Corre Juárez, corre

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Marco Antonio Flores Zavala

En enero de 1867, la caravana presidencial republicana estuvo en Zacatecas, y la ciudad fue asaltada con el fin de aprender al presidente Benito Juárez. Imagine: Juárez tan atildado y parsimonioso en un caballo, subir casi a pelo y jinetear. Van algunos detalles sobre el episodio.
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El 22 de enero de 1867 llegó la caravana presidencial republicana a la ciudad de Zacatecas. Antes estuvo en el estado de Chihuahua, durante la etapa de la intervención francesa y el establecimiento del imperio (1864-1866). Del Norte se desplazó a Durango, de donde salió el 14 de enero. Transcurrió el convoy por la hacienda de Mortero; Sombrerete; Sain Alto; Ranchogrande; Fresnillo; y en Calera, sólo de paso.
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En cada comunidad al contingente presidencial le ofrecieron recepciones festivas -ceremonias de bienvenida, cenas y bailes-. Los republicanos procedentes del Norte eran el presidente Benito Juárez, los ministros Sebastián Lerdo de Tejada, José María Iglesias y Tomás Mejía -andaban en el famoso carruaje negro-. Obvio también los acompañaban ayudantes y una escolta de caballería e infantería.

Cuando llegaron los republicanos, Zacatecas se desenvolvía en un escenario de guerra donde descollaba el antijuarismo. Dos hechos inmediatos lo significaban: días antes el gobernador Miguel Auza aprendió al general Jesús González Ortega, quien reclamaba la presidencia de la República por sucesión constitucional; y, el segundo hecho eran los preparativos de defensa, pues se esperaba el ataque por parte de los monarquistas liderados por el joven general Miguel Miramón.
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El ataque monarquista ocurrió la mañana del domingo 27 de enero de 1867. Como buen estratega militar, las fuerzas del joven Miramón asaltaron primero las trincheras de La Bufa -Junio de 1914 no es ninguna novedad-.
Arribaron con discreción en la noche y avanzaron con sigilo en ese crudo invierno zacatecano. 
La sorpresa fue un factor definitivo, tanto que los durmientes republicanos se levantaron de la mesa o la cama cuando los monarquistas estaban disparando en la plaza de armas. En pleno enfrentamiento, el contingente presidencial tuvo que montar a caballo para escapar.
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Miramón saboreaba la posibilidad de capturar a Juárez. Lo mismo ocurría con Maximiliano, quien llegó a deslizar: ‘de atraparle, a las armas’. Imagine lector las consecuencias de esa posibilidad para González Ortega, para la monarquía, para la República.
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En plena refriega el presidente Juárez fue convencido de subir a un caballo, salir de palacio de gobierno ya montado. Y en ello correr, correr mientras silbaban las balas de defensores y atacantes.
La escena da para otra imagen: Juárez tan atildado y parsimonioso en un caballo, subir casi a pelo y jinetear. Lo hizo y apresuró por el callejón empedrado del Santero, acomodó junto a otros rumbo a Jerez.
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En tanto los jinetes republicanos corrían, la escolta y el carruaje presidencial fueron enviados a Fresnillo para distraer a los atacantes. En ambas rutas los persiguieron, yendo a la cabeza Miramón.
Los republicanos corrieron hasta Malpaso. Descansaron y luego siguieron a Jerez.
Allí permanecieron hasta el 30 de enero, cuando se fueron de noche a Fresnillo -en ambos lugares los acompañaron los defensores de Zacatecas, eran más de mil 500 hombres-.
En el mineral esperaron que los monarquistas se retiraran.
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La caravana presidencial volvió a la capital estatal al finalizar enero. Se quedó hasta el día 17 de febrero. En todo ese lapso Juárez se mantuvo como jefe republicano reconocido y preparado para la derrota de la monarquía.
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En otro lado, González Ortega fue recluido en Saltillo, junto con otros antijuaristas.

Imagen: Plaza de armas, ciudad de Zacatecas, ca. 1860.

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