¿CÓMO RECUPERAR EL TIEMPO?

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fresnillo relojPor Francisco González Romo.

En colaboraciones anteriores he insistido en la importante tarea que es recuperar los espacios, ya sea públicos o privados, para recomenzar lo que sería una vivencia de los mismos al margen de la ideología de libre mercado, con todo y su impresionante aparato (tan innegablemente útil) de comunicaciones globales instantáneas.  Estos llamados, sin duda, han ido de la mano de un rechazo cada vez más rotundo a las formas de participación ciudadana que propone el sistema, debido a que la democracia representativa y el libre mercado son dos pilares de un supuesto acuerdo general que se impuso en todo el mundo y que hoy trae como consecuencias las problemáticas políticas, económicas, tecnológicas y hasta ecológicas que padecemos.

Hasta ahora, much@s compañer@s hemos recomenzado a vivir los territorios de una manera distinta. Por ejemplo, me impresiona la manera en que las feministas reconquistan su cuerpo, y nos hacen repensar el nuestro, como territorio primordial (el cual es atacado constantemente por el sistema; que si eres alt@, flac@, chaparr@, gord@, etc.) o las alianzas para el intercambio consciente de productos y servicios al margen de la fiscalización estatal que a diario hacemos. Y digo consciente porque todo el mundo lo hace, aunque la mayoría sin saber su carácter revolucionario; cuando recibimos algo a cambio de hacer un “favor”, que puede ir desde barrer, ayudar a la mudanza, remolcar un vehículo o dar un rait.

También hemos propuesto la creación de redes de mercadeo que, aunque mínimas, puedan ayudarnos a renunciar al trabajo fantasma que es el pilar del capitalismo y que a diario realizamos cuando consumimos en lugar de crear. Por lo mismo hemos insistido, por ejemplo, en la conquista de la soberanía alimentaria, no sólo por parte de quienes la necesitan, es decir, como se diría: de las clases más desprotegidas por el Estado, sino por parte de tod@s. Esto implica abandonar la idea de ser tutores, guías de “quienes no saben”, para hacerlo por cuenta propia; una cosa es compartir conocimiento y otra crear dependencias.

Hemos exigido un cambio en las políticas de educación, que implique un desapego de la actitud académica dominante, es decir, una democratización real del conocimiento que nos sirva para desmantelar al poder, que siempre raciona la cultura como un mecanismo de control. Esto implica el llamado a las instituciones, pero también un cambio individual, que nos invite a hacer lo propio en este sentido; retomar los espacios públicos y privados para transmitirnos conocimientos. “El Pulgatorio” del Amigo Abel, La Cooperativa Lxs de Abajo, ahora el mercado González Ortega y, cómo no, los talleres mecánicos, las tortillerías o las obras de albañilería son ejemplos de esa compartición, a veces inconsciente.

Pero, ¿cómo pensar estos cambios en la vivencia del territorio, sin detenernos a pensar en el tiempo? Porque siempre el control del calendario ha sido una de las formas más eficaces y violentas de control. Es por eso que, por ejemplo, la Revolución Francesa creará sus propias fechas.

Cuando l@s compas Zapatistas nos invitan a ignorar “los calendarios de arriba”, no sólo nos tratan de decir que, por ejemplo, ir a votar es malo; nos invitan a repensar la historia. Marc Augé (¿Qué pasó con la confianza en el futuro?) nos habla en este sentido de las cosmologías: aquellos sentires y pensares que explican a un pueblo su relación como sociedad y como individualidades con su espacio y su tiempo: ¿qué le da vitalidad, razón de ser, a un grupo de personas?

Como seres humanos, no nos basta con ver ir y venir las estaciones, o, simplemente, dejar pasar acontecimientos como la vida y la muerte; nuestro tiempo debe de tener algún sentido dado por nosotr@s mism@s. A eso el mismo Augé le llama Historia. La Historia es una creación, entonces, que siempre había sido decisión común de cada nación, hasta que llegó la globalización. Así, hubo sociedades agrícolas que creyeron que la cosecha les pertenecía, otras que creyeron que tierra era suya y otras que creyeron que ellas le pertenecían a la tierra (ahora creemos que la tierra tan sólo sirve para producir alimentos). Estas cosmologías dieron origen a distintas maneras de entender el mundo y los sucesos naturales o políticos. Esta es precisamente la guerra que libramos contra la globalización aún hoy muchas personas; la que consiste en elegir quiénes queremos ser.

Recuperar el tiempo, entonces, no significa comenzar a hacer lo que nunca hicimos antes ni lo que dejamos de hacer, sino aclarar qué tipo de Historia deseamos construir; qué ambiente hemos de brindarle a las generaciones futuras, es decir, qué ética; y, además, qué relación deseamos tener con los alimentos, con la tierra, con la tecnología misma, con la ciencia, con el asfalto, con nosotr@s mism@s.

Éste es, precisamente, el  cuestionamiento que se hacen los movimientos antisistémicos; es ésta la discusión que se busca dar y no se ha dado; es éste el aspecto a relucir -a mi entender- a la hora de buscar alianzas. Pero sobre todo, es la cuestión fundamental para llegar al encuentro con la felicidad.

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