2016, Qué año.
Doce por demás extraños meses que pasarán a la historia como un conjunto de sucesos y tragedias que cambiaron al mundo. ¿En qué medida? Está por verse. Pero no fueron menores los hechos; las decisiones. No cuando dos potencias como Reino Unido y los Estados Unidos dieron un paso hacia atrás contra su historia. Contra el progreso. Y ni hablar de nuestro México, sumido en corrupción, desigualdad y pseudo funcionarios que desaparecen misteriosamente dejando tras de si deudas y muertos. El 2016 será también recordado como el año de la orfandad cultural. El año que vio partir una inusual cantidad de artistas mayúsculos. Específicamente en el ámbito musical aunque no menos el cinematográfico. Conmociona la muerte de figurones que transformaron la cultura popular desde su trinchera, sea subversiva o comercial. Artistas irrepetibles cuya sucesión se ve imposible.
¿Y el cine? En medio de todo ello –y más– el cine reforzó su condición de amo y señor del entretenimiento. En una época de apogeo tecnológico en que sus plataformas se han diversificado más que nunca y que la experiencia ya no es exclusiva de un formato, lenguaje, horario, día, lugar, etc., las películas pueden ser un mero distractor tanto como una perspectiva de vida. Trascienden. Bueno, siempre lo han hecho, pero nunca antes de manera tan sencilla. Tan masiva.
En esa sobreoferta, nuevamente Hollywood está a la cabeza. Vaya, no es sorpresa, sin embargo, se agradece que su vena independiente sea la que posee más vigor y mejores propuestas. Que una extensa (y prestigiada) cantidad de medios, incluso fuera de América, nutran sus listas con buena parte de ese catálogo más el consabido cine Europeo, Asiático, et al, es buena señal. Este espacio no es la excepción.
Con base en lo que ofrecen los distribuidores (y en sus tiempos), festivales y todos los canales antes mencionados, he aquí la lista de mis diez filmes favoritos del cine que vi en el 2016. Dice Guillermo Del Toro que “las favoritas no siempre son las mejores”, pero vaya sí es fácil coincidir con el mainstream (y el otro lado) cuando la calidad es innegable.
Sirva también éste top no sólo como un ejercicio individual, sino como diez recomendaciones para combatir la incertidumbre en la que nos deja el año saliente.
- Maggie’s Plan. (Rebecca Miller, 2015)
Con El Plan de Maggie, Rebecca Miller ofreció una versión fresca del Screwball comedy. Mucho de ello se debió a su satírico retrato del Nueva York académico, pero sobre todo al trabajo del reparto en el que resaltan Julianne More, un Ethan Hawke “Allenesco” y por supuesto una infalible Greta Gerwig, quien con su adecuada presencia y personalidad logra conducir toda la historia.
Dicen los que saben que aunque la cinta posee calidad, es una versión ligera de la escuela cómica a la que se apega. Difiero. Maggie’s Plan es una de las cintas más necesarias para el cinismo que impera en el mundo de las relaciones.
- The Neon Demon. (Nicolas Winding Refn, 2016)
Tras el éxito de Drive (2011) muchos suponíamos que Nicolas Winding Refn se avocaría a Hollywood o que cimentaría su identidad cinematográfica sobre la misma línea de aquel neo-noir que tomó por asalto al cine. Sí hubo un poco de esto último, pero lo que no se esperaba (y que tanta polémica le ha generado) es su transgresión y cero concesiones. Winding Refn hace un cine visceral, introspectivo y poderosamente visual. Las descripciones, tan vagas como precisas, pertenecen a la imagen antes que al diálogo. De todo ello se nutrió The Neon Demon.
La historia de la belleza rural teniendo éxito (y sus consecuencias) en la gran capital, un “Lynchiano” Los Angeles en este caso, no es nada nuevo, pero lo que sí sorprende es la minuciosidad y perfección con la que Refn monta y narra (también con total contrariedad) esta anécdota atemporal de tintes terroríficos al mejor Argento.
- The Hateful Eight. (Quentin Tarantino, 2015)
Curioso el caso de Tarantino. Se le celebraron casi en consenso buenos filmes que, aun así, pecaban de estridencia, excesos y que fueron un vehículo para auto vanagloriarse. Y cuando hace algo pausado, contenido y sustancioso como The Hateful Eight, se le acusa de… excesivo.
