El periódico oficial de Zacatecas. Lecturas y lectores

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Por Marco Antonio Flores Zavala

En noviembre 1828, en los días de las primigenias disputas por el porvenir de la federación y de la nación mexicana, comenzó a circular la Gaceta del Supremo Gobierno del Estado de Zacatecas. El documento tuvo carácter de periódico oficial, de acuerdo a una disposición del Congreso local (Anexo uno). En el transcurrir de los años, el impreso tuvo mutaciones en el nombre, la periodicidad, el contenido y las formas de distribución. Igualmente asumió permanencias, como el mandato de acatar las órdenes emitidas en su contenido; el carácter de lectura obligatoria; y, el financiamiento gubernamental para su redacción, impresión y distribución.

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Para establecer un esbozo biográfico del impreso, en este texto se consideran los elementos predichos; la historia de las imprentas donde fue elaborado y de los impresores; y, la labor que ejerció el periódico en el espacio público, tanto en su afán institucional de ser el vector de la opinión pública, como el de ser un medio que debatió con otros periódicos y convivió con otras formas de transmitir la información pública.

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En este relato notamos el carácter central y poliédrico del impreso gubernamental. Lo proponemos como un objeto articulador en los escenarios políticos, culturales y sociales donde fue proyectado, impreso, distribuido y ojeado. Igualmente consiente señalar dónde y por qué fue archivado en las dependencias gubernamentales y las esferas privadas. Su presencia muestra un objeto que distinguió el consumo cultural de quienes lo hicieron posible.

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Este texto es un recuento del periódico que el gobierno estatal de Zacatecas publicó: Gaceta del Supremo Gobierno del Estado de Zacatecas (1828-1835); Gaceta del Gobierno de Zacatecas (1835-1844); Observador Zacatecano (1844-1846); Zacatecano (1847-1851); Concordia (1851-1854); Registro Oficial (1853-1855);El Regenerador (1855-1856);El Constitucional Zacatecano (1857-1859);La Sombra de Robespierre (1859-1860); La Restauración del Orden (1860-1861);Boletín Oficial del Gobierno Constitucional del Estado (1860); El Defensor de la Reforma (1860-1863);Periódico Oficial (1864-1866);El Defensor de la Reforma (1866-1870);Periódico Oficial (1870-1874);Diario Oficial (1874-1875); Periódico Oficial del Gobierno del Estado (1875-1876); Periódico Oficial del Gobierno y la comandancia militar del estado (1876);El Defensor de la Constitución (1877-1899);y,Periódico Oficial del Estado de Zacatecas (1900-1950) (véase Anexo dos).

Los lectores y las lecturas en el periódico oficial

Frente al grupo de los redactores, los lectores de periódicos no eran una novedad en Zacatecas. Antes de 1828, los periódicos impresos en las ciudades de México y Guadalajara se recibían en prácticamente todas las villas y pueblos del estado. El periódico no era un objeto extraordinario entre los bienes gubernamentales, de los burócratas y los llamados principales de las comunidades. La adquisición más habitual fue mediante suscripción y, eventualmente, por número suelto.

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Para situar al escurridizo lector de periódicos, seguimos dos fuentes: la que expresan los datos acerca de la elaboración y circulación del impreso –cuya proyección, consideramos, se mantuvo el resto del siglo XIX- y los registros que dejaron los adquirentes y lectores concretos.

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El rasgo ordinario de los lectores del periódico oficial es su pertenencia a la burocracia y a los círculos de poder socioeconómico en las comunidades donde habitaban. Luego, en la transición, ellos y sus vástagos se convirtieron en los actores emergentes que integraron la clase política regional, además de asumirse como los redactores de publicaciones locales.

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En la trayectoria del periódico oficial situamos tres tipos de receptores: uno es el de los funcionarios gubernamentales –que fueron obligados a comprar los impresos-, otro es el de los adquirentes voluntarios y, por último, están a los que llamaremos adquirentes pasivos. Si procuramos establecer los rasgos inmediatos de los lectores es su residencia en los núcleos poblacionales y, en términos políticos, son los ciudadanos ideales: saben leer y escribir, poseen recursos económicos que les permiten no ser dependientes y ejercen los derechos expresados en la Constitución política del Estado.

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Los funcionarios –del gobierno estatal, jefaturas políticas y ayuntamientos- participaron en el circuito de comunicación como los lectores explícitos de los periódicos. Tal cuestión ocurrió porque en esos documentos aparecieron disposiciones que debían conocer y atender en primer término los burócratas. La lectura que ejercieron suponemos que fue individual y silente, inicialmente. Quizá luego ocurrieron discusiones acerca del contenido. En otras ocasiones debieron transcribir textos para publicarlos en bando para la comunidad. Las anotaciones que asentaron en las transcripciones –donde manifiestan que realizaron la publicación mediante pregonero o en cartelón- permiten situar a la lectura inicial como parte de un acto de comunicación iniciado por el poder político, en donde el funcionario –su lector cautivo- aceptaba el documento, el contenido y la autoridad del emisor.

