Corrupción y obra pública en Zacatecas; el “valemadrismo” de los Alonso Reyes

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periometroAndrés Vera Díaz

La “Corrupción” proviene del latín corruptio-onis. Además de significar “la acción y efecto de corromper”, puede ser entendido también como “una alteración o vicio en un libro o escrito”, “en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”

“Corromper” (del latín, corrumpere), efecto de la corrupción, significa por su parte, “alterar y trastocar la forma de algo”, “echar a perder, depravar, dañar, pudrir”, “sobornar a alguien con dádivas o de otra manera”, “pervertir o seducir a alguien”, “estragar, viciar”, “incomodar, fastidiar, irritar”, “oler mal” .

La corrupción es un concepto muy amplio y que engloba, entre otros, las coimas; determinadas conductas de los titulares de los cargos públicos (soborno de funcionarios; malversación de bienes; tráfico de influencias; abuso de funciones; enriquecimiento ilícito…); soborno en el sector privado; crimen organizado; blanqueo de dinero, transferencia de activos de origen ilícito; etc. La corrupción es un concepto muy amplio, como el mal que produce; tiene múltiples manifestaciones y aqueja a todos los países de un modo u otro. Pero, ¿qué está echado a perder en la corrupción? En primer lugar la persona. Es clave partir de la base de que las estructuras y organizaciones corruptas no se pueden independizar del hombre y de la mujer que, con su actuación y apoyo, colaboran con esas estructuras y organizaciones. La corrupción tiene una incidencia social negativa, pero siempre -en estas prácticas-, encontramos al ser humano singular, a la persona; en este caso, al que se ha corrompido y al que corrompe. Cualquier parecido con Miguel Alonso Reyes no es coincidencia.

La corrupción de la obra pública en Zacatecas no se había “visto” de una forma tan cínica como en el gobierno de Miguel Alonso Reyes. Los diezmos, ahora convertidos en treintenas por la asignación de ésta fue denunciado el año pasado por constructores, ¿qué ha resultado?, absolutamente nada. Guillermo Huizar se ha convertido en el procurador de la impunidad.

La ambición por hacer negocio, ahora que el funesto gobernador sólo tiene visión nepotista, es una práctica no coyuntural, es un sistema implantado en el egoísmo social de una administración priista que expresa la más alta forma de corrupción nacida en el seno familiar.

Juan Alonso, el hermano del gobernador, encargado de palomear las obras públicas no le ha importado en lo absoluto la crítica, la denuncia ni la historia del estado.

Las llamadas glorietas de la muerte, íconos espantosos del Centenario de la Batalla de Zacatecas es la prueba más palbable. Construcciones sin justificación práctica para dejar una huella de mierda del sexenio del peor gobernador en la historia de la entidad, sí, el peor.

Ahora, no sólo se han acostumbrado a una dinámica de anunciar obras que solo algunas, tiene una finalidad de servicio a la sociedad, sino que mutilan de forma ilegal y arbitraria los sitios monumentales de los zacatecanos. Como “normales” califican cínicamente que el INAH les haya clausurado la supuesta remodelación de la Plaza de Armas. Risa burlona ante la propuesta del diputado Iván de Santiago de realizar un plebiscito para consultar a la gente si quieren la obra o no.

Esta práctica de realizar obra pública de forma por demás funesta, se basa en el ideario nacional de los gobiernos de México, pues a todos los niveles, han tenido una incapacidad crónica en la gerencia de obras públicas, debido a la corrupción, más que a la capacidad. No hay una obra, chica, mediana o grande, de gobierno, que no tenga problemas de construcción, financiamiento, calidad, cumplimiento, plazos, entrega o precios.

No importa el color de la crítica, PAN , PRD o Morena, tampoco si es ciudadana o periodística, simplemente, les importa llenarse los bolsillos y aportar a las campañas millonarias de sus candidatos.

Varias son las preguntas políticas que la sociedad civil debería formularse: ¿Cuando estaremos a salvo de que se estén cometiendo los mismos escándalos?; ¿Cómo exigir la transparencia en el uso de los recursos públicos?; ¿Son adecuados los controles antes, durante y posteriores del sistema de construcción de obras de infraestructura o regeneración estética?; ¿En Zacatecas es aceptable socialmente enriquecerse con la contratación de obra pública? ; ¿La corrupción es sancionada moralmente o solo es sancionado el corrupto descubierto in fraganti? ¿Los políticos y funcionarios se enriquecen con el paso por la función pública?

Zacatecas es un estado con grandes deudas en esta materia y quizás sería el momento de cambiar el enfoque sobre el tema de la gran corrupción investigando las líneas de la financiación de la política, bajo la firme sospecha que podemos estar parados sobre un volcán. ¿Entrará este tema en la agenda pública del resto del año y de cara a las elecciones locales del próximo año? Quizás sea el momento de apuntar un gran “mani pulite”, o dicho en español, a un NUNCA MÁS de la corrupción.

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