Mucho se ha comentado sobre el pleito intermonopólico que protagonizan el hombre más rico del mundo, Carlos Slim y el duopolio televisivo de Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego, cuyos lazos terminaron por romperse apenas en febrero pasado con la determinación del dueño de Grupo Carso de retirar la publicidad de las dos empresas mediáticas que concentran prácticamente todos los canales y audiencias del país y los posteriores ataques de éstas, sobre todo Televisa, para condenar, cosa irónica, el “monopolio” del sector telefónico y las altas tarifas de interconexión de las empresas de Slim.
Sin embargo, esta singular pelea entre gigantes de las telecomunicaciones, más allá de una cuestión de precios de publicidad, se remonta unos cinco años atrás con el inicio de una serie de desencuentros, principalmente entre Slim y Televisa, que dejaron muy atrás la relación cordial y la etapa de los beneficios mutuos que ambos protagonizaron en la década de los 90 y los primeros años del nuevo milenio.
Lo que dio al traste con esa buena relación financiera y comercial es el afán de concentración que caracteriza a los grandes empresarios del mundo global y su deseo de apropiarse los beneficios de la convergencia digital: en el caso de las empresas telefónicas (transmisión de voz) para prestar el servicio de datos, videos y televisión y en el caso de las redes de televisión por cable o por microondas, la posibilidad de transmitir voz y datos,
La pugna parece continuar hasta que en el escenario de las telecomunicaciones se barajen acuerdos o bien, alguno de los gigantes logre imponerse en la puja por el cuádruple play. Y es que ante la amenaza de una “invasión a su feudo”, los magnates de la industria televisiva no se muerden la lengua para denunciar que el contrario monopoliza el sector telefónico fijo y celular además del cobro excesivo por tarifas de interconexión, en tanto que el dueño de Grupo Carso (Telmex, Telcel, Inbursa, Sanborns y otros), cual si fuera víctima de esta telenovela, parecer acaparar no sólo la más grande fortuna del planeta, sino hasta el respaldo de algunos políticos e intelectuales y otros sectores sociales ante “la guerra sucia” que las televisoras implementaron en su contra por medio de contenidos informativos y una serie de desplegados en medios impresos, en los cuales condenan el alto costo de interconectividad para los sistemas de cable, que prácticamente ellos concentran.
A final de cuentas los dueños de estas empresas parecen estar cortadas por la misma tijera y forman parte de un poder económico en el que se insertan una pluralidad de élites y como adelantaba Ralph Miliband hace mucho, “tienen un grado de cohesión e intereses comunes que trascienden sus diferencias y acuerdos”, por lo tanto cuando a sus intereses conviene se alían, por ejemplo, para oponerse a las regulaciones del Estado y conseguir más prerrogativas, o bien, disienten cuando su interés particular prevalece.
Basta recordar ciertas coyunturas para conocer los intereses de esos magnates y las redes financieras que conformaron cuando así les convenía para acrecentar su fortuna y mantener su hegemonía en las telecomunicaciones.
Hace más de una década cuando Emilio Azcárraga Jean quedó al frente de Televisa, tras la muerte de su padre Emilio Azcárraga El Tigre, y se enfrentó a grillas familiares por las acciones, Slim compró el 24 por ciento de las acciones de Televisa a través del banco de su propiedad Inbursa, en una operación estimada en 500 millones de dólares y su entrada en el consorcio televisivo tuvo el carácter de «inversión financiera», sin intervención en la toma de decisiones estratégicas y mediante la conformación de un fideicomiso.
Esta buena acción de Slim garantizó la mayoría para Azcárraga por cierto y todavía para 2009, el dueño de Telmex mantenía 2.2 por ciento de las acciones de Televisa, las cuales se redujeron posteriormente hasta el 1 por ciento, según se dijo. Con el reacomodo comercial el segundo lugar que antaño ocupaba Slim fue ocupado por el exbanquero y dueño de Avantel, Roberto Hernández, y de ahí, un nuevo capítulo de la telenovela arrancó.
Durante el pleito que inició en Univisión en 2005, uno de sus accionistas, Emilio Azcárraga obtuvo el respaldo público de Slim; pero durante la venta de acciones de la empresa estadunidense el empresario telefónico adquirió el 2.8 por ciento de éstas, mismas que luego revendió por un precio más alto. Obviamente esa zancadilla no causó mucha gracia a Televisa, en tanto que a Slim se le acusó de usar información confidencial sobre la venta de acciones ya que al ser parte del Consejo de Administración de la televisora, tenía un fácil acceso.
El clímax de la trama inició con el Acuerdo de Convergencia para regular el mercado de telecomunicaciones y que permitiría que Telmex entrara al mercado audiovisual y Televisa compitiera en telefonía e internet. Desde ahí empezó el conflicto, en el cual todavía tomaron parte funcionarios del gobierno foxista que se inclinaron por alguno de los gigantes: el entonces secretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz, exempleado de Roberto Hernández (recordemos que es el nuevo socio de Televisa) y dueño de Avantel, se enfrentó a su homólogo de la SCT, Pedro Cerisola, quien trabajó para Carlos Slim. En medio de la lucha de funcionarios se bloqueó el cambio de título de concesión de Telmex para que pudiera entrar al mercado de televisión restringida, lo que luego Slim y Cerisola reviraron. Entonces Avantel y otras compañías telefónicas encabezaron un litigio en contra de Grupo Carso por su condición monopólica en el mercado de telefonía fija y celular, que obligó a la Comisión Federal de Competencia a ponerle tres condiciones a Telmex para ingresar al mercado audiovisual y facilitar la competencia.
A partir de eso muchos capítulos y desacuerdos se incorporaron como la entrada disfrazada de Slim a la televisión restringida, a través de su inversión en Dish, el acuerdo Televisa-Nextel para ofrecer el triple play, que finalmente se cayó, y muchos otros que no han hecho posible todavía la convergencia tecnológica y que por cuestiones de espacio ya no abordaremos en el texto. Aunque como dato adicional, recordemos que además del rompimiento en telecomunicaciones, ambos vendieron por separado sus acciones de la compañía área Volaris en 2010.