Interesante y algo afortunado que dentro de la añeja ―y aborrecible― tradición hispana de infringir el concepto de un filme con traducciones insulsas o (a veces) que arruinan sorpresas finales y argumentos, Dawn Of The Planet Of The Apes cuente con una que si bien no es literal y sí tiene algo de invento y mercadeo (como es regla), dice mucho sobre el núcleo de este filme: El Planeta de los Simios: Confrontación.
Dawn, es decir, amanecer o despertar fue cambiado por la simpleza y atractivo de lo que implica la palabra confrontación. Sin embargo, una de las conclusiones más interesantes que arroja este filme es que, efectivamente, existe una compleja batalla que traspasa el aspecto físico y que habla sobre la naturaleza humana y la similitud de las especies que Darwin propuso en su teoría de la evolución.
Ya antes Rupert Wyatt en la primera parte de este saga, Rise of the Planet of the Apes (2011), había establecido una división digna de análisis que no lograba traspasar la emoción cinematográfica (al menos no con todas las audiencias). Es decir, el hecho de que un simio se rebelara y escapara hacia “una vida mejor” dejando por el Golden Gate de San Francisco destrucción y muerte, no provocó la emoción nata de un final feliz. ¿Por qué muchos no respondieron emotivamente a esa liberación? ¿Por qué la primera negativa de Caesar (¡NO!) no erizó la piel de todos? ¿Acaso por tratarse de un animal o por simbolizar un “empate” con una especie que se supone es superior?. El Planeta de los Simios de Wyatt proponía una ruptura de la cadena evolutiva e, involuntariamente y por culpa del humano, una extinción de su propia especie. Aunque dicho planteamiento no fue compartido, sí dejó una sólida premisa para escribir una secuela.
Para El Planeta de los Simios: Confrontación, Wyatt dejó su lugar en la dirección a Matt Reeves, ya con experiencia en este cine de “humanos contra algo” en la sorprendente Cloverfield (2008), pero sí regresaron los guionistas Rick Jaffa y Amanda Silver ahora acompañados por Mark Bomback, quien ya había adaptado otro remake con la fallida Total Recall (Len Wisman, 2012).
Teniendo como contexto un nuevo mundo en el que quedan pocos humanos, la vida y los recursos naturales escasean y los simios (de toda clase) viven feliz y organizadamente en los bosques de San Francisco al lado de su líder indiscutible, Caesar (Andy Serkis), Confrontación parte de este nuevo orden para reafirmar y modificar las diferencias. Mientras a los pocos humanos que quedan les es imposible la organización para adaptarse a esta realidad y se niegan a abandonar su comodina esencia (nótese el apego a aparatos eléctricos que en esta nueva era son obsoletos), los simios parecen vivir no sólo holgadamente, sino comportándose y dominando su entorno como lo hicieran históricamente esos pares a los que dejaron atrás en más de un aspecto: la especie humana. Ahora los simios cazan, construyen, educan, etc. Esta evolución/involución inversa pone el escenario perfecto para la confrontación que propone el filme.
Justo donde los simios han establecido su comunidad y territorios existe una presa hidroeléctrica que dotaría de energía a los pocos humanos que quedan en la ciudad y que, de forma atropellada, han hecho una pequeña sociedad dentro de oficinas y lugares abandonados. En la exploración por dicha fuente de energía un grupo de ellos se topa con dos simios. Las reacciones y el miedo provocan que un individuo dispare hacia el que resulta ser hijo de uno de los simios importante de la comunidad (ojo con el guiño a las jerarquías modernas de aquí en adelante). Ante ese peligro y la presión de su mano derecha, un simio con resentimiento llamado Koba, Caesar decide “mostrar músculo” y manifestarse como lo que son: la especie dominante. Se muestran en grupo y ante los humanos que quedan para establecer la división territorial y advirtiendo el poder (numérico, físico y de inteligencia) que tienen en caso de que alguien regrese o quiera violar sus territorios.
La solución, por tanto, nos remite a épocas y acciones que se supone, como especie humana, estábamos condenados a no repetir. Es decir, la confrontación primigenia de este filme es entre el hombre. Ante la falta de electricidad y la consecuente extinción humana, ¿Qué queda? ¿Diplomacia, negociación o invasión y apropiación de algo que ya no nos pertenece?. Las dos posturas ante el dilema son representadas por Malcolm (Jason Clarke) y Ellie (Keri Russell), dos personas que reconocen la inteligencia de los simios y creen en la posibilidad de negociar con ellos. Y Dreyfus (Gary Oldman) un ex militar que confía en la invasión por medio de un gran arsenal que tienen resguardado. Notable que aquí los humanos no consideren otras soluciones como buscar nuevos territorios o enseñarse a vivir sin electricidad, tal y como lo hacen lo simios. Esta idea del filme en la que el hombre traiciona su propio instinto de supervivencia, es decir, renegar de su entorno y añorar un pasado ya imposible, choca contra el rápido desarrollo de los simios hacia las prácticas que precisamente influyeron en nuestra extinción. Los simios, también de forma involuntaria, se dirigen hacia un estado indeseable, al menos para Caesar y los que con suficiente razonamiento y sosiego comprenden el peligro de verse reflejados en la modernidad humana de la que huyeron. Y es que Koba, a diferencia de ellos, aún no pierde el miedo y resentimiento hacia años de experimentación y abusos y supone la contraparte que no está dispuesta a ninguna tregua o diálogo. Peor aún, busca evitarla a toda costa.
Esta segunda confrontación del filme entre las diferentes etapas de madurez e inteligencia de los simios es también el fundamento de la acción central: simios y humanos luchando por su lugar en el mundo. En ese punto sin retorno, sin embargo, existe un interesante caso de análisis como son las motivaciones de esa lucha. Las cabezas más pacifistas de ambas posturas, entiéndase Caesar y Malcolm, no pueden contra el espíritu bélico de Dreyfus y Koba. Esta lucha interna hace un eco enorme en ambos bandos y lo que tenemos, en realidad, es una confrontación malinterpretada que, con fines narrativos, se sale de control. Y no se queda ahí, la metáfora hacia la realidad que vivimos es clara. ¿Acaso hemos dicho aquí la trascendencia de algún personaje femenino? El evidente patriarcado de humanos y simios no es casual como tampoco lo son las supuestas desemejanzas ideológicas. Cualquier parecido con las guerras en medio oriente o el rancio estereotipo del papel de la mujer en la familia no debe ser coincidencia. Es en este punto donde la palabra confrontación tal vez deba ceder ante el título original de amanecer. La batalla y el filme llegan a punto crítico que augura, ahora sí, un nuevo orden o si acaso una verdadera guerra. Queda ver que tanta integración y evolución tiene estos simios conforme a una herencia humana que, por lo visto, aún pesa.
Como si los grandes efectos en El Planeta de los Simios: Confrontación o la impresionante actuación de Serkis como Caesar no fueran suficientes, la película posee uno de los planteamientos más inteligentes en lo que va del año. Aquí está, no les quepa duda, el filme del verano.