EL RAYO, «EL QUE ROBÓ Y ASESINÓ AL CHINO»

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Marco Antonio Flores Zavala

El lunes 7 de noviembre de 1960, apareció una extra de La Voz de Fresnillo. El impreso informaba la fuga de la cárcel de Narciso Juárez García (a) “El Rayo”. La nota enunciaba, con foto del aludido: “el que robó y asesinó al Chino”.

El denunciado era un personaje en la historia criminal del mineral, su caso ocupó espacios, corrillos, palabras y señalamientos porque volvió a ser la nota principal de la primera plana, del hoy periódico decano de la región —entonces era un interdiario, martes, jueves y domingo—.

Lo de El Rayo alternaba como nota con la posible visita del presidente Adolfo López Mateos, la procuración de concluir con el liderazgo tradicional de Leobardo Reynoso y el trabajo del Concejo Político Municipal.

Narciso Juárez

El Rayo era un hombre de 30 años, originario de Río Grande, con pareja menor de edad y residente en una de las vecindades del rumbo de la calle Plateros. Compartía cuartos con un tal Francisco Lizaldi o Lizalde y su acompañante, una mujer de cuarenta años, conocida como Rosa María N.

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En La Voz de Fresnillo, el retrato del Rayo apareció tres veces. Con base en ello y la información circulante, perfilamos: era moreno claro, frente amplia, labios delgados, bigote recortado… La intención del fotografiado es evidente: no quiere aparecer con aspecto nocivo, incluso pone sus puños cerrados en las solapas de su chamarra.

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¿Qué delito perpetró Narciso, El Rayo? ¿por qué estaba encarcelado? Estaba acusado de asesinar al chino Arturo Wong Yin. El homicidio lo perpetró el 16 de septiembre de 1960. La información del expediente indica que el hecho ocurrió entre la una y las dos de la mañana en la tienda de abarrotes El Surtidor —sita en la calle Laberinto, esquina con Plaza de la Carne, centro histórico de Fresnillo—.

La víctima era un comerciante con registro de más de un cuarto de siglo en tal actividad.

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El caso sobre el Chino era la segunda denuncia contra El Rayo. El primer delito lo realizó el 1 de septiembre sobre la casa Miranda Zapata, en pleno centro de la ciudad. Aquí el hurto fue de más de once mil pesos. En declaración del criminal, quedo frustrado el que proyectaba sobre la Caja de la compañía minera, de la cual ya tenía los datos.

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El 18 de septiembre apareció la nota sobre el asesinato y robo a Agustín Wong. La Voz de Fresnillo, por ser el único impreso del mineral, dio cobertura al hecho.

El Chino era mexicano por naturalización, cuya carta fue expedida en 1929 por el presidente Plutarco Elías Calles. La información señala que fue hijo de Manuel Wong, residente en Sonora, y de la señora Woo Lei, asentada en China.

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Una semana permaneció la noticia del asesinato, otra la sensación de la captura, luego aisladamente se mencionó el caso.

Imagine los cotilleos en el Fresnillo de entonces, era éste un pueblo de mineros, de vecindades, los límites rurales no se distinguían, gobernaba una autoridad creada por las disputas del poder local.

En noviembre de 1960, El Rayo regresó a primera plana, porque cumplió su promesa de escapar de la cárcel.

Vayamos por secuencias cronológicas

El 16 de septiembre, el día que cambió de frecuencia la estación radiofónica XEEL, del 660 al 610 kilociclo, ocurrió el asesinato de Agustín Wong Yin.

El 18, cuando se descubrió el hecho, se imaginó que fueron tres los cómplices en el asesinato.

La hipótesis de la triada criminal era que una persona esperó en la azotea para avisar a los que estaban adentro de la tienda, quienes golpearon y subieron a la recámara de la casa, donde lo golpearon y asesinaron. Se suponía eran dos personas por el peso, y por lo inclinado y estrecho de las escaleras que unían los pisos del caserón.

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Pongamos a un lado ideas de los tres, lo ocurrido se supo hasta la captura y declaración de El Rayo.

Narciso y Francisco Lizaldi o Lizalde entraron por la azotea, por donde era La Cabaña del señor Patiño. Hicieron un hoyuelo de 80 a 70 centímetros, para bajar amarraron a una viga un mecate con nudos. Descendieron a una pieza contigua a la trastienda de El Surtidor.

Los criminales esperaron al Chino durante la noche del 15 de septiembre.

