EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE MÉXICO

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Marco Antonio Flores Zavala

Los reinos y una república

1807. El mundo era otro. El emperador Napoleón es la estrella que da luz u oscurece el mundo occidental. Él dirige e invade Europa, también impone nuevos pactos civiles, establece dinastías y redistribuye los territorios del orbe católico. Es un hijo de la Revolución de 1789.

La poderosa Inglaterra era gobernada por Jorge III (Inglaterra, Irlanda y los electores de Hannover). Él está enfermo y le colabora –o disputa- como regente su hijo Jorge IV. Otros gobernantes enfermos y atormentados por conspiraciones familiares son los reyes Juan VI de Portugal y Christian VII de Dinamarca y Noruega.

Estados Unidos de América es un Estado-república federal muy reciente. Lo gobierna el federalista Thomas Jefferson; le sucederán James Madison y Henry Monroe.

            La Nueva España es una posesión-reino español. La máxima autoridad es un virrey –representante del rey-. El rey es Carlos IV. Él es un hombre atribulado como los otros reyes europeos, lo es por las conspiraciones de la familia –hijo y esposa-. Carlos tuvo a su favor los gobiernos de ilustrados y protoliberales, como Floridablanca, Aranda y Godoy.

Las juntas conspirativas

1808. Napoleón invade España y Portugal. Influye para que Carlos IV abdique en favor de su hijo Fernando. Éste, a su vez, renuncia y proyecta el gobierno de un Bonaparte en España. José, el hermano de Napoleón, gobernará como liberal e ilustrado (1808-1813); a sus prosélitos hispanos les llamarán los afrancesados.

            En las posesiones americanas se cuestionó: si la cabeza de los reinos está ausente, ¿quién gobierna, quién es el jefe del Estado? Una reacción fue el juntismo. En cada reino (se transitó de posesión virreinal a reino, luego vendrán los Estados latinoamericanos) una asamblea de comerciantes, letrados, militares, nobles nativos y clero asumió la autoridad en un territorio. El hecho significó la presunción de asumir la soberanía. Los juntistas fueron el pueblo. Entonces concurrió la soberanía del pueblo con halo francés, estadounidense e inglés; no se ignoran las reacciones pasadas de los principados protestantes.

            Mientras los grupos económicos y políticos importantes asentados en la Ciudad de México organizaban un gobierno novohispano, en las ciudades provinciales emergieron con presunción las  tertulias y reuniones que reflexionaron sobre la ausencia del rey y en la falta de legitimidad de quienes gobernaban por las ausencias de Carlos IV y Fernando VII.

            Algunas tertulias transitaron de la reflexión a la conspiración. Un círculo que tomó acción armada y política es donde participaban Miguel Hidalgo, cura de la parroquia de Dolores, los militares realistas Ignacio Allende y Juan Aldama, y el corregidor de Querétaro Miguel Domínguez –también concurría su esposa Josefa Ortiz-.

Advirtamos: si bien la coyuntura que provocó la vorágine política de 1808 fue la invasión de Napoleón a la península; en el proceso independentista mexicano están presentes las crisis agrícolas por sequía e insuficiencia en el abasto regional de granos y los conflictos entre las elites y la burocracia de las intendencias (una nueva forma de ejercer la autoridad regional). No ignoremos a las masas que emergen procurando respuestas terrenales y ejerciendo extremos de libertad. Son tiempos donde el clero ejerce autoridad, representación y procura legitimidades.

Las revoluciones

1810. El cura de Dolores inició un movimiento armado y político que influyó en la declaración de independencia de la Nueva España. Las acciones guerreras fueron colaboradas por la sociedad secreta Los Guadalupes y un conjunto de reacciones locales que también se pronunciaron, casi todas en el occidente del reino.

            El contingente armado de Hidalgo ocupó ciudades provinciales (Guanajuato, Morelia, Guadalajara) e hizo proclamas que se convirtieron en precuelas de la independencia, como la declaración de separación de España y la abolición de la esclavitud. Pese a ir de victoria en victoria, no fue por la Ciudad de México, e incluso se retiró al norte del país. Pasó por la vetusta ciudad de Zacatecas en 1811.

            A Hidalgo lo sucedieron otros insurgentes (Ignacio Rayón, José María Morelos). La lucha armada sí significó una vía para procurar la independencia de la Nueva España. No fue una reacción popular sin rumbo… Paralelo al movimiento armado de Hidalgo, se efectuaron las elecciones para designar representantes novohispanos a las cortes regentes de España. El fin era fortalecer una asamblea que pretendía gobernar la península. Las labores condujeron a la formación de las cortes en Cádiz, luego en la formulación de una Constitución de la monarquía española (1812).

