*El mandato de los ciudadanos o el de las dinastías
*Los delirios del poder y sus peligros sociales.
*La prudencia tendrá que manifestarse en eficiencia de Estado.
MANUEL IBARRA SANTOS.
Ahora que los partidos, las élites políticas y las facciones han emplazado, en una especie de lógica de la irracionalidad –en un debate público poco constructivo- para que Zacatecas sea gobernado en nombre del pasado medieval, patrimonialista y mafioso, (en donde no cuente el interés de los ciudadanos, sino el de los caudillos y las dinastías), importante sería invocar el retorno de la prudencia política a la entidad, sin la cual una sociedad no puede trascender con un mínimo de dignidad y decoro.
En esta entidad de rezagos ancestrales y de profundas heridas sociales, avanza irrefrenable el pragmatismo del delirio del poder por el poder – de cara a la coyuntura electoral del 2012- y se llega al extremo de exigir a los gobernantes en turno que sus actos sean sometidos no al escrutinio ciudadano y al imperio de la ley, sino a las pasiones de los hombres y a las dinastías hegemónicas del presente y el pasado. El filosofo Kant a esta actitud imprudente de los líderes políticos la denominó “la locura de la razón”.
Los partidos y el gobierno, tienen la obligación, como imperativo categórico, de reconducir la vida pública de la entidad, fundada en un proyecto ético de desarrollo colectivo, que se aparte de la estridencia y la trivialidad. Que en el centro de la agenda pongan la atención de los requerimientos del pueblo. ¿Será muy difícil?
El dilema se encuentra, entonces, desde la perspectiva ética, en cómo limitar y detener la locura de la razón y el desenfreno cínico – pragmático por el poder de los partidos y las elites políticas, que le han apostado al avance en sus pretensiones, si es necesario bajo el aplastamiento de los intereses de la sociedad.
En este contexto simbólico de la expresión consolidada de las actitudes de inmoralidad de los líderes políticos y de la deformación de las prácticas de la democracia, cobra relevancia la propuesta del pensador Michael Ignatieff (sociólogo y filósofo canadiense), quien ha formulado en el escenario contemporáneo, la exigencia del retorno de la prudencia política.
Reconoce el propio Michael Ignatieff que la prudencia política ha sido desplazada como valor básico y supremo de la democracia, debido, entre otras cosas, a que el discurso de los políticos se ha reducido a fórmulas de cálculo utilitario y pragmático, sin sustento ético.
Al igual que Isaiah Berlín, el gran maestro de las ideas liberales del siglo XX, Ignatieff considera que la muerte de la prudencia política es una de las tragedias que más afecta (-como pecado capital-), al desarrollo de las democracias contemporáneas.
Y es que ni duda cabe, el político de nuestro tiempo se ha acostumbrado a utilizar más el recurso de la seducción fundado en la mentira, en el cinismo, en el desprecio de las virtudes y de la dignidad de la sociedad, que en el reconocimiento de la realidad social. El político miente por sistema e incluso por sobrevivencia, así lo argumentan de manera contundente los teóricos franceses Denis Jeambar e Ives Roucaute, en su memorable obra titulada Elogio de la Traición.
Este mismo proceso, alentado por la insensatez y la carencia de la prudencia, es la característica que distingue a las élites, a los grupos, a las mafias y a los partidos políticos en Zacatecas, hoy en anticipada disputa encarnizada por las posiciones de representación popular (senadurías y diputaciones) que pondrán en juego los comicios federales del próximo año.
Las prioridades del progreso y el desarrollo de los zacatecanos, como siempre, bien pueden quedar relegadas, en este escenario de histrionismos y dramatizaciones desmesuradas, para el último lugar de las prioridades, porque lo que importa para los partidos- según lo han hecho saber ellos mismos-, es la defensa ilegitima de los grupos de interés, las dinastías y los caudillos.
LA PRUDENCIA POLITICA Y EL DESARROLLO SOCIAL:
Es evidente que la prudencia es un valor fundacional de la razón legal de todo aparato de Estado, sin la cual un pueblo se paraliza y puede quedar atrapado en las pasiones y el delirio del poder de unos cuantos. Estas tesis no son nuevas y hace siglos las postularon con sus particularidades, primero, Thomas Hobbes (1588 – 1679) y luego Baruch de Spinoza (1632 – 1679).
Por supuesto, la prudencia política para que exista como factor de la vida cotidiana tendrá que ser proyectada por el ejemplo de personas formadas en las virtudes y los valores. Es este un fundamento de la ética aristotélica.
La prudencia política en su sentido moderno, reconstituida en el período histórico del Renacimiento tiene un sentido práctico y está en su esencia permeada por varios factores a saber: 1).- respeto a la dignidad de ser humano y de la sociedad; 2).-el compromiso con el servicio colectivo y el bien común; y 3).- el respeto a las reglas y leyes sociales.
PRUDENCIA, CAUDILLOS Y PODER.
En ningún caso de la sociedad contemporánea, la prudencia política podrá existir sin la correspondiente eficacia y eficiencia del Estado/gobierno, para atender los requerimientos de la sociedad y someter a los designios de la ley las pasiones de los individuos y de los caudillos.
Y por lo tanto, un político racional en ese sentido, deberá estar cubierto por la fuerza de la legitimidad y legitimación, no sólo para operar en términos legalmente constitucionales, a fin de someter todo acto a la dinámica de la ley (-incluyendo los delirios de caciques antiguos y modernos-) y responder en consecuencia a las expectativas de progreso que toda sociedad demanda y plantea.
LOS POLÍTICOS Y LA PRUDENCIA:
En términos teóricos la prudencia política implica hacer lo racionalmente justo y legal, en el momento adecuado, con toda la fuerza del estado, para propiciar en una sociedad el bien común.
Por lo tanto, en todo proyecto de desarrollo del Estado, el retorno de la prudencia es una de las grandes prioridades que tendrán que formularse los integrantes de los partidos, las élites y los grupos políticos en Zacatecas.