Con The Hateful Eight Tarantino realizó su propia versión de The Thing (Carpenter, 1982) en un Western que igualmente sirvió como puesta en escena y metáfora de la Guerra Civil de los Estados Unidos. Todo adornado por sendas actuaciones de Jennifer Jason Leigh y Walton Goggins, el score del Maestro Morricone y una fotografía de Robert Richardson que en sus versiones originales fue proyectada en gloriosos 70 mm. Fue pues un filme clásico. Como los que ya casi no se ven. Supongo eso no va bien con las generaciones a las que el cineasta encandiló a partir de Kill Bill.
- Arrival. (Dennis Villeneuve, 2016)
En el texto «20 Propuestas para el 2016», publicado en este espacio a mediados de enero del presente año, dijimos que Arrival (en ese entonces conocida como Story of your Life) pintaba para ser uno de los sleeper hits del 2016. Nos quedamos cortos.
Merecidamente nombrada como una de las mejores películas del año casi de forma unánime, Arrival le da vuelta al género (o subgénero si se quiere) al que pertenece: sci-fi de invasión alienígena. Aquí no importan tanto quiénes nos visitan o cómo son, ni mucho menos que va a explotar o cuántos habitantes de la tierra van a morir, no. En Arrival el núcleo dramático es descubrir el mensaje que traen estos seres y la relación que ello tiene con la protagonista Louise Banks (Amy Adams robando cámara, para variar). El resultado es impresionante en todos los sentidos. Una de las cintas más concluyentemente ricas que haya dado el género. De varias o muchas lecturas y debates. Y lo hace con un lenguaje que, repito, nada (o muy poco) tiene que ver con las cintas de invasiones alienígenas. En todo caso, mucho más cercana a la Odisea de Kubrick. Y no es desmesurado decir que con el tiempo Arrival puede ser su mejor heredera en el Siglo XXI. De ese tamaño el clásico que entregó Villeneuve.
- Everybody Wants Some!! (Richard Linklater, 2016)
A Richard Linklater no le importa si su cine le exige toda una vida de realización como Boyhood (2014) o su trilogía de los Before. Tampoco si es nominado a Oscares o si pasa desapercibido. Su misión es otra, y Everybody Wants Some!! es un gran ejemplo.
Secuela espiritual de Dazed and Confused (1993), Everybody Wants Some!! es un bellísimo y entrañable retrato del tema que mejor le sale a Linklater: La juventud. Aquí, como un grupo de deportistas (beisbolistas) que viven los últimos resquicios del verano en el umbral de responsabilidades para las que no desean estar listos. La fiesta ante la madurez. El “siempre es hoy” al que le cantaba Cerati. Suena simple y lo es. Pero nadie tiene la capacidad de Linklater para hacer con eso un filme copado de nostalgia y encanto. El verdadero Rey del cine independiente.
- Arrival. (Dennis Villeneuve, 2016)
En el texto «20 Propuestas para el 2016», publicado en este espacio a mediados de enero del presente año, dijimos que Arrival (en ese entonces conocida como Story of your Life) pintaba para ser uno de los sleeper hits del 2016. Nos quedamos cortos.
Merecidamente nombrada como una de las mejores películas del año casi de forma unánime, Arrival le da vuelta al género (o subgénero si se quiere) al que pertenece: sci-fi de invasión alienígena. Aquí no importan tanto quiénes nos visitan o cómo son, ni mucho menos que va a explotar o cuántos habitantes de la tierra van a morir, no. En Arrival el núcleo dramático es descubrir el mensaje que traen estos seres y la relación que ello tiene con la protagonista Louise Banks (Amy Adams robando cámara, para variar). El resultado es impresionante en todos los sentidos. Una de las cintas más concluyentemente ricas que haya dado el género. De varias o muchas lecturas y debates. Y lo hace con un lenguaje que, repito, nada (o muy poco) tiene que ver con las cintas de invasiones alienígenas. En todo caso, mucho más cercana a la 2001: Odisea de Kubrick. Y no es desmesurado decir que con el tiempo Arrival puede ser su mejor heredera en el Siglo XXI. De ese tamaño el clásico que entregó Villeneuve.