            Mientras se iniciaba la vigencia de la Constitución de Cádiz, en Apatzingán un grupo de insurgentes, entre ellos el zacatecano José María Cos, redactó El decreto constitucional para la libertad de la América mexicana (1814). Los postulados del documento fueron: la religión católica como única ideología; gobierno dividido en los que ahora conocemos: Legislativo, Ejecutivo y Judicial; la soberanía del pueblo representado en diputados elegidos por ciudadanos; éstos eran los nacidos en América. Son tiempos donde los pactos constitucionales procurarán sustituir las legitimidades de los regímenes presentes.

Las viejas y nuevas instituciones

1813. La guerra insurgente no menguó, pero tampoco se extendió. En cambio, la puesta en vigencia de la Constitución de Cádiz sí trastornó los cimientos y formas de hacer gobierno en la Nueva España. De entrada el territorio fue definido como reino; en cada provincia, donde ejercía el poder real un intendente, se estableció una Diputación provincial –asamblea elegida por los ciudadanos- para asesorar a las autoridades de su respectiva región y lo más interferir en la administración territorial. La intervención del llamado pueblo fue a través de las elecciones.

            El paulatino establecimiento de las diputaciones en la Nueva España y el cumplimiento de la Constitución gaditana condujo las aspiraciones política de quienes procuraban la independencia por la vía no armada. No olvide que el clero fue un actor que giró como árbitro y actor interesado.

La monarquía como primera opción

1821. La línea insurgente sigue su labor: guerra para conseguir la independencia. También la efervescencia política está presente en los ayuntamientos constitucionales y en las diputaciones. Se mira entonces que los intereses no eran más las del rey –como ocurrió en la defensa que se hizo de él en 1808-, sino los que miran por el bien común local y provincial.

            La alianza de insurgentes y realistas, más el favorecimiento del jefe político superior –figura que sucedió al virrey-, consolidó la proclamación de la independencia del reino novohispano del conjunto de reinos que tenían como monarca a Fernando VII. Adviértase: el rey continuaba siendo el Borbón, pero el gobierno sería americano. La proclamación fue a través del Plan de Iguala y los Tratados de Córdova.

            Reconocida y admitida la independencia, se fraguó la reunión de un Congreso que representara territorio y corporaciones regionales. Esta asamblea constitutiva inició labores en febrero de 1822. En el ínterin, una junta gubernativa asumió el mando para la Nueva España, y se mantuvo vigente la Constitución de Cádiz. Al primigenio Congreso asistieron por Zacatecas José María Bocanegra, Francisco García Salinas y Valentín Gómez Farías.

            El desconocimiento de la independencia novohispana por parte de España y el rechazo de la corona mexicana, definió la inexistencia de una cabeza de Estado. En ese estado de cosas, el Congreso fue presionado para optar por el realista Agustín de Iturbide como emperador de México. Lo hizo luego de una revuelta popular en la vieja ciudad de México.

            Iturbide fue reconocido como emperador por las provincias y tuvo el apoyo del clero y las fuerzas armadas. Su reinado fue de mayo de 1822 a marzo de 1823.

            Tras la abdicación, el Congreso proclamó la vigencia de la independencia mexicana y se pronunció por el establecimiento de la república como forma de gobierno. Vendrían nuevos debates: ir por una república federalismo o una centralista.

Textos diferentes sobre el proceso de la independencia

Elías Amador: Bosquejo histórico de Zacatecas.

Héctor Sánchez Tagle: Insurgencia y contrainsurgencia en Zacatecas, 1810-1813, tesis de doctorado en Historia colonial.

Mariana Terán Fuentes: Por lealtad al rey, a la patria y la religión. Zacatecas (1808-1814).

Jaime Rodríguez: Nosotros somos ahora los verdaderos españoles. La transición de la Nueva España de un reino de la monarquía española a la República Federal Mexicana. 1808-1824.

Manuel Chust Calero: La cuestión nacional en las Cortes de Cádiz (1810-1814).

Nattie Lee Benson: Las diputaciones provinciales y el federalismo mexicano.

Marta Terán y José Antonio Serrano: Las guerras de independencia en la América española.

Cristina Gómez Álvarez: El alto clero poblano y la Revolución de Independencia, 1808-1821.

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