Año cero de la apología del taco y de los jueces severos de la red…
El escribidor recuerda haberlo publicado hace tiempo, pero no tiene la certeza, pero la tendencia actual y parece que hoy más que nunca, es adivinar. El resultado casi siempre es una monserga, porque al confrontarlo con hechos reales, a nadie la parece.
Se parte mucho de lo que uno desea o cree que es, a lo que en realidad es si bien puede ser que esa realidad esté algo desfasada. Hace uso días el escribidor sostenía una charla con el autor de la buenaventura.
Entre lo que hoy .y no deja de parecerle gracioso al perpetrador- se llama políticamente correcto contra lo políticamente incorrecto; la charla fue divertida, pero ante, todo, políticamente correcta por lo interesante.
Pasamos de frases a palabras mal usadas, pero con significado por todos comprendido, evolución a lo mejor no positiva, del lenguaje, a las acciones concretas que despiertan la reflexión y, aquí sí cabe reporteros chafas, el comentario.
Y partimos del tema de los justicieros ¿Es correcto? Dependerá de un punto de subjetividad, porque habrá quienes vean correcto si lo sucedido fue justo o no, pero, nos topamos con un marco –que feo se lee eso- con el conjunto de leyes que nos dicen que no.
De ahí se partió al “si le pasó a alguien, si lo vivió, y no hubo un justiciero, entonces ese alguien lo verá correcto, aunque en sentido legal sea negativo”; sí, el escribidor se lo llevó de tarea mental… no era el único tema, claro que no.
Una cosa es lo que se desea que sea –aunque se lea raro- otra lo que ocurre y Miguel Carbonell lo definió bien cuando, palabras más o palabras menos, estableció que el problema era el sistema de aplicación de justicia.
Lo que para unos debería ser justo, no lo es, se pide casi expedito, se aplique una sanción hasta física: A esos los deberían de matar, a aquellos, encarcerlar; la sociedad, en especial la de redes se volvió el juez más implacable, casi, nada más, por adivinar y pensar cual diagrama de flujo: A tal relación, sí o no.
Para el jue mediático nada tiene ni merece piedad, excepto cuando es víctima de la circunstancia, entonces, sí, argumenta clemencia.
Lo de moda es colgar el Sambenito del meme y, con todo lo vacuo que se pueda ser, decir que es cierto y punto ¿Por qué? Porque no me estén chingando, es cierto.
Es como criticar el “ler” por el leer .-como si leyeran mucho-, el gran Gabo fue denostado a nivel Hispano parlante por pedir simplificar la ortografía, casi una década después la Real Academia de la Lengua Española, lo concedió.
me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los ques endémicos, el dequeísmo parasitario, y devolvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revolver con revólver. Y que de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una? (Gabriel García Márquez, Zacatecas, 1997, abril siete)
Sena felices, si no quieren, me vale y si lo son, también me vale…