En el marco de la celebración de los 25 años de la inscripción de la ciudad prehispánica maya de Uxmal y los sitios de la Ruta Puuc (Kabah, Sayil y Labná) en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realiza una serie de mesas de diálogo en torno a la trascendencia, la responsabilidad y los retos que ha generado tal distinción.
Organizada por la representación del INAH en Yucatán y de la Zona Arqueológica de Uxmal, la mesa 2, «Retos y aprendizajes del patrimonio biocultural en México», abordó el tema “La atención a los desastres en el Patrimonio Mundial: Monte Albán como estudio de caso”, expuesto por la investigadora del Centro INAH Oaxaca, Nelly Robles García.
La arqueóloga destacó que dicho sitio arqueológico oaxaqueño ha sido un referente en el manejo de los grandes lugares patrimoniales en el país, debido a que fue el primero en contar con un plan de manejo, aunque en sus inicios carecía de un apartado sobre las acciones a seguir en caso de desastres naturales.
En la transmisión por el canal INAH TV de YouTube, como parte de la campaña “Contigo en la distancia”, de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, la también directora del Proyecto Arqueológico Conjunto Monumental de Atzompa dijo que tras el sismo que azotó Oaxaca, en 1999, el cual afectó gran cantidad de monumentos de esa zona arqueológica y de otras de la entidad, así como de Puebla y Morelos, se sentaron las bases para el que el INAH iniciara una política de atención y prevención de desastres, creando el programa PrevINAH.
Oaxaca, añadió, al ubicarse en la confluencia de cinco placas tectónicas, vive un movimiento constante del subsuelo, por lo que en la parte específica de la atención a las áreas siniestradas por los sismos, la arqueóloga, junto con su equipo, ha desarrollado un trabajo en la materia, desde hace varios años.
Ante los daños ocasionados por los sismos de 2017, y tras la experiencia del registrado en 1999, la tarea se enfocó a investigar las afectaciones que ha sufrido Monte Albán, desde sus épocas prehispánicas de uso, así como en el modo en el que los zapotecos restauraron y modificaron sus estructuras, haciéndolas más duraderas. Este sitio arqueológico tuvo alrededor de 20 edificios siniestrados, mientras que el de Atzompa, también resultó afectado, aunque su arquitectura es más modesta, compuesta por residencias hechas con estuco y piedra.
Así, tras los sismos, Nelly Robles y su equipo procedieron a apuntalar los monumentos afectados, para después buscar financiamiento para su rehabilitación, acudiendo al World Monuments Fund (WMF), organismo que apoyó con recursos para adquirir tecnología y analizar los daños registrados, convirtiendo esta situación en una oportunidad para probar una nueva metodología de acción en caso de siniestros en sitios declarados Patrimonio Mundial, como Monte Albán.
De esta forma, en 2020, aprovechando el cierre del sitio por la contingencia sanitaria derivada de la COVID-19, se realizaron vuelos LiDAR sobre la zona arqueológica, con los que se generaron lecturas por transectos a lo largo de la plaza, para ubicar grietas profundas o socavones debajo de las construcciones, lo cual permitió hacer más rápida la documentación, análisis y la posterior atención de los monumentos.
“Al inicio, Atzompa fue tratado de la manera tradicional y después con la tecnología utilizada en Monte Albán; hubo muchas grietas, pero afortunadamente durante varios años habíamos hecho trabajos de restauración, lo que ha favorecido en la recuperación de varias edificaciones”, explicó.
Por último, la arqueóloga Nelly Robles destacó esta nueva forma de atender daños causados por fenómenos naturales, en la cual, desde el inicio, las afectaciones se estudian y documentan con tecnología, se analizan los resultados por un grupo colegiado y se procede a efectuar la restauración.
En su intervención, La directora de la Junta Intermunicipal Biocultural del Puuc, Minneth Medina García, dictó una ponencia alusiva a este organismo público descentralizado, integrado por los municipios yucatecos de Muna, Ticul, Santa Elena, Oxkutzcab, Tekax y Tzucacab, en los que se encuentra la primera reserva estatal biocultural, la cual no solo conserva el patrimonio natural, sino también el histórico, las costumbres y su forma de vida.
Esta área, detalló, comprende 135 mil hectáreas y representa el 22% de la selva conservada en Yucatán, así como 20% del hábitat potencial de especies clave como el jaguar; el 16% del área de recarga del manto acuífero, el 11% de las zonas estatales alteradas y deforestadas, además de ser la principal fuente de alimentos: frutas, cítricos y granos.
“En nuestro caso, ha sido difícil diferenciar la Ruta Puuc (compuesta por las zonas arqueológicas) de la Región Puuc, donde las comunidades habitan y producen sus recursos. Aunado a esto, hay problemáticas como el cambio de uso de suelo, el incremento de actividades productivas de alto impacto ambiental, la deforestación, la pérdida de biodiversidad local, una economía local debilitada y deterioro ambiental”.
Afortunadamente, finalizó, ya se cuenta con un programa de manejo de la Reserva Estatal Biocultural del Puuc, el cual está en conciliación del Estado para su publicación. Se busca que no sea un programa prohibitivo, sino que ayude a resguardar el patrimonio biocultural de la zona y, a su vez, permita realizar las actividades de mayor tradición de esta área: la milpa y la apicultura, pero regulando el uso de los recursos.