“Lo que arriba es excéntrico, para abajo es ridiculez.”
¿Por qué no puedo ser del Jet Set? / Soda Stereo
Agoniza el sexenio amalista y con ello una administración caracterizada por la constante oscilación entre la ideología y el pragmatismo: en el discurso fue de izquierda pero en los hechos se condujo acorde a las tendencias que, en su partido, se tildan como derechistas y neoliberales, o lo que es peor, en una vertiente despótica en la que sólo un círculo cercano se benefició e hizo lo que le vino en gana. La incongruencia entre decir y hacer caracterizó al gobierno de Amalia García quien pese a las promesas y buenas intenciones demostró pocas cualidades de estadista y dejó ver que las ambiciones personales y los oropeles pesan más que la consciencia partidista y el bienestar de un pueblo.
Cualquiera que sea la tendencia política de un gobierno: sea de derecha, izquierda, centro o lo que sea, queda en segundo plano si se cumple el cometido de propiciar condiciones económicas y sociales que garanticen el desarrollo de una sociedad y de crear condiciones de igualdad entre los habitantes a través de estrategias y políticas públicas que fomenten la inversión, la creación de empleo, el acceso a los servicios educativos, de salud y alimentación porque la gente no espera colores sino mejores estadios de vida.
Si atendemos a los criterios de un régimen de izquierda el presupuesto público debió destinarse a mejorar las condiciones de las clases más marginadas de la población, sin embargo, mientras los apoyos coyunturales, como el de Jefas de Familia, se regatean tras la derrota del proceso electoral, sí se invirtió gran parte del dinero público y hasta se endeudó al estado, para obras que no han demostrado hasta ahora su funcionalidad y eficacia.
Lo más incongruente fue el gasto excesivo que se destinó a los espectáculos, congresos, festivales artísticos y hasta los Premios Oye, los cuales por su puesto no disfrutaron los habitantes de comunidades rurales. Es cierto que nos visitaron cantantes de gran calidad como Bob Dylan, Plácido Domingo, Joaquín Sabina, Alejandro Sanz y Pepe Aguilar, etcétera, pero su presencia no arrojó beneficios sociales concretos y sólo sirvió para el lucimiento de los gobernantes, el disfrute de sus allegados y para la entrega condicionada de boletos en apoyo del candidato oficial.
Además, la gobernadora Amalia García y su hija Claudia Corichi encabezaron una especie de Jet Set región cuatro, o “la izquierda fashion” como bien la llamaban algunos compañeros comunicadores, en la que un círculo se privilegió no sólo de la adjudicación de contratos de obras que favorecieron el enriquecimiento de unos cuantos, sino de infinidad de viajes nacionales y al extranjero tanto de la mandataria como de sus colaboradores. El lujo ascendió a tanto que mientras en la sierra zacatecana y en las localidades del norte y el sureste del estado no hay quien resuelva los trámites más elementales de los habitantes, en España hasta se cuenta con una representación del gobierno estatal.
Como ejemplo de la oscilación ideológica de la mandataria está la instalación de la tienda Liverpool que abrirá sus puertas a finales de año y el complejo comercial que se generará posteriormente y que de forma milagrosa nos acercará al desarrollo económico pues dejaremos de ocupar el deshonroso sitio de la única entidad sin grandes tiendas departamentales pues basta recordar que hace algunos años los inversionistas intentaron instalarse en Zacatecas pero ante el argumento gubernamental de que el dinero local no daba para tanto se trasladaron a Aguascalientes a donde durante tres años sí fueron a parar los recursos de los zacatecanos. Lo bueno es que recapacitó.
Y que decir de las grandes facilidades que se otorgaron a los inversionistas extranjeros para la instalación de fábricas y empresas desde la donación de terrenos y creación de infraestructura hasta exenciones fiscales para impulsar una industria aeroespacial que todavía no ha despegado por ejemplo. Se dijo que Zacatecas se convirtió en el segundo generador de empleos del país, pero paradójicamente las condiciones de trabajo no mejoraron, la mano de obra continúa como una de las peores pagadas y mientras el mercado interno no creció, los recursos, las facilidades gubernamentales y el plusvalor de los obreros zacatecanos se los llevaron los japoneses y gringos.
Está claro pues que el PRD zacatecano ya no sostiene la lucha de clases propia de la izquierda ni la presencia del Estado como parte central de la economía sino una administración con tintes autoritarios y despóticos que asemejan a los regímenes priístas. Aligerado de cuestiones ideológicas, el gobierno amalista ha favorecido pues el enriquecimiento de unos cuantos que ingresaron al círculo del poder local gracias a que, como bien dice el maestro Ceratti: “con esa gente diferente, yo me codeo, qué tipo inteligente”, se arrimaron a buen árbol. El resto de los zacatecanos mientras tanto considera que los excesos de la administración y sus intentos por emular al Jet Set internacional sólo sirvieron para la proyección de un personaje que de manera burda busca acceder a nuevos espacios nacionales y si se puede internacionales, como por ejemplo una embajada.