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Cuando llegó el comerciante, de origen asiático y radicado en el mineral, se quitó los zapatos, los dejó junto al mostrador de la tienda. Para andar se calzó unas pantuflas que estaban donde dejó su calzado de calle.

Los criminales no dejaron hacer otras acciones cotidianas de la vida íntima. De inmediato se acercaron para amedrentar al Chino. Lo aventaron a la pared, pero el empuje hizo que rebotara fuerte en el refrigerador —sigo declaración del Rayo—.

Amable lector, no ignore como eran las tiendas de abarrotes en los años 50, inicios de los 60. Los refrigeradores no sólo eran para refrescos y cervezas, ya entonces se ofrecían embutidos y cremería.

Volvamos a la acción: el aventón de los criminales fue fuerte. El Chino impactó en el refrigerador. El tope hizo sangrar a la víctima. Quedaron varias huellas sanguíneas.

¿Hubo gritos y palabras altisonantes? quizá sí. ¿Susto por el encontronazo?, sí, no lo dudemos. 

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Luego de los empujones Lizaldi o Lizalde y El Rayo subieron al Chino a su recámara. Le amarraron las piernas, debajo de las corvas; lo ataron a la cama. Imagine los olores de un cuarto sin ventilación, cobijas de una persona poco higiénica. Invente la decoración del lugar.

Por cierto, El Surtidor, la tienda de abarrotes estaba a pocos metros de la presidencia municipal, donde ocurrió el tradicional Grito de Independencia.

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Mientras El Chino estaba atado, los criminales lo golpeaban, le gritaban exigiendo informara acerca de los lugares donde ocultaba dinero y cosas de valor. Golpeaba uno y otro buscaba en los cajones de los muebles dispuestos en el cuarto.

La desesperación creció cuando debieron hurgar en más lugares de la casa. El Rayo fue quién más procuro. Francisco estuvo al lado de la víctima, lo torturaba mientras exigía información.

Un Chino muy rico

En aquellos días de septiembre de 1960, en el cine México presentaban El Mago, con Cantinflas y las noticias mundiales como intermedio. En el cine Plaza Brigitte Bardot aparecía en Y Dios creó a la mujer. Aquella noche del grito, del homicidio, en una cervecería apostada frente a las oficinas de Correos, tocó la Orquesta Sonora Churumbeles.

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Días después del asesinato, cuando se inició el inventario judicial de los bienes del Chino, comenzaron a presentarse parientes. Se interesaron por el caso al saberse la existencia de botes alcoholeros casi llenos de monedas de plata y billetes de distintos valores. Los latones estaban diseminados en la casa.

La captura del Rayo

El 22 de septiembre, El Rayo fue capturado en Durango. Los espías en cantinuchas lo situaron por un pin que presumía era de plata, el cual contenía la imagen del Sol en la parte superior y un avión en la inferior. Las grafías, inscritas en el reverso, se suponían eran chinas, la verdad es que eran japonesas de la segunda guerra mundial.

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El traslado de El Rayo costó $577.90 pesos mexicanos. Se pagó con dinero del hurto.

Al momento de su captura le recogieron 9.10 dólares; 6.60 en monedas de 20 centavos de las 0720; 16 paquetes con 20 pesos cada uno, también de las 0720; 990 pesos en billetes de banco nacional; 73 pesos de plata; 80 pesos de las Morelos y como diez mil pesos que le quitaron los policías de Durango.

Agréguese: el día que llegó a la hermosa ciudad colonial del norte, acudió a la zona roja, donde gastó más de 5 mil pesos.

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El día 23 corrió el rumor de la muerte del asesino. Se decía que fue envenenado. Los rumores populares son un boca a boca que crean otra realidad.

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Al siguiente día fue consignado al Juzgado 2º de primera instancia.

También estuvo, como indiciada Rosa María N. C., pareja de Lizaldi o Lizalde. Éste criminal escapó minutos antes de que llegaran por ellos. Días después lo encontraron en la zona roja de Gómez Palacio, también del estado de Durango.

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La región donde los encontraron indica que usaron autobuses de pasajeros. El Rayo trepó a uno de Los Zacatecanos, lo hizo el 17 de septiembre. Pidi boleto a Sombrerete. En el traslado, una señora le pidió una limosna y como Robin Hood el maleante le proporcionó un buen fajo de billetes.

En la hermosa ciudad colonial del Sombrerete, el criminal descendió del autobús. Caminó a un taxi y pidió lo llevaran con urgencia a Durango.

