El pasado constitucional de los 100 días

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Marco Antonio Flores Zavala

El informe presidencial es un rutinario ritual publicitario. Hay cambios de forma, pero de fondo no. Veamos los antecedentes del informe de los 100 días, el cual sigue la estirpe del gobierno anterior.
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El pasado domingo, 12 de enero, la presidenta leyó un discurso en la plaza pública ad hoc a su estilo; asistieron multitudes que aprecian el modo presidencialismo, tradicional y marrullero de la 4T. 
La perorata duró casi una hora. Ocurrió ante un auditorio a pie y algunos sentados en sillas —quizás las pusieron para justificar que los funcionarios, empleados y gobernadores estarían en similares sillas—. 
El acto dominical corresponde a un rutinario ritual bicentenario.
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El informe presidencial, en teoría política clásica, es un acto republicano vinculado a la división de poderes. El ejecutivo anuncia el estado del país, corresponde ante el legislativo para mantener el equilibrio y hacer balance de quién debe ser el jefe de la administración pública federal.
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El acto es ante senadores y diputados. Estos actores, los representantes estatales y populares deberían ser los políticos, en hipótesis ideal, puesto que ellos son quienes ejercen la soberanía, pero las más de las veces renuncian y declinan ante la jefa de Ejecutivo.
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Agustín de Iturbide fue el primer titular del ejecutivo en hablar ante las juntas representativas del período prerepublicano. Por supuesto uno de los diputados respondió a lo dicho, lo hizo a nombre de los representantes.
El primer presidente republicano federal es Guadalupe Victoria —juró el 10 de octubre de 1824—. En el cierre de sesiones, Victoria habló y dijo cómo iba el Estado mexicano —diciembre 24 de 1824—. Le respondió el presidente del congreso, José de Jesús Huerta, diputado procedente de Jalisco. Las ocurrencias dominicales tienen como precedente los datos citados.
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Los documentos leídos no pasaban de 10 páginas, unos 45 minutos. La lectura era ante los diputados asistentes. El reglamento del Congreso indicaba que los ejecutivos llegaban al salón de sesiones acompañados por legisladores.
Al ingresar eran acompañados por otro grupo de diputados. Al salir eran otros políticos quienes lo llevaban a la puerta del salón. 
El eco del evento dependía de los periódicos y las sociabilidades políticas.
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El primer diputado zacatecano que respondió a un presidente fue José María Bocanegra —1826—. Él era un político distante al garciasalinismo y con acuerdos medios con Valentín Gómez Farías.
Estos diputados representantes del estado eran integrantes de grupos diferentes y con vínculos suficientes en la capital del país. Es importante no ignorar que Bocanegra fue presidente interino de la república en diciembre de 1829. El 1 de abril de 1833, Valentín Gómez Farías juró como vicepresidente, varias veces asistió al congreso para presentar informes.
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En la Constitución Federal de 1824, el artículo 68 instituyó que el ejecutivo asistiera a la reunión del Congreso general el 1 de enero de cada año. Allí “pronunciará un discurso análogo a este acto tan importante; y el que presida al Congreso contestará en términos generales.” La Constitución general de 1856, artículos 62 y 62, estableció que la cámara de diputados tendría dos períodos de sesiones, la primera iniciaba el 16 de septiembre y la otra el 1 de abril.
A la apertura, el “presidente de la Unión” concurriera y dijese “un discurso que manifieste el estado que guarda la nación”.
Los ejecutivos que cumplieron el mandato fueron Benito Juárez, Sebastián Lerdo de Tejada, Porfirio Díaz, Francisco León de la Barra, Francisco Madero y Victoriano Huerta.
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El único zacatecano que respondió al general Díaz fue el sombreretense Trinidad García. Lo hizo en cinco ocasiones: 1888, 1891, 1892, 1900 y 1904.

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