- Green Room. (Jeremy Saulnier, 2015)
Y hablando de cine independiente, ojo con la obra que está forjando Jeremy Saulnier. Tres filmes le han bastado para darse a conocer como un autor sólido y emocionante. Con Green Room, sin duda su obra más redonda a la fecha, Saulnier recurre al tema de la venganza y la violencia, pero ahora visto a través de un grupo de punk que está en el lugar y tiempo incorrectos. Las consecuencias de su mala fortuna tienen como resultado un encierro y una implacable facción de skinheads al acecho.
Lo que convierte a Green Room en una obra tan notable es la forma orgánica en que se desarrolla; sin manipulaciones, ni giros, ni condescendía ni lecciones morales. Simple brutalidad con, eso sí, un toque de humor negro. Una delicia cinematográfica que, con todo y la inclusión de un James Stewart inédito y la presencia del recientemente fallecido Anton Yelchin, pasó desapercibida.
- Café Society. (Woody Allen, 2016)
Puede que se deba a la maravillosa fotografía de Vittorio Storaro o a la peculiar química que despiertan Jesse Eisenberg y Kristen Stewart en pantalla (aquí repitiendo pareja como por cuarta vez), pero Café Society, en su discreto perfil de la consabida obra anual de Allen, es un ejercicio diferente a los temas habituales del cineasta.
Consciente, tal vez, de la sencillez de la trama, Allen apeló a recursos como la mencionada fotografía, o la nostalgia por la época dorada de Hollywood con todo y sus leyendas urbanas, secretos y referencias en forma de gags y guiños no perceptibles para todo el público y menos todas las edades. Con todo y ello, el director tuvo los arrestos de auto criticar una de sus polémicas personales más álgidas y no ser complaciente. Entre eso y más es que se ubica el valor de una historia romántica que en su aparente familiaridad, encontró una ambición nueva. Encontrarlo predecible y habitual es no dejarse llevar.
- The Revenant. (Alejandro G. Iñárritu, 2015)
Qué exigente resultó el sexto largometraje del compatriota González Iñárritu. Un filme que puede abarcar cualquier tipo de calificativos. Desde el narcicismo y el homenaje que roza el plagio a Tarkovsky, hasta la obra maestra que rompió la malaria de Leonardo DiCaprio y el Oscar. Todo vale. Y al final, lo innegable es que se trata de un filme brutalmente humano. Cruel. Bellísimo (Gracias, Lubezki). Y apabullante. En el buen y mal sentido. Y es precisamente eso lo que hace de The Revenant una experiencia. Un tour de force con un ídem protagonista cuyas sensaciones casi dejan la pantalla. Lograr eso a través del cine no es cosa menor.
- Don’t Breathe. (Fede Alvarez, 2016)
El heist movie revolucionado. Un subgénero resucitado, retorcido y magistralmente montado para el son del nuevo milenio. Fede Alvarez retoma la fórmula que ha desatado tantos juegos “del gato y el raton” en el home invasión para proponer personajes amorales y perfectamente construidos. No se trata ya de buenos contra malos o de salir con vida, sino de entender sus decisiones a través de su contexto. Y claro, sin dejar de mencionar la parte técnica. Esa exquisita cinematografía en la que nada sobra, ni una sombra, sobra. Un set que, por si fuera poco, Álvarez explora con una maestría que pondría feliz a Hitchcock. Thriller mayúsculo.
- The VVitch. (Robert Eggers, 2015)
Otro año donde nuevamente el horror levanta la mano con un cine fresco. Vigoroso. Y ahora la propuesta es nada menos que de corte clasicista. Un cuento folclórico filmado con todo el rigor de su historia y mitología. Un cuento de brujas.
The VVitch es un filme que se apoya en una soberbia atmósfera para prescindir de cualquier alusión fantástica de esas que inevitablemente trae a colación el imaginario colectivo. O tal vez sí lo hace, pero no de la forma esperada. Primero hay drama. Religión. Dios. El Diablo. Y ya entonces Robert Eggers se encarga de abrir el camino, de la mano de un score minimalista e igualmente lúgubre, hacia su malvibroso y memorable tercer acto.
The VVitch, increíblemente, es un debut, pero lo que hace la cinta de Eggers tan perdurable es que no se siente, incluso ni en terceras lecturas, como un ejercicio de dirección, sino de composición. Así como se elaboraron aquellas pinturas que hoy son obras maestras. Y esta cinta lo será.