobernador priísta sea capturado a la brevedad y puesto a disposición del ministerio público. Con la actualización de la ficha roja por parte de la interpol, esa que contiene los datos del ballezano y que alerta a todas las agencias policíacas de más de 180 países, es muy probable que Duarte, el de Chihuahua, corra la misma suerte que sus exhomólogos de Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo, detenidos recentiemente.
Es muy difícil que César Horacio burle por más tiempo el cerco policial, habida cuenta de que su rostro será muy familiar en las pantallas de las corporaciones policiacas distribuidas en todo el planeta. Ante tales circunstancias sería hasta plausible que por mutuo propio diera la cara para enfrentar las acusaciones que pesan en su contra.
Una entrega voluntaria de Duarte obligaría al gobierno de Corral a aplicarse en reorientar recursos y esfuerzos para hacer frente a la terrorífica inseguridad que priva en el estado y a dar cuenta de los actos de corrupción que ya salpicaron su administración, según el imaginario colectivo.
Ya sin el pretexto de la persecución de su antecesor, porque las indagatorias deben continuar su curso natural, el gobernador actual y su gabinete tienen que rendir cuentas a la sociedad sobre diversos asuntos que preocupan, tales como la adquisición apresurada al inicio de su gestión, de publicidad a una empresa estrechamente ligada a su excoordinador municipal de campaña; o el expedito pago de tres millones de pesos a un presunto compadre del mandatario; la imposición de dos funcionarios de primer nivel pese a estar sancionados; el supuesto peculado de la directora del COBACH; los conflictos de intereses por el uso de aeronaves de empresarios del ramo; el nepotismo descarado en todas las áreas del ejecutivo, fideicomisos, descentralizados y desconcentrados; la violación a la autonomía del poder judicial y del congreso; la imposición del auditor superior del estado y el sometimiento total de la Judicatura estatal y el no menos sensible, la entrega del estado al crimen organizado, por omisión de cuidados.
Es mucho pedir que César Duarte se entregue pero que lo haga provocaría que el estado recupere el rumbo. Hacerlo sería un gesto en favor de los chihuahuenses que le brindaron la oportunidad de gobernar. Encarar los delitos que le achacan con la misma fiereza que defendía su administración, significa empoderar al ciudadano para exigirle a su persecutor que afronte con la virilidad de la que hacía gala en la tribuna, las promesas de campaña y rinda cuentas por los presuntos ilícitos que ensombrecen sus primeros 9 meses al frente del gobierno.
Una definición de esta naturaleza no tendría parangón en el México corrupto de hoy, tampoco se trata de pedirle peras al olmo. Sin embargo, es válido el run run y el exhorto que se le hace al exgobernador, porque sirve de catarsis a un pueblo vapuleado por la transa y desmotivado por la decepción.
En Chihuahua urge recuperar la paz y la confianza de los inversionistas. Hace mucha falta honrar la palabra y rescatar la nobleza, la valentía y la lealtad. Es impensable continuar con la inercia destructiva de los vencedores que escriben la historia según su propia arrogancia. Sirve de nada construir sobre los caídos con pilotes de venganza y soberbia. Enterrar el pasado con lodo y baldosas de hipócrita pureza solo hace a la superficie temporal y fangosa.
No se trata de perdón y olvido, porque la memoria es inmortal, ni empuñar la espada de la justicia para inclinar la balanza. Lo que conviene es atar la historia con la verdad para no repetir los errores. Creo justo es distinguir la memoria de chihuahuenses bien nacidos como Manuel Gómez Morin, que nos guste o no, es el mejor ejemplo de verticalidad para la ocasión. Que el perseguido llene los pantalones que usaba y el persecutor le dé sentido a las palabras y discursos de los que echaba mano antes de ser en lo que se ha convertido.
P.D. Hay que hacer lo correcto, clamaba un juarense. Así como Duarte debe dar la cara, lo mismo debería hacer aquella chica que se decía vendía enseres y se los pagaban de las deducciones a los empleados en la primera administración panista; igual el chico que supuestamente aceptó pagar un sobreprecio de diez millones de pesos por el edifico del congreso local y que además, le puso el piso. Lo mismo el muchacho que aparentemente pagaba sus tarjetas de crédito con dinero público, y aquél que decían, lo gastaba en las Vegas; y ese otro que habría facturado publicidad a partidos opuestos y desde la comodidad de una candidatura por el mismo cargo. También el que se oye, recibía los fajos del contrario y el que dejó a su cónyuge con planta en el IMSS. Esto sí es justicia para Chihuahua.