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Así se observa en las actas de sesiones de los ayuntamientos, en donde se indica la recepción de los impresos. También en los índices de los decretos recibidos se anotó el tipo de publicación: por bando o simple acuse de recibo.

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Los adquirentes voluntarios son los individuos que compraron el periódico o lo leyeron sin estar obligados a ello. Los identificamos como los lectores implícitos de los impresos. En los prospectos de los periódicos los llamaban particulares; en los bandos publicados eran los ciudadanos de las comunidades. Entendemos que los funcionarios se inscriben en este tipo de adquirentes y lectores en lo que corresponde a los periódicos publicados por particulares.

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La compra voluntaria del impreso la inferimos como una de las formas de intervención en el espacio público político, pues junto a la razonada transacción económica que implicaba adquirir un bien, se manifestaba el interés por sostener un diálogo con los redactores. Tal interacción se expresó con el pago de la suscripción, al realizar la lectura de los periódicos y en las opiniones que remitieron para su publicación.

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Las lecturas que ejercieron los lectores implícitos, si bien son similares a las que realizaron los funcionarios en cuanto eran individuales y probablemente silentes, contrasta en cuanto era una práctica voluntaria. La lectura se efectuaba por el requerimiento de conocer las opiniones que circulaban en el espacio público político.  Los adquirentes leían para adherirse o rechazar lo publicado.

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Además de la lectura individual que pudieron realizar los adquirentes voluntarios en sus habitaciones privadas, la creación de la biblioteca pública y de gabinetes públicos para la lectura les otorgó otro espacio para hacerla. Si bien hemos asentado que la publicación de impresos marcó la ruptura en las formas de transmisión informativa, al crear un mercado regional de impresos y configurar sus constelaciones de lectores, la ruptura debe entenderse como parte de los procesos socioculturales y políticos que tenían como objetivo la ilustración del pueblo. En el mismo sentido de los periódicos están inscritos la creación del archivo público y el establecimiento de instituciones superiores de educación, como el Instituto de Ciencias y la Escuela Normal.

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En el caso de los gabinetes de lectura, la ruptura se dio por el carácter abierto para dar acceso a su espacio y la libertad de lectura que se otorgó para que los individuos concurrieran. Acaso las restricciones existentes fueron las normas de civilidad que se exigieron en esos espacios: horario determinado para ingresar a las dependencias, a cada asistente se le concedía un impreso –libro, periódico o circular gubernamental-. La lectura era en silencio y sin derecho para conversar con los otros asistentes, y así evitar “que distraigan a los que leyeren”. La compensación a estas restricciones estuvo en la concesión de tinta y de “recado para escribir (papel)” en todas las mesas.

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Otro modo de lectura que ejercieron los adquirentes voluntarios fue la lectura oral pública que se hizo sobre ciertos textos que venían en los periódicos –proyectos de ley, manifiestos-. Conocemos la imagen genérica de este tipo de lectura, se efectúo en reuniones  restringidas, convocadas para realizarse en edificios públicos o en tertulias de particulares. En ellas, un sujeto leía, mientras el resto escuchaba, para después realizar una discusión. A estas lecturas asistían individuos invitados en  atención al “concepto de instrucción literaria y de honradez” que se tenía de ellos en la comunidad.

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Por último están los adquirentes pasivos, los individuos que en los bandos gubernamentales les designan habitantes y vecinos, y para los periódicos son el pueblo. En su mayoría no saben leer o escribir, y están en el proceso de inserción a la ciudadanía ideal a través de las instituciones y en los eventos republicanos establecidos en el nuevo régimen –escuelas de primeras letras, milicia cívica, elecciones, fiestas cívicas-. La marca de su presencia, y que nos interesa asentar en este texto, es su asistencia a la lectura oral pública de documentos gubernamentales que se hizo en las plazas de las comunidades.

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La lectura se realizaba mediante un ceremonial que no era una novedad en las comunidades, pero sí era expuesto ante actores nuevos en el acto de comunicación –la autoridad local del nuevo régimen y los resignificados receptores-. La lectura oral la hacía un pregonero, quien para atraer la atención tocaba un tambor y luego leía el documento –impreso o manuscrito-. El acto se repetía en los espacios “acostumbrados” de las ciudades, villas y pueblos. En el recorrido el lector era acompañado por milicianos cívicos armados, que simbolizaban la autoridad –la legítima violencia weberiana-. La participación de los adquirentes pasivos ocurría al asistir y escuchar al pregonero, y los proyectaba de oyentes a ciudadanos potenciales que ejercían la libertad de expresión, e incluso la libertad de asociación al formar los corrillos que escenificaban las lecturas públicas.

Fragmento de la exposición: “El Periódico Oficial de Zacatecas y otros lugares. Escritores y lectores”. Ciudad de Zacatecas, mayo 19 de 2022.

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