Los expertos de la Secretaría de Salud (SSZ), emiten recomendaciones en materia de nutrición para este inicio de año.
Luego de las festividades navideñas y de fin de año, algunas personas incluyen como uno de sus propósitos más comunes bajar de peso, decisión que tiene implicaciones tanto estéticas como de salud, por lo que Daniela González Díaz, nutrióloga adscrita a la SSZ, recuerda que este proceso debe hacerse siempre de la mano de un profesional de la nutrición.
Y afirma que la mayoría de las personas tienen la idea de que ir al nutriólogo es sinónimo de adoptar hábitos alimenticios que sólo se basan en verduras y que prohíben ingerir alimentos que le gustan al paciente, por lo que generan cierto rechazo, al pensar que el nuevo régimen alimenticio carece de sabor y deleite al paladar; sin embargo, esta idea está alejada de la realidad, si se diseña el plan alimenticio adecuado.
Una buena alimentación no se basa en la restricción total de grupos de alimentos sino en conseguir un balance entre ellos, así como cuidar las raciones y las proporciones; en ocasiones, cambiar la manera de prepararlos puede cambiar y mejorar radicalmente el sabor al que nos habíamos acostumbrado y, de esta manera, será más fácil incluir productos benéficos para nuestra salud.
Recordó que un plan alimenticio se realiza de manera personalizada, tomando en cuenta factores como la edad, peso actual y las actividades que la persona realiza, sugiriendo también actividades deportivas que se adapten al estilo de vida y el entorno de quien recibe la asesoría.
Más que un plan alimenticio temporal, se trata que los pacientes aprendan a regular y cuidar con detenimiento todo aquello que llevan a la mesa, pues comer de forma balanceada puede prevenir, en gran manera, enfermedades crónicas no transmisibles como la diabetes y la hipertensión.
La nutrióloga recomendó también descartar en su totalidad los antes llamados productos milagro o engaño, pues se trata de pastillas, licuados o jarabes que prometen reducciones drásticas de peso sin el mínimo cambio en la dieta o esfuerzo, los cuales, en la mayoría de las veces, además de que no lo cumplen, pueden dañar de manera irreversible órganos como el hígado o el riñón.