Viernes de nada que hacer, todos de vacaciones, divertidos, por lo que se ve en las fotografías. Pásenla bien y manejen con cuidado –nótese que ni idea de que redactar-.
Acude a la mente, sin ser llamada, Cuánto Gané, Cuánto Perdí, del siempre querido Pablo Milanés. Es de esos días que aplica bien.
Una buena tarde con Lucita y el divino Vidales, su charla es genial y nada inútil, buenos amigos de hace algún tiempo, gracias por su tiempo.
La memoria se activó en el escribidor…
Conocí al maestro Benjamín Morquecho en 1988, cuando ingresé como alumnos a la segunda generación a la entonces Facultad de Historia, Filosofía y Letras de la UAZ, que estaba en lo que es -o era- el edificio de la secundaria de la universidad –ya ni sé, con tanto cambio, y la verdad tampoco me apura mucho-.
No fui cercano a él, pero recuerdo su cátedra; su disposición para con todos, siempre amable, enérgico, nos hacía analizar textos. No termine la carrera, finalmente, debo confesarlo, no me gustó, pensaba más en el periodismo que en las Humanidades
Hoy, viernes, me entero de su fallecimiento, no se si acordaría o no de mi, donde quiera que me lo topé, en los años subsecuentes a ese 1988, me saludó, siempre con amabilidad.
Hoy, nos dejó. Descansé en paz, maestro, gracias por hacerme entender que nadie, nadie, entiende a Pedro Páramo…
Que ganaron los Mineros, uy que pinshi emoción. Enojados los que hicieron larga fila para ver el juego inaugural, molestos la mayoría, algunos terminaron en casa para verlo por televisión. Lo positivo es que la gente se emociona con eso –el balompié produce sueño, y en el mejor de los casos, al escribidor.
Niños muy emocionados en un restaurante conurbado, veían e partido, ya daban indicaciones, ya gritaban de emoción… todo tiene su aspecto interesante, aunque no lo crea.
Hasta la información se uso floja, parece que en vetusta burócrata los hechos y las acciones desaparecen –claro, las principales fuente s de información andan de huevaciones-, la noche cayó, como el silencio interno, como las ganas de charlar o la soledad –semper bona- para ver películas, las mismas una y otra vez.
Se notan las vacaciones cuando tus vecinos que son niños se preguntan entre sí: A qué jugamos. La memoria viaja a ese lugar olvidado, a ese lugar del pasado, La Loma, en Portrero, cuando lo más sofisticado en tecnología era Viaje a las Estrellas o las computadoras del Hombre Murciélago, y la imaginación era el ingrediente principal, o revolcarse en el pasto recién cortado y llenarse de aguate, para luego estarse a rasque y rasque.
O aquellas kermeses que hasta registro civil tenían. Que sería de los amigos de ayer, de aquellos de la primera fumada de tabaco, cerveza, cubas, tardeadas. Qué pasó en vetusta burócrata cuando el bulevar era amplio y largo, solitario. Creció, fue la respuesta encontrada.
Bryan Adams tiene una canción que genera Melancolía: Una aventura en la noche. Recuerda la época lejana de la secundaria y la preparatoria, cuando había “mañanitas” de verdad, cuando alguien desde la calle Arroyo de la Plata accionaba un silbato siempre un cuarto antes de las 07:00 horas ya se escuchaba en las entonces siempre llena de neblina ciudad de Zacatecas…
No todo tiene que ser grilla, que si se compra una casa en quince millones de pesos –chingón tiene para pagárselo- dice aquél embebido en la fotografía de un diario que informa de uan denuncia contra el presidente Municipal de Fresnillo, Benjamín Medrano Quezada.
-Le han de tener envidia- dice, lo piensa mejor: Lo odian porque los dejó con su grupo, pero a mi se me hace que no se ha deslindado bien a bien –pinche análisis de barra, de cantina-, que lo demuestre el cabrón –suelta, así- total qué chingados, parece que al wey ni le preocupa.
En eso tiene razón el parroquiano de nombre mundialmente desconocido, y que conoció al escribidor. Dijo su nombre en un escupitajo de palabras que nadie comprende, el manual dice que no se debe volver a pedir la misma información, así que a seguir la charla –a la chingada el manual-, sólo acentúa la cara de imbécil y dice: Dígame como quiera.
“Pendejo”, fue lo primero que pensó el escribidor, pero no se lo dijo, tampoco se trata de ser grosero.
Que l investiguen y si es culpable que lo chinguen y sino al revés –oi, ya habló fuente ovejuna-, y luego agregó: ¿A poco no estoy bueno para estar en el radio y hablar –la radio, pobre wey, el radio es un elemento químico-. No pos sí. De ”chance” –mira que chancero-, total sí la armo.
Aspira el cigarro fuerte –en este manicomio sí dejan fumar, y todos son amigos-, no, no se crea –ya se la había creído el escribidor- no le quiero tumbar la chamba…
Vámonos, moveremos la silla, como El Principito, para ver mejores atardeceres… sea feliz, sino quiere, me vale madre.