Jacobo Cruz
Estando en la oposición los ahora gobernantes y funcionarios provenientes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), eran severos críticos del sistema político mexicano, tenían la solución para todos los problemas de la sociedad. Encabezados por el actual presidente Andrés Manuel López Obrador se creían auténticos redentores sociales y mártires del oficialismo, acusaban de fraude en las elecciones en que participaban, tal como pasó en el año 2006, cuando perdió ante Felipe Calderón Hinojosa, postulado por el Partido Acción Nacional (PAN), con apenas 0.56% de ventaja, por lo que vinieron las impugnaciones del proceso y provocó un plantón enorme sobre la avenida Reforma para exigir el conteo de voto, por voto y casilla por casilla al Instituto Federal Electoral (IFE), ante lo que consideró una elección robada.
Después de eso, AMLO se autonombró el presidente legítimo de México y bautizó de presidente espurio a Calderón Hinojosa, como continuidad a la campaña electoral permanente donde siempre se consideraba la víctima de un estado corrupto y antidemocrático que robaba elecciones e imponía a los políticos que le convenía.
Seis años después, en 2012 de nuevo fue candidato perdiendo ahora ante Enrique Peña Nieto y no se hizo esperar la estrategia de víctima y es que toda la trayectoria política de AMLO ha sido caracterizada por momentos memorables y hasta cómicos, pero le dieron resultado. Esta vez también denunció fraude electoral y presentó borregos, cerdos, patos, guajolotes y una gallina, como prueba para realizar un acta notarial y presentarla ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
En esta elección, de los 49 millones 87 mil 446 personas que votaron, López Obrador logró el 31.64%, es decir, 15 millones 535 mil 117 sufragios; mientras que Peña Nieto obtuvo 18 millones 535 mil 117, quedando como presidente electo.
Pero todo mundo sabe que durante la larga campaña de alrededor de 12 años previos, el aún mandatario sostuvo una estrategia muy clara, había que criticar los errores y excesos de los gobernantes en turno para presentarse como la única alternativa para resolver los problemas del país. Y tras la propaganda lo logró, finalmente en 2018 convenció a unos 30 millones de mexicanos de que el problema de México era la corrupción, asegurando que acabando con ella habría ahorros y se tendría mucho dinero con lo que cambiaría la situación de los mexicanos.
Tras su arribo a la Presidencia de México aseguró que todo cambiaría, porque los principales cargos estarán dirigidos por gente honesta e incapaz de robar, sin embargo el gabinete presidencial se compuso de políticos serviles que vieron a tiempo la posibilidad de abandonar sus partidos o bien algunos habían sido expulsados de ellos y se sumaron al proyecto de la 4T donde fueron recibidos con honores y reconocidos con los cargos más importantes, como ejemplo se tienen a Ricardo Monreal, Manuel Bartlett Díaz, Delfina Gómez Álvarez, Félix Salgado Macedonio y a Miguel Barbosa Huerta, sólo por mencionar algunos. Pero el influyentismo e incongruencia estará presente en el segundo piso de la transformación, fíjese que al menos 12 funcionarios de AMLO ocuparán importantes carteras, y desde luego cuidarán los negocios de quien deja el cargo y su familia como los propios.
Los problemas que había eran reales, nadie puede ni debe negarlos, por eso fue efectivo el discurso de AMLO para que la gente votara a su favor, revelándose contra un Estado represor que sometía y maltrataba a los opositores. Pero la suerte de las supuestas víctimas cambió en 2018 y ahora Morena y sus aliados atropellan a quien le exige justicia social, respeto a las instituciones democráticas y que destinen recursos en el Presupuesto de Egresas de la Federación (PEF), para reconstruir el sistema carretero de México o para asegurar medicinas en clínicas y hospitales públicos.
Como han cambiado las cosas, quienes antes denunciaban abusos de poder, influyentismo y corrupción, hoy se muestran ante el pueblo de México con una arrogancia increíble, haciendo gala de abuso de poder e incongruencia entre el dicho y el hecho.
Una vez encaramados en el poder del gobierno federal, así como en la mayoría de estados y municipios del país, los dirigentes de la transformación olvidaron que ellos encabezaron proclamas callejeras y hoy han declarado la guerra a todo aquel que levanta la voz. En su etapa de luchadores sociales, los de Morena exigieron la libre expresión y respeto a la libertad, pero en el poder amenazan a quienes piden atención a los problemas sociales, afirman que todo está cambiando con los programas del bienestar y que la gente está feliz.
Debemos aceptar que el dinero de las transferencias resulta útil para pequeñas necesidades, pero a cambio de eso, la gente debe renunciar a la instalación de obra pública, a la mejora real de los salarios y a sus derechos. Una vez que es beneficiario de alguna beca, la persona ya no puede organizarse, está amenazado de denunciar la falla en los servicios, so pena de que le retiren el apoyo.
Por eso el antorchismo tiene el interés en que la gente descubra que la pobreza y marginación son producto de la división de la sociedad en ricos y pobres, que este fenómeno es la causa primaria de los problemas sociales que afectan a la población que carece de medios de producción.
Nosotros buscamos que los mexicanos hagan conciencia y se dispongan a trabajar para construir una patria capaz de producir satisfactores de las necesidades humanas. Consideramos que el problema de México no es la corrupción, sino la forma en como está diseñada la sociedad al permitir la concentración desmedida de la riqueza en pocas familias, mientras los trabajadores no tienen nada más que su fuerza de trabajo para venderla, por eso consideramos urgente cambiar el modelo económico actual por uno que renta nacional de forma equitativa y al menos se aminoren los problemas del país.