Una reciente encuesta del INEGI arrojó que la corrupción es el tercer problema que más afecta a los mexicanos, justo después de la inseguridad y del desempleo.
Hay que señalar, sin embargo, que la corrupción es la que en gran medida provoca y exacerba los otros dos problemas, pues ahuyenta las inversiones y es el gran caldo de cultivo en el que crece la violencia.
Según transparencia internacional México se ubica en la posición 105 (de 176 países clasificados), muy por debajo de sus principales socios comerciales; Canadá y Estados Unidos de América (EUA), se encuentran en la posición número nueve y 19, respectivamente”.
A nivel región, nuestro país se ubicó en la posición 22 de 31 países de América evaluados. El primer sitio -de menor corrupción- lo obtuvo Canadá, seguido de Barbados, EUA, así como por Chile y Uruguay, empatados en cuarta posición.
Dicho y entendido está, pues, que la corrupción no es un problema, sino el problema de México, el árbol oscuro del que nacen los grandes obstáculos al desarrollo nacional.
Paradójicamente, la respuesta del Estado mexicano no ha tenido el impacto ni la estatura que se requiere.
Es indispensable transformar las prioridades de la agenda nacional. Todas las grandes reformas propuestas por el presidente, por más bien elaboradas que estén, tendrán una escasa efectividad cuando pasen de la teoría a la práctica, pues en el mundo real tendrán que ser aplicadas en un entorno manchado por la podredumbre de la corrupción.
Más vale echar a andar lo más pronto posible, con vigor y contundencia, un esfuerzo nacional contra la corrupción, pues de poco servirá tener leyes de Primer Mundo cuando la palabra corrupción siga permeando.
Y porque no pensar en nuestro estado en un instituto estatal contra la corrupción donde el ciudadano pueda acercarse y denunciar cualquier acto que corresponda a este cáncer que está destruyendo las instituciones en México.
Ojalá y estas instancias sean reales pronto, y no sean sólo para engordar la burocracia, sino para empezar a construir las bases para combatir este terrible mal.