Los estudios de la “mexicanidad”, del “carácter nacional” o de la “identidad del mexicano”, esos conceptos tan abstractos, diacrónicos, sincrónicos y resbaladizos a la vez, usualmente han enfocado su mirada a la figura del mexicano como un ente homogéneo al que dentro de sus características le incluyen la de macho y machista a la vez, lanzando el concepto a diestra y siniestra sin preocuparse de dejar en claro el origen y la evolución de dichos conceptos.
Preocupado por esta situación y partiendo de la historia de los conceptos con un enfoque de género, el investigador Didier Machillot escribió la investigación titulada Machos y machistas. Historia de los estereotipos mexicanos (Ariel 2013), en la que hace un recorrido por la utilización de la palabra macho hasta desembocar en su connotación peyorativa, machismo.
El recorrido que hace Machillot no es una mera revisión histórica, sino que en su dilucidación pone en tela de juicio algunas de las aportaciones más importantes que se han hecho en torno a la figura del macho mexicano. Así pues, el autor señala que el término macho, para referirse al hombre, surge durante los acontecimientos revolucionarios puesto que antes sólo era utilizado para designar al animal de sexo masculino, empero entre 1910 y 1915, con mayor precisión, surge como un símbolo de la mexicanidad y el patriotismo.
La literatura, la pintura y sobre todo el cine que se hizo posterior a la revolución, erigieron la imagen de un mexicano que se proyectó a nivel internacional. Entre las principales características del hombre estaba el de ser “muy macho”, viril, valiente y caballeroso, sin embargo, la imagen se fue desdoblando y transformándose paulatinamente, a decir de Machillot “de noble y valiente en la década de 1940, se convierte en una verdadera máquina sexual, incluso en un falócrata peligroso durante los setenta, pues en ese lapso se levantaron voces en contra de un modelo juzgado indigno; críticas que desde 1934 hasta nuestros días contribuyeron a forjar una imagen negativa del macho: el machista”
Según las investigaciones del autor, la primera definición de machismo se propuso en el Diccionario de mexicanismos de Francisco J. Santamaría publicado en 1959, en el que se define al machismo como “vulgarismo grosero, por varonía, virilidad”. Y en los años posteriores, el concepto siempre apuntó a la existencia de una manifestación exacerbada de virilidad, incluso a cierta vanidad. Pero Machillot apunta a que se define mediante ciertos comportamientos más que como una ideología.
Pero fue en la década de los setenta, con el reforzamiento de la teoría y los movimientos feministas, que el término machismo derivó en su acepción más negativa y que hasta hoy en día es como se le conoce. Un falócrata que se erige como un ser superior por encima de la mujer.
La investigación de Machillot viene a ser valiosa por la aportación al estudio de los estereotipos y de la mexicanidad. No solamente hace una disección del origen del estereotipo del macho y el machismo, sino que, como mencioné arriba, pone en tela de juicio y le da un jalón de orejas a figuras ten encumbradas en este tipo de análisis como son Samuel Ramos y Octavio Paz, al primero con su libro El perfil del hombre y la cultura en México, al que critica al igual que lo hiciera Roger Bartra, por hacer una caricaturización del mexicano poco científica y clasista, y a Paz con su El laberinto de la soledad en los mismos términos.
Machos y machistas a pesar de ser un ensayo académico se lee de una manera muy rápida, quizá lo malo, y esa es una fijación propia, es que las notas que se supone deben de ir a pie de página por los llamados que hay a lo largo del texto, aparecen al final de cada capítulo lo que debilita la información que puede ser muy rica y complementaria al texto del investigador.
De ahí en más, considero que es una buena investigación imprescindible y muy fresca para todo aquel que le interese los temas sobre “la mexicanidad” o los estudios de género partiendo desde la trinchera de las masculinidades.