Henry Adams (1838-1918) escribió “un amigo en la vida es mucho. Dos son demasiado. Tres son imposibles”. Perder dos amigos en un solo evento fatal es, en efecto, demasiado pesar para un alma por naturaleza etérea, volátil, líquida. Escribir acerca de ellos no es sólo una forma personal de duelo, sino humanizar espacios editoriales dedicados a la reflexión pública impersonal. Después de todo, las ideas colectivas y las posturas públicas nacen de vivencias, experiencias y sentimientos personales.
Tomás Torres Mercado y Humberto Godoy Castañeda perdieron la vida en un accidente aéreo el pasado jueves, junto con los pilotos Joaquín Archundia y Víctor López, cuando cubrían el trayecto Toluca-Zacatecas, a la altura del municipio de Apaseo el Grande, Guanajuato. Mi más sentidas condolencias a las familias de los cuatro.Tomás Torres fue un abogado de excepción, un legislador de causas ciudadanas y un tribuno de oratoria pulcra, que evitaba los extremos y buscaba conciliar posturas. Fue de los primeros legisladores en San Lázaro en advertir en tribuna sobre la bomba de tiempo que representan los pasivos laborales y la imposibilidad del sistema de pensiones mexicano para afrontar este desafío de seguridad social.
En el senado colocó en su momento el tema de los usos y abusos del recurso de amparo en los temas de telecomunicaciones, laborales y administrativos que desvirtuaban la esencia original de este recurso. Muchos de sus planteamientos fueron recogidos en las reformas que en esta materia se aprobaron hace dos años.
Dos veces secretario de gobierno, dos veces diputado federal y una senador, fue también serio aspirante a la gubernatura de Zacatecas, la primera vez por el PRD y, en esta ocasión, por el PVEM, partido al que se sumó hace tres años, cuando se le cerraron las puertas en el primero, por falta de ubicación en alguna de las corrientes internas dominantes. Nuestras diferencias políticas –que las hubo y no fueron pequeñas–, no minaron una relación de juventud fincada en el aprecio y el respeto.
En lo personal, nos conocimos en 1976 cuando cursamos la preparatoria en Fresnillo, Zacatecas. Ambos proveníamos de familias campesinas modestas y gracias a becas escolares de desempeño cursamos la carrera de derecho en la universidad estatal y el posgrado en la UNAM. La cercanía, confianza y admiración a su persona me permitió ofrecerle que fuera el padrino de bautizo de mi hija mayor, Catalina.
El pasado jueves, el abogado Tomás Torres tenía un boleto de avión para regresar por la tarde a Zacatecas en un vuelo comercial. El infortunio decidió otro curso y desenlace.
Humberto Godoy Castañeda era el presidente de Grupo Plata, ingeniero, dedicado a la construcción y a la edificación de infraestructura industrial. Lo conocí en los inicios de los noventa; empresario audaz, con una intuición nata para invertir, amigo sincero, vivió su vida intensamente, alegre, sin enojos, sin rencores. Carlos, su hijo menor, mi ahijado, es su réplica.
Podría contar muchos pasajes y anécdotas que me enlazaron en sus vidas, pero los resumiría señalando que se han adelantado dos de mis mejores amigos y dos seres humanos extraordinarios. Cada persona que pasa por nuestras vidas deja mucho de sí y se lleva más de nosotros. Queda como epitafio un pensamiento de Benjamin Franklin: “Un padre es un tesoro, un hermano es un consuelo: un amigo es ambos”.