Imagine el paisaje, el auto, las platicas emprendidas, la adrenalina contenida

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En la presentación ante el Ministerio Público, donde hizo la primera declaración, concurrieron unas 300 personas.

El Rayo declaró “voluntariamente” que él y Lizaldi o Lizalde hurtaron entre 30 y 40 mil pesos “que encontraron en varias cajas dentro de una tina que estaba al lado izquierdo de la entrada de la tienda”

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El 24 de septiembre fue interrumpido el inventario de la tienda, porque no asistió la representación de la Hacienda Pública Federal.

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Ante la multitud apostada en la temible institución judicial, El Rayo anunció: “me escaparé, ya lo he hecho cárceles mejores”.

Otro espectacular ocurrió cuando declaró haber participado en el asalto a la Casa Miranda Zapata, en pleno día, en el centro de la ciudad. El ruidal lo consigna el reportero de La Voz de Fresnillo. Supongo que algunos de los presentes estarán retratados en las fotografías de don Ricardo Sánchez Ortega. Lo supongo.

El Rayo, nota leve de octubre

La Voz de Fresnillo siguió publicando notas sobre el asesinato. Puso énfasis en la riqueza del Chino. Al Rayo sólo lo recordaban como al criminal que desató la historia popular que reunía cotilleos en el mineral.

El lugar entonces era un polvorín político. Pues elegido para el ayuntamiento el minero Encarnación, (a) Chon Castro, políticos tradicionales se opusieron al ejercicio del poder del dirigente del grupo “11 de julio” de la sección 62. La resistencia a su gobierno fue tanta que el gobierno del estado debió instalar un Concejo Municipal, en lugar del cabildo electo.

Paralelo a la violencia política, la ciudad más importante del estado tenía altos índices de conflictos. El periódico reportaba martes, jueves y domingo golpizas y asesinatos por celos y efectos del alcohol.

La fuga anunciada

El lunes 7 de noviembre de 1960 apareció el citado Extra de La Voz de Fresnillo: “hoy por la mañana se fugó de la cárcel el asesino del Chino Agustín Wong Yin”.

El escape ocurrió por el Juzgado 2º (al lado sur del Palacio Municipal, frente al edificio parroquial). Allí, donde seguían su proceso judicial. En el lugar encontró su pistola Clot calibre 32, misma que usó en el homicidio del Chino.

El Rayo salió tranquilamente rumbo al rancho Plenitud. Inicialmente se pensó que fue a Plateros, pues varios transeúntes aseguraron que un carro iba con el rumbo del centro religioso.

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La fuga la descubrió el policía 31 J. R. Cabrera. Lo hizo cuando regresaba de su servicio en el baile dominical que ocurrió en el Club Deportivo Nacional.

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El Rayo no escapó solo, le acompañaron Hilario Morgan Laris y Nicolas Rentería (a) El Guayabo, ambos acusados por robo y residentes en la misma celda.

Los tres cavaron un hoyo en la pared del cuarto, que resultó ser contiguo al juzgado. Para despistar a la guardia que hacía rondín nocturno, el agujero lo tapaban con un saco y a la tierra extraída la cubrieron con una cobija. Simulaban que ellos estaban dormidos.

El error al escapar fue no cerrar la puerta del juzgado, hecho que miró el policía 31.

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Cuando llegaron a Plenitud El Guayabo y El Rayo, el lunes 7, fueron a una tienda para comprar galletas y refresco. Antes de su arribo, descansaron en un chilar del lugar.

El tendero los reconoció, pero no dijo ni hizo algo. Luego que se fueron los criminales dio la alerta. Pero para entonces los huidos marcharon en un burro hasta el Sauz. Allí se dividieron, El Rayo abordó un autobús con dirección a Durango. El Guayabo se fue a Cañitas, donde lo atrapó la policía.

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Al Rayo se le puso ficha de localización en Durango, incluso en Mazatlán, lugar de donde residía la esposa.

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Un mes después, el 6 de diciembre, hubo alerta porque se rumoró que El Rayo estaba en Fresnillo. Varias personas señalaron a la persona, pero resulta que la indicada era un policía con alto parecido al criminal. Era tal el parecido, que el gendarme debió traer en guardia y días francos el uniforme, para que no se le confundiera.

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En diciembre de 1960 se pasó a otras historias, El Rayo desapareció de los rumores, la prensa y la distracción popular.

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