El tema de dobles plazas volvió a surgir. No, no es nuevo, todo empezó hace unos años allá por LVI Legislatura cuando fueron detectados maestros comisionados e inició un largo proceso para ir eliminado esa situación. Se logró en buena medida.
No empezaba aún la alternancia, pero los vientos le eran favorables, sin embargo, ya en 1998 mucho empezaron a tener dobles plazas, ya fueran servidores de gobierno con alguna carga de trabajo en la UAZ, o bien en otra escuela; algunos dejaban de lado la plaza para dedicarse al servicio público ya porque estuvieran en la administración gubernamental o municipal o bien en un cargo de elección popular.
La mañita, empero, perduró, así que le tenía que tronar a alguien y fue a la actual administración gubernamental, ya fuera como vendetta entre grupos, ya como instrucción federal para revisar nómina, sólo llegamos a confirmar que la situación aún se presenta.
Y no sólo se presenta, deberá resolverse y quizá no sea de la mejor manera, inquisitoria era de la transparencia reclama no sólo reflectores, si no resultados, si bien para la mayoría de la gente acceder a los sistemas es más que difícil, si bien otros lo hacen con gran éxito.
Más aún cuando ahora hasta se lanzan exhortos, que no indicaciones, para legislar lo que por ley debe hacerse: Conducirse con apego a la ley –si se le permite al escribidor la repetición-, la ley que ofrecieron respetar y, ante todo, cumplir, con un eficiente desempeño.
Hasta ese tope se ha llegado, parecería improbable, pero es lo más real que se pueda presentar, obligar ahora a que se cumpla, hasta con códigos de ética, para evitar corrupción, y como si eso evitara que se diera, dadas las amplias redes de complicidad al interior de dependencias y de sobrentendidos.
Silencios cómplices, beneficios generales, desde lo simple hasta lo grande, desde el subordinado que aún usa vehículos púbicos para su personal servicio, o el de mando medio hacia arriba que hace cosas similares, si bien la denuncia pública hace las delicias del respetable, por más que se diga, la situación permea. Se vuelve parte de lo cotidiano.
Claro, del dicho al hecho existe mucho que debería poder probarse y en la mayoría de los casos exhibir no sirve de nada, acaso para poner un mediático en redes sambenito.
Hoy se hacen actos de mea culpa, en poderes, en municipios organismos autónomos, en casi todo ámbito del servicio público; se callan arbitrariedades, algunas se denuncian y no pasa de ser un espectáculo divertido.
En Cartas en el Asunto Terry Practchett, se menciona de la mejor manera:
Recuerda siempre que la multitud que aplaude tu coronación es la misma que aplaudirá tu decapitación. A la gente le gustan los espectáculos.
La pregunta permea aún ¿Llegaremos antes del cierre del periodo ordinario de sesiones a una increíble e histórica –esa sí, no como las que hartaron a inicio de la cuarta te- cancelación de sesiones en la legislatura? Como nota, sería interesante imagine el lector, 16 canceladas de 32 posibles. Todo un hito.
¿Qué les pasará a los diputados faltistas? Venga, nada, de verdad, nada en absoluto, porque desde hace décadas la ley orgánica de ese poder y reglamento de sesiones, tienen tope de faltas y justificaciones. Fácil.