No te aferres, ya no te aferres, a un imposible, ya no te hagas, ni nos hagas más más daño. Este estribillo de la canción de Juan Gabriel Así fue, le cae como anillo al dedo al momento que vive el gobierno de Chihuahua.
A propósito de la cancelación del juicio contra Alejandro Gutiérrez, alías “La coneja”, por el presunto desvío de 250 millones de pesos, el titular del poder ejecutivo, Javier Corral Jurado, hizo acopio de la retórica que lo hizo famoso en las tribunas legislativas, para despotricar en contra del juez que le allanó el camino a la libertad al exsecretario adjunto del PRI.
Iracundo para tratar el tema de la corrupción, en los terrenos de sus enemigos por supuesto, el mandatario chihuahuense amenazó con denunciar penalmente al juez que conoció del asunto y al titular de la PGR por facilitar la caída del expediente; incluso, de llevar sus protestas a los organismos internacionales (¿¿¿¿????).
Un asunto que debió prosperar a pesar de los enormes obstáculos impuestos por los capos mayores de la mafia del poder ligada al Revolucionario Institucional y a la misma presidencia de la república, se vino abajo por la nula pericia política y soberbia del gobernador.
En efecto, Javier Corral supo capitalizar el secuestro de la candidatura al gobierno del estado. Le salió de maravilla la campaña de meter a la cárcel a César Duarte Jáquez, el vulgar ladrón. Contra todos los pronósticos y las encuestas, el multiplurinominal abanderó el repudio popular por el brutal atraco al peculio público.
Sin inmiscuirse en más asuntos de igual o mayor importancia de la administración pública, Corral Jurado centró sus esfuerzos en la integración de carpetas de investigación a medio centenar de excolaboradores del exgobernador Duarte y de terceros involucrados en los presuntos desvíos multimillonarios que quebraron las finanzas estatales.
Mediático como es, Corral comenzó a exhibir como trofeos de caza las detenciones del exalcalde Chihuahua, Javier Garfio, de gente muy cercana a el exgobernador, y con mayor razón al exsecretario adjunto del CEN del PRI en los tiempos de Manlio Fabio Beltrones. Le relamía Javier los bigotes a su gato gali tan solo de imaginar poner tras las rejas al capo sonorense, mientras obsequiaba a diestra y siniestra órdenes de aprehensión en contra de Duarte.
A la par del raiting obtenido en los medios informativos a los que arropa, el gobernador del estado se desentendía de las alertas que ya tronaban en las calles por el regreso de la violencia extrema. Tampoco le prestó atención a los actos de corrupción en varias áreas de su administración. Prefirió consentirse los fines de semanas en los campos del golf, asolearse en su residencia de Mazatlán o grillar en otras entidades y la CDMX.
Pero el desgaste de su imagen se acentuó cuando puso de rodillas al poder judicial a través del sometido poder legislativo. Ensoberbecido por la atención que recibió su caravana de la dignidad se concentró en imponer en la judicatura estatal a sus fieles fanáticos; en sustituir jueces tricolores por azules; en colocar en la auditoria superior del estado a un integrante de la comunidad romerista y a una neoleonesa en la fiscalía anticorrupción.
Por ignorar los reclamos de empresarios, líderes de opinión y de la militancia panista por la nula obra pública, del regreso a los primeros sitios en materia de inseguridad y por el desabasto de medicamentos en los centros de salud, el gober recibió un fuerte llamado de atención de parte de la ciudadanía: el PAN perdió la mayoría de los diputaciones federales, el senado, la mitad de las diputaciones locales y el cuarto municipio más importante del estado.
Cuando se tiene piel de rinoceronte y oído de matancero, difícilmente se tiene remordimientos para encajar el machete. Pese a las advertencias de la oposición y de analistas serios de comprometer aún más las fianzas del estado, el gobernador obligó a sus diputados a endeudar a Chihuahua con otros 938 millones de pesos y entregar gratuitamente a empresarios afines el usufructo del agua tratada, tal y como lo hiciera Pancho barrio en 1995 con Maderito. Así entregó las empresas del Estado Miguel de la Madrid; así le hicieron con el FOBAPROA.
A punto de fenecer el sexenio más corrupto en la historia del país, el gobierno de Peña está abriendo las puertas hacia la libertad a los gobernadores señalados de inyectarle cientos de millones de pesos a su campaña presidencial. El Duarte de Chihuahua es uno de ellos.
La bronca para Javier Corral Jurado es que el tema de la corrupción como conversación irá a la baja porque AMLO lo abanderó a nivel nacional, y supone que con su victoria se acabará este flagelo. Aunque no sea así, pues se presume que el líder de MORENA va a consentir que Peña y los suyos se vayan impunes, la negocia a esos niveles excluye al gobernador chihuahuense.
Para desgracia de Javier, el saldo democrático se le agotó a los seis meses de protestar el cargo. Entre la población es muy notorio el desencanto y el hartazgo a sus pretextos ya es bastante evidente. En estos momentos, sin menoscabo del coraje por la descomunal transa de César Duarte, la ciudadanía está más preocupada por la altísima inseguridad que se vive; por la falta de empleos bien pagados; por la nula obra pública y por la frivolidad con la que encara los señalamientos de corrupción en su gobierno.
Al PAN puede sucederle lo mismo en el 2021 lo que al PRI en el 2016. Corral es un pasivo muy pesado para su partido, al que ha usado cuantas veces ha obtenido candidaturas. Pero lo peor es que a él le importa lo que el viento a Juárez, y eso, es trágico para Chihuahua porque en dos años el desarrollo se detuvo y pasarán al menos otros ocho meses para saber si la economía empieza a moverse. Mucho tiempo perdido para una alta expectativa que se tenía en él.
P.D. Con la libertad de la coneja el que pierde es Corral, y Chihuahua con él.