Marco Antonio Flores Zavala
En 1980 fue elegido gobernador de Zacatecas el licenciado José Guadalupe Cervantes Corona. Poseía entonces 56 años. Hoy y entonces una edad promedio para tal encargo público.
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El sexenio de Cervantes Corona, a decir de uno de sus colaboradores lúcidos, el maestro José María Pino Méndez —nieto del vicepresidente José María Pino Suárez—: “Don Lupe fue un gobernador con mucho control político, con objetivos claros en materia de desarrollo: con él se iniciaron los parques Industriales, se elevó la superficie bajo riego en materia agrícola, tanto con la perforación de pozos profundos como con la construcción de pequeñas, medianas y grandes presas. El maravilloso centro histórico es su contribución personal a la capital del estado, junto con los museos, destacablemente el Pedro Coronel, único en su tipo en todo el mundo, así como el de la Revolución Mexicana en La Bufa. Acabó con el herradero en que se había convertido nuestro estado y metió orden y tranquilidad para las familias zacatecanas. Fue un muy buen gobernante».
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El maestro Cervantes Corona era un profesor de “leva” en la región del Cañón de Tlaltenango. Vino a Zacatecas a profesionalizar su oficio y desempeño docente en el segundo lustro de 1940. La asistencia al Instituto Federal de Capacitación —Escuela de Verano profesionalizante para el magisterio— le contribuyó para tratar a políticos y burócratas. Su primer nexo fuerte fue el licenciado José Minero Roque —un exseminarista que cuando fue diputado federal (1949), su suplente fue el escritor y político Mauricio Magdaleno— quien citaba a Shakespeare como referencia político literaria en sus peroratas parlamentarias. Don Guadalupe trató al licenciado Roque como secretario de gobierno, profesor de Lógica —su profesor en el Instituto— y como candidato a gobernador (1950).
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Un plus, además de la cultura del maestro Cervantes Corona: en el Teul, donde nació el 24 de mayo de 1924 —hace un siglo—, por familia y avance político, no participaba en el grupo político que controlaba la región desde la fase posrevolucionaria. Agréguese, en la bizarra capital del estado hizo sus propias vinculaciones, entonces al grupo en el poder. Las acciones con las que inició fueron culturales, mismas que adquirió como lector de libros clásicos y de pedagogía.
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Al grupo que se integró el maestro teulteca fue el liderado por Leobardo Reynoso (1944-1950). Su presencia y acción cubrió casi medio siglo de la historia política regional.
La plenitud de integración al grupo se nota cuando laboró en la Dirección de Educación y en la Oficialía Mayor del gobierno estatal. Político con cargo, aprovechó para concluir sus estudios de maestro. En el examen profesional participaron como sinodales los licenciados José Minero Roque y José Pino Cámara, el tercero fue el indeleble profesor Salvador Vidal.
En 1953, a los 29 años, lo eligieron diputado local por el distrito 7. Entre sus colegas estuvieron Magdaleno Varela Lujan, Lamberto Elías, Herón Molina Moya, don J. Cruz Guerrero Encina. Eran 9 diputados locales. Laboraban en el salón que desde 1823 dispuso la Diputación Provincial —ahora es la sala de plenos del Tribunal Superior de Justicia—.
El licenciado Cervantes aprovechó los recesos legislativos y se puso a estudiar derecho. También se tituló.
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Se mantuvo en la línea. Colaborador, político y operador de una administración que tuvo disidencias que llegaron a tragedias. Magdaleno quería ser gobernador, López Mateos lo alentaba; Reynoso los contenía. Al final, el sucesor de Minero Roque fue el también joven político Francisco E. García —se decía de izquierda, aunque sí fomentó al Partido Popular Socialista y a los pocos masones burócratas y profesores de la capital estatal—. Este sexenio fue de septiembre de 1956 al mismo mes de 1962.
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Con el licenciado García, el maestro teulteca estuvo como oficial mayor y secretario particular. Luego pasó a ser diputado federal (1961). En el Colegio Electoral de la Cámara de Diputados se examinó su caso con lentitud, estuvo en los asuntos a discusión, el representante del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana discutió, apeló, amenazó. Reprochaba la dominación de don Leobardo Reinoso.
No le fue mal a Cervantes Corona como diputado federal, tuvo a su cargo comisiones legislativas y llegó a presidir la mesa de la Cámara. Tal hecho contribuyó para estar junto al presidente Adolfo López Mateos en varios actos del 20 de noviembre de 1963.
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Estaba en la ruta de la sucesión gubernamental, salvo que al ingeniero José Rodríguez Elías (1964-1970), aunque proveniente del mismo grupo reinosista, se le ocurrió otra ruta.
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El licenciado Cervantes Corona siguió en la política de la capital para el país. Delegado del partido entre los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. En 1976 fue postulado al senado. Iba en fórmula con el doctor Gabriel García Rojas.
El suplente del político teulteca fue Arturo Romo Gutiérrez.
Tampoco le fue mal al hábil político de 52 años. Luego de las rupturas en Zacatecas, del empeño de formar otro grupo y permitir el ascenso generacional de otras personas, hombres y mujeres, en 1980 fue nominado a la gubernatura por el Partido Revolucionario Institucional. El maestro y licenciado no repeló a los grupos, los “controló”. Fue un gobernador disciplinado y vaya que le tocó implemenyar la reforma política de 1977, tanto como senador, como ejecutivo estatal.
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Otras notas
Apuntes sobre políticos, burocracia y amigos de los ex gobernadores
En el sexenio del licenciado J. Guadalupe Cervantes la burocracia y los políticos eran casi lo mismo. Las campañas electorales depuraban y asignaban a qué jóvenes se les asignaría un futuro quinquenal casi asegurado. Lo que seguía era cosa del estilo camaleónico de cada uno.
El círculo privado del gobernador [una corte reducida de elegidos] sabía que el privilegio era de seis años.
No había herencia del privilegio. La lealtad del régimen postrevolucionario era lealtad.
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En aquellos sexenios ingresaba un par de familiares de exgobernadores. Nada de excesos. Eran reconocimientos a su desempeño profesional o por el desempleo.
Los familiares servían, así: servían, como medios de legitimación en aquello que se designaba “familia revolucionaria”.
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Don Guadalupe, profesor y licenciado, tuvo cuatro círculos de colaboradores.
La corte privada —familia y grupo de colaboradores, cuya cabeza era un exsacerdote buen periodista—; el segundo y tercero eran los hombres y mujeres de las campañas y del PRI —fueron dos grupos diferentes, integrado con funcionarios subordinados, que debían transitar al próximo sexenio; el cuarto grupo eran los secretarios de la administración, casi diferentes al sexenio del general Pámanes.
De este sexenio hay sobrevivientes biológicos. Todas personas reconocidas y distinguidas —algunes vástagos colaboraron con los sexenios siguientes—.
Imagen
José Guadalupe Cervantes Corona, gobernador del estado, Javier García Paniagua, presidente del Partido Revolucionario Institucional, 1981, ciudad de Fresnillo.