Lo sabíamos y lo esperábamos. El Movimiento Antorchista Nacional se ha decantado por la candidatura del Dr. José Antonio Meade para presidente de la república. Y son dos sus razones básicas. La primera, muy conocida por el público, es que aunque nuestra relación con el PRI no ha sido fácil ni tersa, es el partido cuyos funcionarios se han mostrado mejor dispuestos a resolver las demandas de nuestra gente, la más marginada del país, y es, además, el que ha registrado y registró hoy las pocas candidaturas antorchistas a cargos de elección. La segunda es que nuestra apreciación de la actual coyuntura nacional y mundial es de un alto riesgo, de extrema sensibilidad de los intereses del imperialismo y, por tanto, con una paz muy frágil para naciones poco desarrolladas como la nuestra. Esto excluye, por el momento, los experimentos audaces y las apuestas arriesgadas para salir del bache, y habla en favor de un gobierno, tal vez conservador, pero mesurado, prudente y buen conocedor de arrecifes y escollos. Ése es el Dr. Meade.
Era necesario decir esto, para dejar constancia de que nosotros no entramos en el número de quienes temen un posible triunfo de López Obrador justamente por sus propuestas menos convencionales, más críticas del statu quo, olvidando que son precisamente los frutos podridos de este statu quo los que han provocado el hartazgo y el rechazo de las mayorías y los que explican su abierta simpatía por el discurso del candidato de MORENA. No es nuestro caso, como espero haber dejado claro en el primer párrafo de este artículo. Y tenía que decirlo ahora, porque tampoco queremos que se nos ubique como descarados oportunistas que se suben de última hora al carro del vencedor, ni como cobardes, que cambian de bando y de bandera por miedo, y no por convicción.
Por supuesto que con la explicitación de nuestra postura electoral, no busco convencer a nadie ni lograr conversos. Sería absurdo. Pero sí creo posible que los hombres y mujeres maduros e inteligentes de este país, que forman legión, entiendan la lógica y la racionalidad de nuestros argumentos y desechen, así sea parcialmente, la sucia imagen de los antorchistas que les han sembrado en la mente los medios masivos de comunicación. Que los antorchistas carecen de honestidad, de moralidad, de ideas superiores en beneficio de la colectividad, y que solo los mueven la corrupción, la ambición, el chantaje o la obediencia servil a quienes les pagan por trabajos sucios en su provecho. Combatir tales infamias es un derecho legítimo permanente, pero en el actual proceso electoral, lo juzgamos además urgente e indispensable a la vista de los intereses y las pasiones desbordadas, que han multiplicado por diez los oprobios, los insultos y las acusaciones infundadas contra los antorchistas, por nuestro público apoyo al candidato José Antonio Meade. Aunque, como dije antes, es algo que ya sabíamos y esperábamos.
¿Por qué estábamos seguros de que eso ocurriría? Primero, porque sabemos bien que, en los días que corren, nadie cosecha aplausos, y ni siquiera tolerancia respetuosa, por su apoyo al candidato del PRI o por alguna coincidencia con el gobierno del presidente Peña Nieto. Tabú, como dice la cultura afrocaribeña. Pero más que por eso, porque tampoco nos hemos engañado nunca sobre lo que sienten y piensan de nuestro Movimiento las principales élites del poder económico; los grupos dominantes en los diferentes partidos políticos que, para efectos del reparto del poder, son uno solo; y los dueños de los más poderosos medios de comunicación. La campaña de insultos, descalificaciones, criminalización y acusaciones gratuitas viene de muy atrás, prácticamente desde que nacimos a la vida pública hace ya 44 años, y es obra de esos grupos de poder. Son ellos la mano que mece la cuna. Y es algo que no tiene nada que ver con la lógica, con la racionalidad o con la verdad rigurosamente investigada y demostrada; todo obedece al odio instintivo y al recelo que esos poderes sienten por la organización popular y por el reclamo de sus derechos elementales, en los que automáticamente ven o presienten un riesgo para su dominio y sus privilegios.
