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La fiereza con la que el gobernador electo de Chihuahua, Javier Corral Jurado, encara la bursatilización de 6 mil millones de pesos que el gobierno saliente defiende, es un magnífico ejemplo de cómo deben asumirse las posturas ante las tomaduras de pelo al pueblo. Tan solo le falta asirse en la congruencia histórica.
*Bursatilización es el antifaz que los políticos utilizan para suavizar el impacto público de un endeudamiento. Es dinero prestado con la garantía de cobrárselo a lo chino en caso de incumplimiento. Es como si alguien va a una casa de empeño pero en vez de dejar un auto, solo deja la factura mientras al coche le saca provecho trabajándolo hasta de Uber. Si no paga, entonces le hacen efectivo, demanda mercantil o civil mediante, la entrega del mueble. En el caso del gobierno de Chihuahua, los ingresos carreteros y puentes internacionales sirven de garantía.
Como mero antecedente, allá por 2006, siendo el que suscrito diputado local del PAN; el entonces gobernador chihuahuense, José Reyes Baeza Terrazas (hoy director del ISSSTE), solicitó al congreso, de mayoría tricolor, la aprobación de 1900 millones de pesos para incorporarlo a la Ley de ingresos del 2007 y ejercerlo dentro del presupuesto de ese mismo año. La misma historia de ahora, con otro importe y con algunos actores similares.
Recuerdo muy bien que dentro de la bancada panista hubo un fuerte debate por lo que la coordinación parlamentaria consideraba a la bursatilización en los mismos términos que ahora la defiende César Duarte, y los que la entendíamos simple y lisamente como contratación de deuda. Por aquellos días, Gustavo Madero era también, diputado federal, lo consultamos y nos concedió la razón a los últimos.
Con el ánimo de permitirle al gobernador un margen financiero para hacer obra, eso fue lo que dijo, la bancada del PAN presentó un paquete de proyectos equivalente a 60 millones de pesos para la presidencia municipal de la capital que encabezaba Juan Blanco. El nudo se deshizo y la bursatilización (deuda) se concretó.
El punto es que el PAN y el PRI han echado mano de esa figura financiera para hacerse de recursos, toda vez que la repartición del dinero público sigue siendo injusta; es decir, el gobierno centralista federal se agandalla mucho más de la mitad de cada peso que se recauda; otro cachillo se lo reparten los virreyes gobernadores y una mísera parte llega a los ayuntamientos.
Paradójicamente, la partidocracia, en el caso de acomodar con sentido común la base piramidal de gobierno (municipio, esto y federación, en ese orden) para lo concerniente al reparte del peculio, se hace pendeja y deja que el presidencialismo siga de pater. Estas razones orillan a los gobernadores (sin justificarlos) a recurrir a los más fácil para hacerse de lana y tratar de cumplir a medias con la sarta de promesas que hacen en campaña.
Una de las salidas más cómodas de los gobernantes es la de pedir prestado a los bancos usureros con licencia para obtener en México las mayores utilidades del planeta, con el fin de hacer frente a sus compromisos. Otra, muy controversial por cierto, es la que practicó el gobernador Francisco Barrio (1992-1998), que “guardó” varios millones de pesos en el paraíso fiscal de las Islas Caimán, para ocultarlo de la vista de hacienda federal, ´no confiamos en el gobierno federal´, se excusó”.
Lo correcto para hacer rendir la hacienda pública sería reducir los escandalosos ingresos de la burocracia VIP, adelgazar la nómina, terminar con el dispendio en el gasto de publicidad e imagen y cercenarle las uñas a la transa. Si, ya sé que son sueños guajiros, sin embargo, creo que eso es lo que se tendría que hacer antes de andar empeñando hasta las enaguas, porque a los señores gobernadores, cuando pertenecen al mismo partido del titular del ejecutivo federal, se les olvida que tienen gónadas para reclamar los recortes presupuestales por la falta de ingresos suficientes del país.
Y es precisamente el recorte presupuestal la causa principal que maniata el reducido margen de recursos públicos estatales para hacer obra y concretar programas sociales. Extrañamente los diputados federales, con un poder enorme pero desperdiciado en aras de obedecer al pastor y a sus dirigencias nacionales; no levantan la voz ante el inquilino principal de la residencia oficial de los pinos para exigirle que asuma con vergüenza la parte que le corresponde por su ineficacia en la captación de inversión extranjera y una recaudación fiscal más amplia. Prefieren las cuclillas frente al primer imbécil del país y hacer mutis cómplice con el endeudamiento.
A principios de los 2000s, cuando Fox y sus chentejadas vacilaban con todo mientras que la feria, la lana, la marmaja federal seguía siendo, al igual que con los gobiernos del PRI, escasa como la ética política. A diferencia de ahora, cuando los legisladores federales tricolores se desmallaban (se quitaban hasta las mallas) para llamar la atención del presidente y reclamarle el recorte presupuestal a Chihuahua, en el caso particular, hoy, si, hoy, simplemente calladitos, calladitos.
Pedir prestado no es delito ni debe avergonzar a nadie, a menos que sea el gobernante en turno el que lo haga y no explique detalladamente en qué gasta e invierte.
¿Deudas?, siempre hemos tenido: con la historia, con los derechos humanos, con el medio ambiente, con las minorías, con los bancos usureros, con Coppel y con el de la tienda de la esquina; vaya, ni la docena azul (Fox/Calderón) se escapa de ella; Chente recibió las arcas empeñadas en un billón 150 mil millones de pesos y se la traspasó a Felipe en 1 billón 750 mmdp; éste último se la dejó al guapito de Atlacomulco en 5 billones 330 mmdp, que ya proyecta dejarla en 8 billones de pesos para cuando deje el poder.
Como podemos apreciar, vivir del fiado no es malo, siempre y cuando no seamos mala paga. El kit del asunto es que los gobernantes no tiene llene, se hacen maje con la rendición de cuentas, no quieren tapar las fugas del presupuesto y los legisladores federales son unos peleles al servicio de la mafia del poder. Ay wey, ya me apejejé, (no lo permita Dios).
P.D. Me gusta la fiereza y el filo para encarar el endeudamiento, nada más que chiflamos o tragamos pinole, una cosa a la vez, para no atragantarnos.