Siempre una bolsa de plástico, cuentan que a ratos llora, no se acuerda para qué era. No lo sabe, recolecta latas de aluminio.

Viste ropa que ya por el tiempo, el clima de color y estilo son indefinidos. No falta nunca ese que le brinda un taco, o aquél otro que le arrima el jugo que revive sus desgracias. O eso se cree…

Inconsciente, recoge latas, unos se las dejan. Pasa, como muerto en vida, y las recoge, otros del oficio le dan unas cuantas. Luego va feliz, pero no se acuerda ¿A qué? No falta el otro que le da unos pesos más por el magro cargamento, que antes, apisona las latas una a una.

Y lloraba, preguntaba, a grito vil, ¿Para qué?

Ya, decía la voz consoladora, y una vez calmado, habla de otra época, de otro siglo, parece lejano, lo es, responde otro, viejo también, pero se torció en el camino. Nadie sabe por qué.

A veces no es un vicio, sino el dolor, que doblega a un hombre.

Tú también eres letrado, dicen casi a coro los jóvenes.

No, Me lo dijo él en algo que mienta o nombra lucidez. Que entendí que es como cuando estás conectado con la raza.

Sólo se le vio un día, nadie sabe de dónde llegó. Sólo decía ¿Para qué, para qué?

Y creímos que olvidaba como pisar y recoger latas, lo sabe, le ayudamos, pro él está como en otro lado.

Yo le digo, aclama un joven: Mire, es para ganar dinero y comprar comida ¿Entiende? Pero sólo responde ¿Para qué?

Pero luego se clava, habla de cosas que nadie entiende, habla de otros tiempos, pero nosotros siempre aquí, él pasó la línea de las realidades y aunque viven en esto, su mente está en otra vida…

 

Hoy no sean felices, es una orden…