Tan pronto como ven surgir en el horizonte algún amago de organización popular independiente, se aprestan a sofocarlo tan rápido como pueden y por todos los medios a su alcance, actuando siempre como un solo hombre. Aquí entra en acción el poderoso ejército de los medios: reporteros, columnistas, articulistas, politólogos y tutti quanti. La finalidad es borrar por completo a todos aquellos que pongan en duda las bondades del paraíso creado por la libre empresa. El Movimiento Antorchista cae de lleno dentro de esta categoría, y, por eso, desde su origen como dije, ha sido combatido por diversos medios, uno de los cuales, y muy efectivo por cierto, es el ataque persistente y coordinado de la falange mediática. En nuestro caso, ha hecho su trabajo a conciencia: ha creado una imagen virtual de una Antorcha integrada por rateros, asaltantes, paramilitares, golpeadores, chantajistas, invasores de casas y terrenos de propiedad privada, manipuladores, lucradores con la pobreza popular y un largo etc., que me abstengo de repetir por innecesario. Insisto en que es una “realidad” virtual, es decir, totalmente inventada por los medios y, por tanto, falsa de punta a cabo.
Por eso no podíamos esperar que los ataques disminuyeran al conocerse nuestra postura electoral, a pesar de lo cual no dudamos en manifestar públicamente nuestro apoyo a la candidatura del Dr. Meade Kuribreña. Porque creemos saber que lo que está en juego no son los intereses (legítimos) de Antorcha, sino la soberanía, la integridad territorial, el derecho a la libre autodeterminación y la paz social del pueblo mexicano. Todo esto y más quedará expuesto a un grave riesgo si, por rencor, desesperación o falta de reflexión, damos un paso en falso en esta coyuntura, aunque sea con las mejores intenciones. He aquí otra forma de explicar nuestra decisión.
Y sí, el chaparrón de lodo no se hizo esperar y superó nuestras peores expectativas. Pero la novedad fue que, junto con los ataques, han proliferado los “amigos” y los “consejeros” ex oficio que escriben y susurran al oído del candidato y de su equipo de campaña que Antorcha es una organización nefasta, “impresentable”, que solo le sumará “negativos” pero no votos al candidato Meade. Que hay que hacerla a un lado. Resulta, pues, que los enemigos del PRI y de su abanderado están más preocupados que sus seguidores por el riesgo que representa Antorcha para la campaña. Y lo más curioso es que, según sabemos de buena fuente, el consejo “de buena fe” ha encontrado eco y hay ya el acuerdo de marginar a los antorchistas, tanto y tantas veces como sea posible.
Sabemos también de cierto que en las altas esferas priistas (y hasta en la infantería), saben que los rumores en contra de Antorcha son puras falsedades, infundios carentes de sustento. Además, es del dominio público que López Obrador no se arruga para dar la cara por personajes también señalados por la prensa como indeseables, con lo cual da prueba de firmeza de carácter y de lealtad a sus aliados. Salta la duda legítima: ¿Por qué en el PRI nadie se atreve a decir la verdad, solo la verdad, sobre Antorcha y los antorchistas, una verdad que ellos conocen bien?
A mi juicio (fundado en información) hay dos razones. Primera, están los priistas “de abolengo” que ven en Antorcha a un advenedizo, a un convidado indeseable que, sin ningún derecho, les disputa poder y prestigio ante el candidato y ante la opinión pública. Conviene, pues, echar a patadas a ese huésped inoportuno. Segundo, están los “teóricos” de una democracia que, en el fondo, repudian, por peligrosa e incontrolable, la organización y la participación popular en los asuntos públicos. Esta corriente teórica viene de muy atrás y tiene antecesores tan conocidos y prestigiados como Schopenhauer, Nietzsche, Ortega y Gasset y otros, que escribieron largo y tendido en contra de la Oclocracia, es decir, en contra del “gobierno de la chusma”, de la “rebelión de las masas”, de la “dictadura del populacho”, de “la irracionalidad de la masa en manos de demagogos”, etc., y en favor del poder de las oligarquías, del gobierno de “los mejores”. Para estos señores, la democracia es solo una máscara útil para legitimar, mediante el voto popular, el poder de las minorías privilegiadas.
Para algunos teóricos de esta familia ideológica, Antorcha es utilizable pero desechable. Nada de tomarla en serio; y menos reivindicar su imagen pública, porque sería empollar el huevo de la serpiente. Y los competidores del Dr. Meade están totalmente de acuerdo en esto, lo aplauden como focas y lo difunden tanto como pueden. Bajo la mesa, le dan la mano a los “viejos priistas” que están echando de “su” casa a los indeseables “antorchos”. Pero nosotros no mostraremos menos carácter que López Obrador: iremos con el candidato Meade hasta el final, seguros de que la política no se mueve en línea recta sino en espiral, y de que lo ido volverá, solo que en un plano superior.