CADA VEZ que Zacatecas recibe algún reconocimiento nacional o comentario en positivo por parte de personajes de la política, la empresa o la cultura, me apresuro a resaltarlo porque me resisto a formar parte de los estados señalados como inseguros, peligrosos o violentos.
SOY ZACATECANA y me duele que una entidad durante tantos años considerada tranquila y pacífica, pase a la celebridad por motivos contrarios a ese sello que nos llenaba de orgullo y satisfacción, además de permitirnos vivir tranquilos y en paz.
PREFIERO huir de conversaciones cuyo tema central sean los eventos que ocurren en algún punto del estado o la capital y no es la mía una actitud irresponsable o indiferente, sino que detesto la manera como mucha gente recrea cada episodio con agregados y altas dosis de morbo.
ESTA TENDENCIA provoca daños adicionales a la sociedad. Yo diría que incluso existen riesgos de contraer –si no es que ya lo hemos hecho-, una suerte de enfermedad colectiva para la cual no existe tratamiento, pero si la posibilidad de no resultar contagiado.
ME IMPRESIONAN dos cosas: la rapidez con que se corre la voz cuando algo sucede y la distancia que esta comunicación alcanza hasta ciudades del extranjero donde muchos frecuentemente están más enterados que uno mismo de los acontecimientos.
PUEDO DECIR que en muchas ocasiones me he percatado de alguna noticia a través de correos electrónicos enviados desde España, Italia o Texas, donde tengo familia que vive informadísima y constantemente alarmada porque a la distancia la situación se magnifica.
EN FIN, que hoy me apresuro a comentar información positiva que contrasta con la otra cara que trasciende a nivel nacional o internacional porque significa que aquí ni hemos perdido costumbres y festejos ni estamos imposibilitados a reproducirlos en su tiempo.
ES EL CASO de las “Morismas de Bracho” que, en efecto, reúnen a miles de zacatecanos en torno a una tradición religiosa que data del Siglo XIX y que ha recibido ni más ni menos que el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, en el campo de las artes y tradiciones populares.
¿COMPARTE CONMIGO la idea de que es gratificante y necesario subrayar estas cuestiones positivas? Estoy segura que si, porque también quiere a esta tierra y se enorgullece cuando Zacatecas se hace notar por sus activos, su belleza y sus valores.
CON ESTE PREMIO, las Morismas, celebradas año con año en agosto, quedaron ubicadas como “uno de los mejores ejemplos en México de representaciones rituales colectivas por su vigor y vitalidad escénica”. El reconocimiento es de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
YO SUSTRAIGO el término “colectivas” como el mejor indicador de que en los claro obscuros de nuestra realidad actual, estamos en condiciones de sostener esa particularidad, la que agrupa a cientos y miles de personas como un indicador a valorar en toda su dimensión.
FELIPE ESCOBAR, cronista de la Morisma, reseñó así el premio: “Es motivo de satisfacción y un orgullo en primer lugar para los participantes y luego para todos los zacatecanos. Esto nos da una difusión internacional, antes no se le había dado esta apertura y nos sentimos muy felices”.
LO INVITO ENTONCES a disfrutar, como el cronista, de esta distinción y a reflexionar serena y objetivamente en lo que conservamos y nos mantiene de pie aun en medio de cualquier adversidad.
Nos encontramos mañana en la 7 de Página 24